Adolescencia: cómo es la miniserie del momento

Con cuatro capítulos de una hora de duración cada uno, la historia de origen inglés se puede ver a través de Netflix.
Por: Pablo Strozza

 

Son contadas las ocasiones en las que calidad y popularidad se dan la mano para sellar un pacto irrevocable, y mucho más si hablamos de consumos de espectáculos. Una prueba se da cuando una película, un disco, un recital, un libro o una serie, por citar ejemplos azarosos, se vuelven tema de conversación obligado en reuniones de amigos o familiares, e incluso también en las redes sociales. Adolescencia; miniserie inglesa de cuatro capítulos de una hora promedio de duración creada por Jack Thorne y Stephen Graham, dirigida por Philip Barantini, protagonizada por el debutrante Owen Cooper, Stephen Graham, Christine Tremarco, Erin Doherty y Ashley Walters, entre otros, y producida por Brad Pitt; que se puede ver en estos días a través de Netflix, es uno de esos casos para celebrar.

Un niño de trece años llamado Jamie Miller, hijo menor de un plomero y una ama de casa, que vive en un típico suburbio inglés, es arrestado en su casa por la fuerza una mañana antes de ir al colegio, acusado de matar a cuchillazos a una compañera de clase. El chico clama por su inocencia ante su padre, al punto de llegar a orinarse encima, pero poco después la historia pegará un volantazo. Y hasta acá llegamos antes de que nos azote la maldición de los spoilers.

Lo primero que se tiene que decir es algo que se repitió hasta el hartazgo. Cada capítulo de Adolescencia está filmado como un plano secuencia. Esto es que no hay cortes en el momento del rodaje: todo transcurre como una larga escena, tiempos muertos incluidos, en tiempo real, en una sola toma. La hora de duración de cada episodio es una hora neta de filmación. El recurso no es nuevo: directores como Alfred Hitchcock y Alexander Sokurov supieron filmar films enteros así como La soga o El arca rusa, respectivamente. Pero lo que podría pasar por una exageración de la destreza a la hora de un registro cinematográfico en Adolescencia funciona a favor, ya que potencia la tensión y deja al espectador con ganas de más. Por lo tanto, ver a esta miniserie como una película de cuatro horas de cuatro planos secuencias no es un error, sino que una forma más de encarar la experiencia de verla.

Por lo demás, la serie pone en el tapete la relación de los adolescentes con las redes sociales (principalmente Instagram) y el qué dirán, el bullying, y como los padres y los maestros e incluso la policía pueden y suelen quedarse afuera de unos códigos que pueden parecer virtuales pero cuya transformación en realidad es mucho más finita. Llega un momento en el que el crimen en sí pasa a un segundo plano en detrimento de los motivos, que termina no siendo sólo uno. Todos parecen tener un grado de culpabilidad: la educación familiar y escolar, el entorno real y el virtual, las burlas, incluso un racismo implícito que pasa tanto por el color de la piel como por lo religioso.

Nada de todo esto que se dice podría ser sin un guión de fierro y actuaciones memorables. Cooper, en el papel de Jamie Miller, se lleva las palmas más que nadie, por ser la primera vez que se planta ante las cámaras y por interpretar a un niño que puede pasar de lo encantador a lo demoníaco en un abrir y cerrar de ojos. El tercer episodio es una clase actoral entre él y Erin Doherty. Parafraseando a aquel viejo programa de Dario Vittori, teatro como en el teatro, pero desde la tele (y ahora el streaming).

En el site de críticas Metacritic, Adolescencia tiene un promedio de 90/100 basado en 24 reseñas, lo que es sinónimo de “aclamación universal”. Un último motivo para separar cuatro horitas frente a la tele y ver esta miniserie. No se arrepentirán.

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