Contra lo que decía el discurso establecido, no siempre los jóvenes que no trabajan, no estudian ni buscan trabajo son hombres. En la provincia de Buenos Aires, al menos, la mayoría de los ni-ni son chicas, y casi la mitad de ellas tiene ya hijos a cargo. Y en el país, dos tercios se encargan de cuidar familiares, sean hijos o abuelos. Aquí, radiografía de una situación presente que compromete el futuro.
Vanessa tiene 17 años y vive en el fondo de la casa de sus padres, en un “terrenito”- así lo llama- que le facilitaron cuando quedó embarazada, hace ya dos años. Desde entonces, Vanessa archivó no sólo la escuela (“con la nena y todo lo que tenía para estudiar, no podía”, explica) sino también su sueño de convertirse en maestra jardinera. “Imaginate: yo tengo a Almita pero también a dos hermanos chiquitos y mi mamá sí tiene trabajo. Entonces yo me quedo en casa cuidando a los tres y mi mamá sale tranquila”, resume.
Bien mirado, lo que está contando con tanta calma es una verdadera tragedia. La de una chica que a la hora de estudiar y prepararse para avanzar en la vida, dejar atrás la pobreza y romper con el círculo de “lo de siempre”, gasta sus horas cambiando pañales, alzando bebes y tomando mate frente al televisor cada vez que los nenes duermen. Ella es, sin embargo, parte de un grupo mucho más numeroso: el más de medio millón de jóvenes que, en la provincia de Buenos Aires, no trabaja, no estudia ni busca empleo. “Están”, simplemente. Viendo pasar su vida. En su mayoría, cuidando a otros.
De ese grupo, según revela un reciente estudio del Centro para la Implementación de Políticas Públicas, la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC), del millón de jóvenes ni-ni en todo el país, el 67% son madres adolescentes o que cuidan a hijos, hermanos o adultos mayores de su núcleo familiar. No es algo nuevo: ya en 2014, un trabajo similar de la misma ONG detallaba que en el conurbano, la mayoría (75%) eran mujeres y 41% de ellas son ya madres de niños de 3 a 4 años en promedio. “Los niños aún no están en edad escolar y requieren de cuidado, lo que podría explicar la dificultad de dedicar tiempo a estudiar o trabajar. Esto evidencia la necesidad de políticas de cuidado específicamente dirigidas a los más jóvenes”, explicaba entonces Fabián Repetto, de CIPPEC. Gimena de León, la autora del último informe de la ONG, cambia la perspectiva: «el ni-ni está mal configurado en el imaginario general, porque está más vinculado al chico tomando cerveza en la esquina que al trabajo de cuidado«, le dijo al diario La Nación.
Una realidad que se agrava entre diferentes niveles de ingreso pero que está presente en todos, en un país en el que un sexto de las jóvenes es madre a los 19 años. Un ratio que supera la ya estremecedora variable que calculaba, apenas tres años atrás, un 12,3% de las bonaerenses de entre 15 y 19 años era madre o estaba embarazada.
Esa constante en la baja de la edad materna preocupa porque la experiencia internacional demuestra que –más allá de las buenas intenciones del gobierno que fuere- es sumamente difícil que una chica ya madre logre retomar, finalizar y seguir adelante con sus estudios, especialmente en el contexto altamente vulnerable en el que suelen transcurrir historias como las de Vanessa.
Para Graciela Moreschi, médica psiquiatra y con experiencia hospitalaria en el trabajo directo con estos sectores, “en el contexto de pobreza, falta de educación y de empleo, adelantar la maternidad implica adelantar lo que muchas de estas chicas perciben que ya tienen como destino. Saben que serán madres: ésa es la única seguridad que tienen y a la que quieren llegar. Además, el hijo es un afecto seguro y hasta diría que es la única ‘propiedad’ con la que cuentan. Pero esto, por cierto, es un búmeran porque un hijo es sólo para apoyarse en ese afecto sino que lo deben sostener”.
