Zika: Científicos advierten que es peor el remedio que la enfermedad

Por: Fernanda Sández @siwisi

Ante el brote de Zika, médicos advierten no sólo sobre el riesgo del uso masivo de químicos peligrosos sino también sobre las causas sociales del mal y alertan sobre el “negocio del miedo”.

Una enfermedad viral venida de Africa (y detectada en un bosque ugandés llamado Zika), un mosquito responsable de transmitirla (el Aedes Aegypti), casi 4000 niños nacidos con malformaciones en Brasil, una reciente alarma lanzada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y una solución que para muchos médicos e investigadores no será tal: fumigar a las poblaciones afectadas y tratar el agua potable con químicos probadamente dañinos para la salud humana, como el malatión.

Todo esto, que así contado parece la fórmula química de una novela de John Le Carré, es en realidad el estado de situación que ha desatado un nuevo brote de Zika en Brasil. El Zika (una enfermedad también llamada “el dengue suave”) es, junto con el dengue y la fiebre chikungunya, una de las tres patologías asociadas al mosquito Aedes Aegypti, una especie no autóctona que se extiende desde Florida hasta la Argentina.

¿Cuántos casos de Zika hay en Brasil desde que se diera la primera alarma, el pasado octubre? Según la agencia informativa IPS, nadie- ni siquiera las autoridades- lo sabe a ciencia cierta. “El gobierno no tiene datos siquiera estimados de las víctimas de la epidemia y sólo ahora decidió hacer obligatoria la notificación de los contagiados”, señala al respecto la agencia y agrega que “por dengue hubo 1.649.008 enfermos registrados por el Ministerio de Salud en 2015, con 863 muertos, 82,5 por ciento más que en 2014. Este virus está más diseminado y es más letal, pero parece conmover menos a la población que el zika”

La razón para esto seguramente sea la microcefalia (una condición en la que un bebé nace con un cerebro más pequeño que lo normal), asociada por algunos científicos brasileños a la presencia de zika. Dicho de otro modo, una mujer gestante que esté en contacto con el virus podría, según algunos especialistas, tener un hijo con esta clase de inconvenientes. Y, claro, fue decir eso y que se desatara el pánico. ¿Cómo poder saber, ante un embarazo, si la madre había estado en contacto con el virus y qué consecuencias podría traer éste al bebé en camino?

Sin embargo, como también destacó la agencia informativa, La Organización Mundial de la Salud precisa que aún no está comprobada plenamente una razón causal entre las dos enfermedades, pero el lunes 1 declaró una emergencia sanitaria de nivel mundial por la epidemia del zika y el aumento de los trastornos neurológicos y las malformaciones congénitas”.

Frente a esto, tanto desde la OMS como desde el Ministerio de Salud de Brasil se iniciaron acciones tendientes a combatir al mosquito. Y fue entonces cuando comenzaron los problemas porque para muchos observadores la experiencia demuestra que el manejo puramente químico de la situación (mediante fumigaciones y aplicaciones puntuales) no tendrá impacto real sobre el brote y sí uno muy concreto sobre ecosistemas y población expuesta. 

Así, el 2 de febrero la Asociación Brasileña de Salud Colectiva (ABRASCO), una organización con 35 años de experiencia en el campo de salud pública, dio a conocer un inquietante informe titulado Nota técnica sobre microcefalia y enfermedades vectoriales asociadas al Aedes Aegypti: Los peligros de los abordajes con larvicidas y las nebulizaciones químicas.

Allí se  presentaba otra versión de los hechos. Una que, en definitiva, no sólo cuestiona  el modo en el que las autoridades de salud brasileña buscan terminar con el brote sino que, además, llama la atención sobre la raíz social de la proliferación del mosquito y los peligros que implica combatir al vector (esto es, al mosquito Aedes Aegypti) con fumigaciones y aplicaciones de químicos en el agua que bebe la población de las zonas afectadas.

