Fue un flechazo. En las primeras citas, Bowie hasta pensaba los nombres que tendrían sus hijos. Iman tardó en dejarlo entrar a su vida, pero lo hizo, y formó con él una de las parejas con más mítica. Pero ella no fue sólo «la mujer de». Supermodelo y aventurera, Iman es de esas mujeres con historias de película que valen la pena conocer.
Cuando en 1975 el fotógrafo Peter Beard le propuso hacer una serie de fotos, ella dijo que aceptaba trabajar como modelo si le pagaba los estudios de Ciencias Políticas. Estaban en Nairobi, ella iba a la Universidad y necesitaba dinero para sus gastos. Todavía le decían Iman Mohamed Abdulmajid. Beard aceptó. Empezó a hacer llamadas a Estados Unidos y la hizo entrar a Norteamérica por una alfombra roja de atención y asombro que había tejido con inteligencia. Le había inventado una leyenda: que era una princesa somalí que cuidaba cabras y que no sabía ni una palabra en inglés. Iman era exótica y bella, el mundo estaba dispuesto a rendirse ante sus piernas largas, su magnetismo. Su vida hasta entonces había sido menos extravagante pero no por eso más tranquila: nacida en Somalia, hija de un diplomático, había pasado sus primeros años viajando de un país a otro junto a su familia. Sabía inglés, y árabe, somalí e italiano. Cuando llegó a Estados Unidos, lo hizo desde Kenia. Consciente de que sus padres no la hubieran autorizado a salir del país, ella mintió que tenía 19 para hacer los trámites de pasaporte y demás. Sus padres se enteraron de todo unas pocas semanas después, cuando la vieron en la revista Newsweek al otro lado del mundo. Toda esa historia de mentiras se supo hace poco, cuando la ex modelo confesó: “Ya estoy grande, tengo 60 años, no pueden hacerme nada”.
Su carrera como modelo fue vertiginosa. La recibieron con los brazos abiertos. Yves Saint-Laurent la coronó como su musa. Ella conoció en poco tiempo el lujo, el mundo de los flashes, sus brillos, sus sombras. La famosa editora de moda Diana Vreeland cuando vio una foto suya por primera vez dijo: “¡Eso es un cuello!”; hablaba de su pescuezo delicado de cisne negro, de ese tipo de elegancia.
Participó en películas, en videos, en realities. Pero en medio de todas esas cosas, se consolidó con una idea clara y fuerte: abrir camino para las mujeres de color. En 1989 se retiró de las pasarelas. Tres años después se casó con David Bowie. Para él, había sido amor a primera vista. Ella demoró un poco más en quitar sus armaduras.
Se conocieron a comienzos de la década del noventa. Eran años de supermodelos (Cindy Crawford, Claudia Schiffer), en los que esa diosa era una leyenda: había sido la primera supermodelo africana, negra y musulmana; la que le había abierto las puertas a otras, como Naomi Campbell. Bowie insistió varias veces hasta que ella dijo que sí. Mientras ella pensaba que no quería tener una relación con alguien como él, el Duque Blanco no tenía dudas y la esperaba en el aeropuerto de Los Angeles con un ramo de flores a la vista de todos. Finalmente, lo logró. Alguna vez, él dijo: “Se podría pensar que una estrella de rock que se casa con una super modelo es lo más grande del mundo. Lo es”.
El 24 de abril de 1992 se casaron. El disco Black Tie White Noise de Bowie en parte se inspiró en la boda. Tuvieron una hija: Alexandria ‘Lexi’ Zahra Jones, que nació en el año 2000. “Como siempre he dicho: me enamoré de David Jones. No me enamoré de David Bowie. Bowie es sólo un personaje. Él es un cantante y actor. David Jones es el hombre que conocí.”, dijo Iman cuando le preguntaron por esa relación que resistía al paso de los años. Se veían bellos juntos, en sus alturas, irradiando ese aura de distinción dentro de la cual ellos habían construido su intimidad. Sin grandes escándalos, con fotos en las que todavía se miraban amorosos.
Imán no se contentó con vivir del pasado glorioso. En 1994 fundó IMAN Cosmetics, Skincare & Fragrances, la línea que dirige y está pensada para mujeres que no tienen la piel blanca alrededor de la cual gira el mercado. Después de años de combinar fórmulas, tonos, pinceles, Iman aprendió qué maquillajes eran ideales para las mujeres de color.Su línea busca compartir sus conocimientos. Y no le ha temblado la voz para repudiar a la discriminación que a veces destaca en el mundo de la moda: “Hay diseñadores que dicen a los directores de casting que esa temporada no contratan a modelos negras. No quieren porque buscan unidad, homogeneidad, y nosotras damos una personalidad que no pretenden para sus vestidos. Un diseñador no es racista por no contratar a modelos negras, pero tampoco está actuando ante este problema, por lo que es inaceptable«.
Integra, además, el programa Keep a Child Alive, que asiste a las familias con niños que tienen SIDA en África. Bowie la acompañaba, colaboraba, la seguía. Cuando cumplió 60 años, con el hashtag #IMAN60, la ex modelo le gritó su edad al mundo. Los años no arrasan con la belleza. La foto con la que acompañó el mensaje lo demuestra.
Y, sí, además es la gran amada, la gran amante. Pasará a la historia, también, como el gran amor del Duque Blanco. Será sumará a ese panteón de pasiones míticas como las de Johnny Cash y June Carter. Hasta el fin. Hasta que las arrugas ganan y la fantasía del éxito y la belleza sucumben. Hoy David Bowie murió a los 69 años y dejó un disco que con el que se despide a su modo: Blackstar. Ahí se va con su altivez y su elegancia; así era – y es – su belleza. Imán estuvo ahí, a su lado. Junto a David Bowie, junto a David Jones.
Foto de la cuenta de Iman en Instagram.