Los llenamos de tecnología y damos por sentado que los chicos y los jóvenes son quienes mejor se manejan en el cibermundo pero, ¿es así? Un estudio revelador al respecto pinta otro panorama. Y bien distinto.
Todavía no tiene ni dos años, pero los padres de Valentín ya han reparado en un detalle: el chiquito, cuando ve en un diario o en una revista una imagen que le interesa, trata de “abrirla” con sus deditos, como hace en la tablet de su hermano mayor. “Ja, es un auténtico nativo digital”, concluyen encantados. Están convencidos de que su hijo menor “sabe” no sólo más que su hermano mayor de computación, sino también más que ellos mismos.
Sin embargo, haber llegado al mundo rodeado de dispositivos y en permanente conexión no hará de Valentín (ni de nadie) un niño más inteligente. Ni siquiera, de hecho, semejante dotación tecnológica (tableta, celular, laptop y siguen las firmas) hará de él (y de por sí) alguien que sepa cómo aprovechar al máximo las potencialidades de sus mil “chiches” electrónicos.
Los nenes y nenas que nos rodean podrían probar que no necesariamente vivir jaqueado por dispositivos implica saber cómo sacarles el máximo provecho. Así, mientras algunos chicos son capaces de programar, hacer videos y editar música a los 9 años, otros- con doce y más años- desconocen cuestiones tan básicas como enviar un correo electrónico o hacer una página personal en Facebook.
“La falacia de los nativos digitales es, en gran medida, la responsable de esto”, explica al respecto Enrique Quagliano, investigador en nuevas tecnologías y docente de la materia. “Este es un concepto perverso que ha eliminado la enseñanza de la computación en la escuela, y que se refiere al cambio generacional en el que las personas son definidas por la cultura tecnológica con la que están familiarizadas. Algo así como que ‘los pibes nacen sabiendo usarlas’”, sintetiza.
Hoy, de hecho, y como señala la experta Roxana Morduchowicz en su libro Los adolescentes y las redes sociales (FCE), los adolescentes pasan entre una y tres horas al día conectados, el 90% acceden a la Red para comunicarse con sus amigos y 75% de ellos tiene un perfil en alguna red social. Sin embargo, su conocimiento y su uso de las nuevas tecnologías no suele ir mucho más allá de eso. Es curioso, pero en tiempos de pantallas táctiles, muchos chicos parecerían ser capaces sólo de eso: de tocarlas, y huir.
Así las cosas, según un reciente informe dado a conocer por la firma Microsoft, y elaborado en base 700 encuestas realizadas sobre adolescentes argentinos de entre 15 y 17 años, de escuelas públicas y privadas, su desempeño tecnológico sería más bien pobre. Porque si bien tienen acceso a los dispositivos (el programa Conectar Igualdad hizo una diferencia en ese sentido, dotando de computadoras a chicos que nunca habían podido acceder a una), rara vez logran dominar las verdaderas potencialidades de la Web. Se quedan, por así decirlo, en la superficie de las cosas, sin ahondar demasiado y sin poder, a menudo, distinguir lo verdadero de lo falso, ni el material promocionado de la información real. Para la mayoría de ellos, un aviso merece ser tan tenido en cuenta como un artículo científico. ¿Por qué? Básicamente, porque nadie les enseñó la diferencia entre una cosa y otra.
Esto no implica, desde luego, cargar las tintas sobre los chicos. Pero sí invitar a pensar hasta qué punto todo eso que creemos acerca de sus relaciones con la tecnología no debería, como mínimo, comenzar a ser revisado. Sobre todo porque, como refiere el estudio antes citado, “hoy los chicos hacen todo por internet: se informan, aprenden, leen, hacen la tarea”.
Datos a tener en cuenta en este último aspecto: para hacer la tarea, 8 de cada 10 consultados recurre a Wikipedia y sólo se queda con esa fuente, en vez de usarla como el punto de partida para seguir avanzando en la investigación. Y para eso, precisa el documento, “copian, pegan e imprimen la respuesta a la consigna del docente”. Contraste de fuentes, análisis y reflexión crítica brillan por su ausencia.
Y todo eso que falta es, justamente, lo que define a la denominada alfabetización digital, identificada en el documento como “la capacidad que tiene una persona para acceder, comprender y utilizar reflexivamente las tecnologías, para crear nuevos contenidos y saber comunicarlos”. ¿Logra acaso el promedio de los chicos hacer esto? No. Casi la mitad cree que lo que ve en internet es “verdadero” y la mayoría hace la tarea con los primeros resultados que encuentra en su navegación por la web.
Esta falta de profundidad y de riqueza en la interacción con las máquinas es confirmada por Quagliano, quien precisa que “lo que observo en mis clases y en mi trato en general con niños y adolescentes, confirma que hay una motricidad y hasta pericia en el uso del artefacto pero de ahí en más es como una ‘caja negra’. Lo que sucede dentro de la computadora (cómo funciona, que otras funciones y usos se les pueden dar, cuáles son los procesos que se ponen en marcha cuando el aparato funciona, etc) queda en sombras. Se evita pensar. Es decir, que haya un aprendizaje significativo y un uso racional, ecológico, provechoso del artilugio. Pero, convengamos, al mercado le conviene un usuario consumidor, que compre el paquete listo, cerrado, armado y con un fin determinado. No sea cosa que se vuelvan creativos, tratando de modificar un sistema o ampliar sus alcances”, dice.
Así las cosas, según Microsoft, lo que hoy tenemos es la paradoja de chicos con acceso a los dispositivos y casi sin saber qué hacer con ellos, más allá de jugar, bajarse música o estar en las redes sociales. Un chico o un adolescente digitalmente alfabetizado puede y sabe hacer mucho más. Por lo pronto, e independientemente de que sepa o no programar, puede plantear las preguntas adecuadas, contrastar fuentes, descartar lo no relevante, poner toda esa información a dialogar y generar con ella algo nuevo a partir de ella. Lamentablemente, casi nada de eso sucede aún, según el informe.
“La ausencia de la informática en la escuela, el temor fundado pero paralizante de los adultos hacia los peligros de internet, y la presunción falsa de que los chicos ‘nacen sabiendo’, sin dudas va a producir analfabetos informáticos, si es que no ocupamos con contenidos inteligentes y creativos, y con docentes preparados, el espacio que el mercado está listo a ocupar”, coincide Quagliano. La gran pregunta entonces será si estamos dispuestos a hacer todos los cambios que realmente se necesitan para comenzar a revertir esta realidad paradójica de chicos cada vez más próximos al ciberespacio, y cada vez más impotentes frente a él.