Por Leila Sucari
Empezó el otoño y llegó la hora de actualizar el placard. El maniquí del shopping es divino, pero hay un problema: los precios parecen salidos de una película de terror. El par de zapatos que tan feliz luce el maniquí cuesta $1300, el jean $700, la remera $350 y ese tapado negro $3200. Los aumentos en la ropa de invierno llegaron al 40% y tu sueldo sigue igual que el año pasado. Las paritarias no cerraron y la plata cada vez vale menos. Las cuentas no dan, para vestirte como aconsejan las vidrieras tenés que invertir todo lo que ganaste en el mes, o incluso más. Un sueldo mínimo alcanza para un tapado y una remera, habría que andar desnudo de la cintura para abajo. Y si tenés que llenar la heladera, aguantate: o comés o te vestís bien, para las dos cosas no es suficiente. ¿Se puede sobrevivir a la inflación? ¿Qué otros factores determinan los aumentos?
El universo de la moda es un absurdo. Comprar en el shopping se transformó, para la mayoría de los trabajadores, en un lujo casi inaccesible. Según Myriam Núñez, fundadora de la Escuela Argentina de Moda, visitar los shoppings no es necesario: “Hoy estar a la moda es fácil porque a través de internet te enterás de todas las tendencias venideras, se puede copiar la gráfica de moda y vestirse con prendas similares según el bolsillo de cada uno. Lo importante es hacerle caso al estilo personal y aprender a buscar en el mercado”.
¿Cómo hacer entonces para renovar el placard? ¿Dónde conviene comprar? ¿Cuánto varían los precios y qué soluciones existen para vestirse con calidad sin vaciar el bolsillo? La clave está en ingeniárselas. Dejando de lado las primeras marcas, las opciones son muchas: locales barriales, ferias de ropa usada, outlets. Gaba Najmanovich, periodista especializada en moda, dice: “Yo aborrezco el shopping porque sé cuánto cuesta una prenda, así que cada vez que veo algo mal confeccionado con precios exorbitantes –lo que sucede muchísimo- me angustio. Hay muchas formas de estar bien vestida con poco: ropa vintage, diseñadores chicos con precios decentes y el clásico Avellaneda. Hay que perderle el miedo a la no-marca. La mayor parte de la ropa sale del mismo lugar: la Avenida Avellaneda, es cuestión de ir y buscar. Hay que cambiar la forma de pensar la ropa. El último grito de la moda no es más que pérdida de dinero. Estar a la moda es lo de menos, lo importante es animarse a jugar y a divertirse con el cuerpo y el estilo”.
Salir a caminar por el barrio. Los locales a la calle son una buena opción para comprar a precios razonables. Calzas desde $120, jeans a $300, sweaters a $200, camperas y botas desde $500. Podés abrigarte por menos de lo que te sale un tapado de primera marca. El tema está en la calidad, para encontrar prendas buenas hay que recorrer y comparar. La mejor zona donde comprar es Flores, sobre la Avenida Avellaneda y sus alrededores se concentran todos los locales de venta al por mayor. Los sábados hasta las 13hs hay venta al por menor y se consiguen buenas prendas a los precios más bajos del mercado: calzas desde $60, camperas símil cuero a $300, remeras desde $15. Algunos negocios venden un mínimo de prendas así que lo mejor es ir en grupo y llegar temprano.
Outlets En los últimos años los outles se volvieron moda. El barrio de Villa Crespo se llenó de locales de primeras marcas sobre la calle Aguirre que ofrecen prendas de temporadas anteriores y productos discontinuos con rebajas de hasta el 50%. Pero no todos los locales de la zona tienen lo que prometen y muchos de los precios terminan siendo los mismos que en los shopping. Con paciencia y sin dejarse seducir por las vidrieras que ofertan las prendas más caras, se pueden encontrar tapados a $700, calzas a $140 y pantalones casi a mitad de precio.
Ferias americanas. Los locales de ropa usada, siempre y cuando se salga con tiempo y ganas de revolver, son el mejor lugar para comprar barato y vestirse con estilo. Es conocido el dicho de que “en la moda todo vuelve”: buscando en el pasado, se pueden encontrar prendas que tengan los mismos –o mejores- cortes que los de la colección 2014. El beneficio es que la calidad suele ser mucho mejor que la de los locales de barrio, las telas son buenas y duraderas. Además podés cambiar la ropa que no uses por alguna reliquia que encuentres en los percheros. En las ferias se consiguen tapados de excelente calidad desde $200, camperas de cuero desde $300, pantalones y sweaters desde $100. “La idea es que el ciclo de vida de una prenda no muera cuando deja de gustarle a alguien. Las ferias de intercambio y las americanas son una forma muy rentable y sustentable de pasar la crisis”, dice Gaba. Algunas de las mejores ferias son: Mercado de San Telmo (Estados Unidos 468, abierto todos los días); Parque Centenario (Av Díaz Vélez 5463, los fines de semana); Galería Quinta Avenida (Av. Santa fe y Talcahuano, lunes a sábados de 11 a 20hs); Caja de Pandora (Camargo 374, de lunes a sábados).
Para saber un poco más: ¿De dónde salen los precios?
Hay un montón de factores que determinan el costo de una prenda. Algunos aumentos están justificados porque muchos insumos que influyen en la producción aumentaron, por ejemplo el cuero subió un 100% y el papel un 35%. Tampoco hay que olvidar que los alquileres de los locales subieron hasta un 30% según la zona. Patricia, comerciante del barrio de Villa Urquiza, cuenta: “Tuvimos que aumentar un los precios de la ropa porque el alquiler subió mucho este año y no nos daban las cuentas. Tener un local y mantenerlo es un gasto muy alto hoy en día y de alguna forma hay que compensar para que el negocio funcione”.
En el valor de una prenda, los factores que más abultan el precio son el desarrollo financiero (alquiler, sueldos), el desarrollo de la marca (marketing, diseño, publicidad) y los impuestos. En esos tres puntos se va más del 80%, el costo de fabricación es lo más económico.
“Para entender los precios, hay que pensar en el camino que recorre una pollera, por ejemplo, antes de llegar a nuestras manos”, explica Gaba. “Sin bien la prenda viene en bolsa y con olor a nuevo, tiene una vida muy larga por detrás. Hubo una persona sentada durante horas diseñándola; después un modelista tuvo que pasar ese dibujo a un molde para que después otra persona la corte y la mande a coser. Esta es sólo la etapa de manufactura, también hay costos de materias primas (telas, hilos, botones) y hay que pagar facturas, rentas, máquinas y sueldos. Cuando uno finalmente se está por comprar la prenda, el vendedor (que tiene un sueldo) la mete en una bolsa (la cual también tiene un costo que pasa a la pollera), cobra e imprime la factura (la tinta y el papel también se pagan). Después están los impuestos y otro costo que sí es más evidente, y de hecho es uno de los más altos: la publicidad. Una página de revista puede costar más del doble de lo que cobra el mánager del local. La pregunta ahora sería: ¿vale la pena pagar tanto de publicidad cuando es lo que explota el precio final?”.