Imaginate una barcaza inglesa de más de 120 años de antigüedad, flotando a orillas del Río de La Plata. Ahora sumale un estudio de grabación, bandas emergentes y recitales esporádicos sobre el agua. Todo eso y mucho más es MADRE, bienvenidos a bordo.
El espacio de experimentación recuerda a Astoria, la casa flotante del río Támesis acondicionada por el guitarrista de Pink Floyd, David Gilmour, en la que se grabaron partes de los últimos tres álbumes de la banda. Tal paralelismo no podría –ni debería- escapárseles a los amantes de la música.
MADRE es el secreto mejor guardado de la Costanera, nuestro Astoria sudamericano. Sobre la calle Rafael Obligado al 4899, justo entre los boliches JET y PACHA, un portón blanco lleva la inscripción “Puerto Norte”, indicación clave si se quiere llegar al destino.
Una vez adentro, comienza la odisea: primero pasar al guardia de seguridad, después una pasarela interminable junto a infinitos veleros con nombres bizarros, y finalmente una rampa que preside unas escaleras oscurísimas con un cartel que indica “Baños”. No hay que dejarse amedrentar por la oscuridad y seguir, es por ahí.
Cuando uno ya está pensando en dejar de lado su espíritu aventurero y volver a casa, encuentra la puerta indicada y llega al paraíso. Cuatro veinteañeros saludan cálidamente e invitan a pasar, mientras uno toca la guitarra y otro arma un cigarrillo. Todo eso sucede en el casco de un barco viejo ensamblado en Inglaterra, que ahora está anclado al muelle en la Costanera y hace unos dos años tan solo funcionaba como depósito de chatarra del puerto.
Una habitación con paredes bordó se abre paso –los chicos después dirán que es el “útero” del proyecto-, con numerosas ventanas, una alfombra, y una decoración que va desde un cuadro de los Beatles hasta un salvavidas naranja que decora la puerta. También hay plantas, libros, pinturas del artista Sergio del Giudice y, desde ya, todo lo necesario para grabar, mezclar y masterizar.
Gonzalo, Miguel, Fernando y Pedro son los capitanes del proyecto, un grupo de amigos que no solo ama la música, sino que se dispuso a acondicionar un espacio soñado, donde las bandas under puedan sentirse libres y dar rienda suelta al proceso creativo. “Queríamos romper con esa concepción de estudio de grabación más tradicional, en la que cobran por hora, siempre quieren sacar el mayor rédito económico y los artistas se sienten presionados y a contrarreloj. MADRE es un estudio profesional donde el músico puede relajarse y tomarse el tiempo que necesite”, explican.
Lo que empezó tímidamente en el 2013 como sala de ensayo de la banda Cáscara –ya disuelta-, hoy tomó ya otra dimensión. Ahora es un estudio profesional, con dos espacios en espejo, donde los grupos pueden desde ensayar y grabar sus temas, EP, o discos, hasta organizar shows en vivo con juegos de luces y un sonido envidiable.
Tras 9 meses de obras -¡sí, justo 9!-, en mayo de 2015 nació finalmente el multiespacio MADRE. “Es un lugar de contención, de calidez, de incentivo. El artista cuando quiere producir un tema o un disco, el material que trae en crudo es como su hijo. Nosotros lo que hacemos es crearlo junto a él, y crece acá. Cuando está terminado, nace y sale al mundo en forma de canción”, cuentan.
Cada uno de los cuatro jóvenes al frente del proyecto tiene un rol diferente. Las bandas se encontrarán con un el apoyo de un productor musical, un ingeniero en sonido, y la posibilidad de armar un show con la misma tecnología que utiliza Youtube. “Estamos trabajando con la técnica del mapping. La idea es sincronizar iluminación y video, como lo hacen Fuerza Bruta, el Cirque du Soleil o Mayumaná. Sería la misma tecnología de iluminación que usó Coldplay en París, o la de la apertura del Mundial 2010, pero llevada al under”, resaltan entusiasmados.
MADRE es entonces un espacio en el que se gestan ideas. Un lugar acogedor, donde nacen distintas oportunidades y, por qué no, nuevos proyectos. Pasaron por allí bandas como Dietrich, Rael Magú, Dorrego, o Aloe, banda que llegó luego a tocar en el Lollapalooza. Los chicos también lo describen como un “club social”, por la red de personas que se fueron conociendo ahí y los vínculos que se construyeron.
Todo esto sucede en un barco sumergido en el agua – líquido amniótico de MADRE -, con oficinas que se ubican arriba y viven su cotidianidad sin imaginar siquiera lo que llevan debajo. Mientras la ciudad le da la espalda al río, en ese recóndito espacio de la Costanera solo hay lugar para una cosa: la inspiración.