En el mismo se señalan las pésimas condiciones sanitarias en la que vive la gente más afectada por estas enfermedades (a menudo rodeadas de basurales, cursos de agua repletos de desperdicios y poco acceso al agua segura, lo que garantiza la proliferación no sólo del mosquito sino de múltiples enfermedades). Pero también se destaca “la utilización continua de larvicidas químicos en el agua de beber de esas familias por más de 40 años, sin por eso implicar la reducción en el numero de caso de enfermedades provocadas por el arbovirus”.

Pero esto no es todo: el informe también alerta que hace dos años “fue introducido en el agua de beber de las poblaciones en los domicilios y en las vías públicas un nuevo larvicida: el Pyriproxifeno.  Según la orientación técnica del Ministerio de Salud, ese larvicida es un análogo de la hormona juvenil o juvenoide, teniendo como mecanismo de acción la inhibición del desarrollo de las características adultas del insecto”. Traducción: se trata de una sustancia que altera el normal desarrollo del mosquito y termina causándole la muerte.

Para los especialistas de la Red de Médicos de Pueblos Fumigados (una organización argentina que nuclea a los profesionales de la salud preocupados por el impacto del uso masivo de agroquímicos sobre las poblaciones expuestas) las malformaciones que se detectan en miles de hijos de las mujeres embarazadas que viven en las zonas donde el estado brasileño colocó piriproxifeno en el agua para beber no parece una casualidad, por más que el Ministerio de Salud culpe directamente al virus del Zika por este daño, trate de ignorar su responsabilidad y descarte la hipótesis del daño químico directo y acumulado por años de disrupción endocrina e inmunológica en la población afectada”.

Asimismo, destaca que “los médicos de la Asociación Brasileña de Salud Colectiva (ABRASCO) reclaman urgentes estudios epidemiológicos que consideren esta opción causal sobre todo cuando entre los 3.893 casos de malformaciones confirmadas al 20 de enero de 2016, 49 de estos niños habían fallecido y en cinco, solamente, se había confirmado la infección con Zika”.

Entonces, ¿es  en realidad el Zika el responsable único y último de estos casos de microcefalia, o deberían ser cuanto menos tenidos en cuenta para su evaluación algunos otros factores, entre ellos las pésimas condiciones de salud socio-ambiental en las que viven los enfermos y la aplicación continua y creciente de sustancias químicas no sólo en el agua potable sino en todo el entorno en donde viven estas personas?

¿Qué nosotros estamos a salvo? ¿Qué todo esto es privativo de Brasil? No crean. En ese mismo informe se señala de hecho que “Brasil fumiga contra el Aedes adulto utilizando malation, un compuesto organofosforado cancerígeno para la OMS. Paraguay adquirió miles de toneladas de clorpirifós para “derribar” mosquitos, aunque sabemos que clorpirifós afecta el cerebro en desarrollo de fetos y recién nacidos. En Argentina el “control” de vectores se hace con piretroides, un poco menos tóxicos pero prohibidos en Europa por sus efectos sobre las personas”.

A modo de conclusión, el informe argentino destaca que “la estrategias hegemónicas para enfrentar estas enfermedades trasmitidas por mosquitos y multiplicadas por la pobreza, la falta de saneamiento ambiental, de excretas, de agua segura, son programas de intervención vertical, con venenos químicos (larvicidas y adulticidas) que desmovilizan a la población al depender todo el éxito de las propiedades del veneno, que a la vez los enferma, mata a la predadores naturales de los mosquitos y genera la necesidad de repetir las aplicaciones para beneficio de las empresas de venenos químicos”.

O, dicho de otro modo, que en materia de enfermedades como éstas, fuertemente vinculadas a la pobreza y la injusticia social, a menudo las soluciones más espectaculares (llenas de aviones, anuncios y hasta 220.000 militares movilizados, como en Brasil) a menudo el remedio es tanto peor que en la enfermedad. Menos para la  industria química y farmacéutica, claro, que sigue haciendo del miedo una de sus mejores estrategias de marketing. 

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