Tengo una amiga que se droga. A la mañana mete cafeína para despertarse, a la tarde va tirando entre mateína y nicotina, y a la noche, con la excusa del dolor de cabeza, consume aspirina. Todas drogas peligrosas, claramente identificadas por su terminación –ina.
Por Paloma Fabrykant
Ya se sabe, ya está muy dicho. Las drogas ilegales no son necesariamente las más peligrosas. La legalidad está más sujeta a intereses políticos y económicos que a resultados científicos o análisis sociológicos. Pero la política prohibicionista fracasó en todo el mundo y hoy la tendencia es hacia la legalización de “drogas blandas” como el cannabis. Era evidente; pretender tolerancia cero hacia una conducta cada día más frecuente, hacia un producto cuya demanda crece en todo el mundo, es de una necedad rayana al infantilismo. Regular en lugar de prohibir parece la opción más sensata.
Y esto no pasa sólo en Uruguay. Estados Unidos, principal artífice de la guerra anti droga -que comenzó con Nixon en los 70 y se profundizó luego con Regan- hoy revisa su política represiva. En 2012 los estados de Colorado y Washington legalizaron el cannabis con fines recreativos. A finales de 2013, el 55% de los estadounidenses se pronunció a favor de la legalización, y hoy son 23 los estados que lo permiten con usos medicinales.
El New York Times comparó la prohibición del cannabis con la ley seca de 1920, y el mismo Obama afirmó que los riesgos de adicción son mínimos, comparados con los del alcohol y el tabaco. Si extrapolamos las consecuencias de la prohibición del alcohol (aumento del consumo, mercado negro, bares clandestinos, crimen organizado) a la del cannabis, concluiríamos fácilmente en que su legalización definitiva sería el tiro de gracia contra el narcotráfico.
Pero, ¿podemos continuar esta tendencia con el resto de las drogas? ¿Qué pasaría si se legalizase la cocaína? ¿Se acabaría el narcotráfico y con él el sicariato, el narcoterrorismo y la violencia que azota especialmente a países de producción y transito como Colombia y México? ¿Bolivia se transformaría en potencia mundial? ¿Viviríamos todos duros?
¿Que drogas deberían ser legales y cuales no? Si es por su peligrosidad, rivotril, alplax, tranquilan, etc deberían encabezar la lista negra. Pero el consumo de ansiolíticos está tan aceptado que hoy más de tres millones de argentinos los usan, lo que representa un crecimiento del 40% en los últimos diez años. Un informe del Sindicato Argentino de Farmacéuticos y Bioquímicos calculó que el mal uso o abuso de medicamentos provoca 100 mil internaciones y alrededor de 22 mil muertes por año. Además, el informe estima que el 40% de la población usa sedantes y estimulantes sin prescripción médica. ¿Pero quién va a desmantelar los laboratorios Bayer? La industria farmacéutica puede ser tan macabra como la del narcotráfico.
Y nos queda todavía por analizar las plantas sagradas. Al lado de los monstruos de producción de estupefacientes, los rituales de San Pedro o ayahuasca resultan un berretín folcklórico virtualmente insignificante o incluso anacrónico. Sin embargo, para sus usuarios, tienen un valor espiritual o religioso que corre por un camino totalmente alterno al recreativo o medicinal.
Alcohol, marihuana, pastillas, hongos, tabaco, café. Lo único que parece claro es que cada grupo humano tienen su narcótico de preferencia. ¿Es el uso de psicotrópicos una conducta intrínseca de la especie humana? ¿Necesitamos algo que nos corra el eje de nuestra percepción habitual de la realidad? Cuando yo era chica tenía un juego que me encantaba: girar y girar sobre mis pies hasta marearme.
Finalmente caía al piso y me reía sin parar un buen rato. Bajo una jurisprudencia distinta, eso podría estar prohibido y no sería más ni menos absurdo que todo lo demás.