Ojo por ojo (una reflexión sobre el linchamiento)

Por: #BorderPeriodismo

La Ley del Talión fue superada hace más de 3 mil años; sin embargo hoy estamos asistiendo a escenas de injusticia por mano propia que nos devuelven a la Edad de las Cavernas.

El famoso «ojo por ojo, diente por diente» que aparece en el Antiguo Testamento, se basaba en ese principio de la igualdad del castigo en relación al delito. El mismo Código de Hammurabi, la primera ley escrita por el hombre del que se tenga conocimiento, planteaba esa equiparación entre ofensa y castigo. Fue escrito hace casi 4.000 años. Cuatro mil años. El derecho romano, en el que se basa nuestra estructura de Justicia, superó hace mucho aquella vetusta visión de la justicia.
Sin embargo, ahí vemos, a decenas de vecinos de Palermo, Rosario o el Conurbano pateando hasta la muerte a un ladrón común, casi convertidos en perros de caza sedientos de sangre.
No hay discusión posible en este punto: esos vecinos se convirtieron en el que patean. Y la «ausencia del Estado» que pregonan políticos  (Mauricio Macri o Sergio Massa) no es más que una grieta por donde introducir la ideología del facismo.  Nadie discute aquí que la inseguridad es un problema, que todos tenemos mayor o menor grado de miedo a la hora de entrar a nuestras casas o de esperar un colectivo a la noche. Tampoco que el Estado no logró instrumentar una política integral de lucha contra el delito que abarque todas las áreas de este comlejo problema.
Pero si lográramos entender que todos somos víctimas de la falta de oportunidades, y que aquellos que delinquen lo son aún más que nosotros, quizá podríamos empezar a desandar un camino de violencia que no tiene ninguna escapatoria y nos conduce al infierno.
«La ley y el Estado están ahí para contenerme a mí que me mataron a un hijo, y evitar que esa persona vuelva a hacerlo y que yo me vengue con mis manos», escuché decir a alguien con un coraje que me llevó a las lágrimas.
¿Qué duda cabe de que el hombre puede ser el lobo del hombre? Pues el Estado está allí para corregirlo, pero el Estado no es omnipresente. Es sólo una aspiración, pero no está en todos lados. Es, por supuesto, responsabilidad de nuestros gobernantes, de nuestros jueces, muchas veces corruptos e inescrupulosos. Pero es nuestro deber no responder al golpe con otro golpe. Sí pedir más educación, más trabajo, mayor igualdad.
Porque ojo por ojo, nos vamos a quedar todos ciegos.
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