Por Fernando Sommantico
Simona Halep es rumana, igual que uno de los mimados próceres en la historia del tenis, Ilie Nastase. Y si hacemos un poco de memoria no podemos olvidarnos del otro rumano famoso, al menos para los argentinos, Ion Tiriac el entrenador de nuestro Willy Vilas. Simona es un caso singular. Se consagro campeona de Roland Garros en el 2008 en juveniles y acaparo la atención de todos no solo por su tenis exquisito, sino también por sus grandes pechos. En ese momento nacían dos posibilidades, la búsqueda de la gloria deportiva o de la fama y el dinero a través de su figura. El tenis femenino se ha convertido en una excelente vidriera para muchas empresas. Algunas jugadoras ganaron más dinero en la pasarela que en los courts. El caso más emblemático fue el de la rusa Ana Kurnikova, quien nunca gano un torneo profesional a pesar de ser una joven promesa mundial, pero que gracias a su belleza generó mucho dinero. Quizás por eso abandonó el tenis e ingresó al mundo del marketing y la moda. Pero Simona escogió otro camino. Tras ganar la versión juvenil de Roland Garros tomo una decisión que marcó un antes y un después. En efecto, se sometió a una cirugía para reducir el tamaño de sus senos, porque el peso le generaba problemas físicos para entrenar. «Afecta mi capacidad de reacción, mis pechos me incomodan a la hora de jugar. Y no me gustan tampoco en mi vida diaria. Optaría por operarme aunque no fuera deportista«, explicó entonces. Lo que interesa destacar es que el día en que tomó esa medida, se alejaba de las pasarelas para emprender un camino más duro y menos glamoroso, ese que construye día tras día mediante el sacrificio del entrenamiento y cuyo rasgo distintivo es su final incierto, porque no hay ningún manual, entrenador o receta que garantice el éxito deportivo. Pero aquella resolución tan difícil de sustituir una segura renta económica, por la incierta gloria deportiva en un mundo mercantilizado tuvo su fruto. Este año Halep fue finalista en mayores de Roland Garros. Enfrentó a María Sharapova, otra figura emblemática de esa alianza que forman el deporte y el marketing. Más allá del resultado, que a esta altura es anecdótico, lo que me interesa remarcar es la elección de la rumana que privilegió al duro camino del trabajo paciente en búsqueda del logro deportivo, haciendo a un lado un dinero que estaba al alcance de su mano