Al respecto, muchos analistas apuntan lo mismo: que la juventud, como momento de pasaje de la niñez hacia la vida adulta e independiente, ya no es el caminito prolijo de antaño, con sus clásicos hitos de título secundario u oficio, primer empleo, casamiento, hijos, etc. Hoy, la alteración de las trayectorias que hoy es parte del paisaje. Se puede pues ser madre sin haber siquiera terminado la escuela y sin tener ingresos más que lo que reporte algún plan social. Y eso implica volver a repetir la historia: maternidad precoz, educación insuficiente, precariedad laboral.
“Son pocas las que pueden unir la acción de tener hijos con una atadura o mayor pobreza. Tampoco pueden hacer la relación de trabajo, independencia, poca carga sobre los hombros, mayor posibilidad de avanzar. Están en un medio donde no ven salidas, no creen que puedan hacerlo a partir del esfuerzo o el trabajo y mucho menos el estudio. Y eso es lo que hay que comenzar a cambiar”, precisa Moreschi.
Sergio Balardini, investigador de la Facultad Latinoamericana en Ciencias Sociales (FLACSO) y especialista en temas de juventud, apunta que parte del cambio debería comenzar por el nombre. Esto es, por el modo en el que la sociedad se refiere a esa parte de la juventud calificada como Ni-ni. ¿Por qué? “porque pareciera significar que hay jóvenes que no son nada o nada hacen ni les interesa hacer. Esta expresión sesga hacia una mirada muy próxima al desprecio, la descalificación y a la idea de jóvenes desechables, lo que es grave”, apunta.
“Veamos, por caso, las mujeres que no estudian ni trabajan: la inmensa mayoría de ellas realiza labores de cuidado familiar de gran responsabilidad. Otro grupo de jóvenes, varones, que no estudia ni trabaja, les cuesta escapar de esa situación. No es que disfruten de ella y a menudo les gana el desaliento. Los informes de la OIT, por otra parte, muestran que es un fenómeno global”, agrega Balardini. Hay especialistas que ya hablan de los ni-ni-ni: Ni estudian, ni trabajan, ni son responsables del cuidado de un tercero: ellos son más de 300 mil; la mayoría, varones.
La gran pregunta será, entonces, cuáles son las acciones que se están tomando para superar esta situación. Desde CIPPEC apuntan que si bien los programas dirigidos a los jóvenes se centran en educación y empleo, “dejan de lado otras problemáticas que evidentemente inciden en las juventudes, como la salud sexual, la vivienda y el cuidado”. También en esto el de Vanessa es un caso testigo: le encantaría volver a estudiar… si tuviera quién le cuidara a su hija y a sus hermanitos.
Para Moreschi también queda mucho por hacer desde el Estado, “porque a estos jóvenes se les da dinero y facilidades para que estudien pero no se les enseña lo central: a creer que pueden salir, y en que hay una conexión directa entre la cantidad de hijos y la pobreza”, precisa. Y agrega otro dato interesante: “muchos vendedores ambulantes cuando se dirigen a una mujer el apelativo que usan siempre es “Madre”, como si ésa fuera la única o principal función de una mujer. Por cierto que esto responde a un modelo patriarcal, pero en los sectores de menos recursos esta ideología es muy fuerte todavía. Y a las chicas lo principal que habría que enseñarles es a creer en ellas mismas, y por ellas mismas”.
«Es muy grave que no haya instrumentos de política pública para los que fueron padres. Porque es en esta etapa en la que tenés cuatro pasos que son emancipatorios: tenés tu primer hijo, terminás los estudios secundarios, ingresás al mercado laboral y lográs un hogar propio», explica de León, ante La Nación.
Balardini confirma el vínculo entre maternidad precoz, cantidad de hijos, falta de estudios y pobreza. Y, sobre todo, cómo la interacción de esos factores de algún modo “congela” a las mujeres de los sectores más pobres en el lugar en donde están. “Todos los estudios indican que estas situaciones dificultan salir de la pobreza”, comenta. “Se refuerzan así una distribución de tareas y lazos sociales y familiares propios de las concepciones más tradicionales de la división sexual del trabajo. Son necesarias, por parte del Estado, acciones que permitan superar estas circunstancias, tanto para las madres, como para sus hijos e hijas. Algunos pasos se han dado, pero es necesario avanzar mucho más”. Y ahí está Vanessa, con su hija y su vida a medio hacer, confirmando todo lo que aún falta.