El Papa Francisco fue internado el pasado viernes en el Policlínico Agostino Gemelli de Roma, inicialmente diagnosticado con bronquitis persistente. Sin embargo, recientemente el Vaticano actualizó su estado de salud, informando que el Sumo Pontífice sufre un "cuadro clínico complejo" y que permanecerá hospitalizado "el tiempo que sea necesario".
Tras realizarle nuevas pruebas, los médicos diagnosticaron al Papa con una infección polimicrobiana del tracto respiratorio. Esta afección implica la presencia simultánea de varios microorganismos patógenos, lo que obligo a los médicos a modificar su tratamiento.
El director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, Matteo Bruni, aseguró que el Papa se encuentra "de buen ánimo", aunque su situación sigue siendo delicada.
El máximo pontífice había mostrado síntomas de bronquitis la semana anterior a su internación, lo que lo llevó a delegar varias responsabilidades a otros miembros de la Iglesia. Ya en marzo de 2023, el Papa había sido ingresado en el mismo hospital para tratarse una bronquitis.
El tratamiento actual se centra en la infección polimicrobiana respiratoria, que afecta principalmente los pulmones y puede involucrar una mezcla de virus, hongos, parásitos y bacterias.
Estos microorganismos atacan tanto las vías respiratorias superiores como las inferiores, lo que complica aún más el cuadro clínico del Papa, quien, a sus 88 años, tiene antecedentes médicos relevantes, como la extirpación de parte de un pulmón a los 21 años debido a una neumonía.
Según señaló el doctor Alejandro Videla en diálogo con Infobae, "Es una persona de alto riesgo, que además utiliza una silla de ruedas para sus desplazamientos, lo cual también complica el panorama clínico". Y agregó: "por eso, se ha decidido prolongar su hospitalización y modificar el tratamiento".
Para tratar esta infección pulmonar, los médicos están utilizando antibióticos como macrólidos, incluyendo eritromicina o azitromicina, y en algunos casos, también clindamicina o lincomicina. Estas infecciones polimicrobianas son comunes en personas con sistemas inmunológicos debilitados o con condiciones de salud preexistentes, como es el caso del máximo pontífice.