Corre el año 2008. Mientras cumple su trabajo como repositora en un supermercado rosarino, una chica no puede evitar ver en un televisor la mala nueva: un sobreviviente de la masacre de Cromañón decidió suicidarse. Esa misma noche, durante una fiesta electrónica, recibe un mensaje de texto en su teléfono celular: entre las cosas del joven se encontró una mochila que era suya. La mochila que ella llevaba la noche del 30 de diciembre de 2004, y que creyó haber perdido en el incendio ocurrido en el boliche de Once durante un show de Callejeros. Un rato después toma la decisión: volverá a la ciudad de Buenos Aires a recuperar sus cosas y a cerrar esa parte de la historia de su vida.
Así empieza Cromañón, la serie de ocho capítulos de aproximadamente cuarenta minutos de duración cada uno, que ya se puede ver a través de Amazon Prime Video. Las directoras son Fabiana Tiscornia y la chilena Marialy Rivas, y está protagonizada por Olivia Nuss, Toto Rovito, José Giménez Zapiola, Luis Machín, Soledad Villamil y Lautaro Rodríguez, entre otros. El guión es de Josefina Licitra, Pablo Plotkin y Martín Vatenberg, y la música incidental estuvo a cargo de Evlay, Gabriel Pedernera (Eruca Sativa) y Hernán Segret.
De entrada, la historia de ficción lidia con un detalle ineludible: mal que mal, todos sabemos lo que pasó esa horrible noche, y que cuales fueron las consecuencias para cada uno de los implicados, llamensé espectadores vivos o muertos, los integrantes de Callejeros, Omar Chabán, familiares de muertos o sobrevivientes, o Aníbal Ibarra, por citar sólo algunos ejemplos de todos los que aparecen nombrados en la serie. Por lo tanto, la maldición del spoiler queda, a su manera, neutralizada en este caso. Entonces, a través de las idas y venidas temporales en los cuatro primeros episodios, nos damos cuenta sin ser detectives de cuál será la suerte final de cada uno de esos amigos que fueron a un concierto de rock y se vieron envueltos en la más grande matanza en la historia de la ciudad de Buenos Aires. Una dirección estética para aplaudir ante un problema que, a priori, se presentaba de difícil solución.
El hecho de encarar un hecho real desde una ficción permite ciertas licencias a la hora de reflejar esa historia. Pero para que el resultado sea verosímil deben respetarse ciertas cuestiones: una reconstrucción de época impecable, guiños a modos anteriores similares en cuanto al género narrativo y el uso de una jerga oral acorde a la época en la que transcurre la acción. Todas esas cuestiones se respetan a rajatabla en Cromañón, y siempre con un cuidado hacia el resultado final de un nivel altísimo, internacional. Por otro lado, otra decisión a destacar es que no suene en ningún momento ninguna canción de Callejeros. Todos los motivos imaginables para tomar esta decisión son lícitos: desde no generar beneficios económicos vía regalías a la banda, que fue condenada por la justicia hasta no remover ningún recuerdo entre quienes quedaron con vida.
La narración de la serie está armada de tal forma para que en el quinto capítulo se muestre el principio del fin: el incendio dentro de Cromañón. Las imágenes son crudísimas; la iluminación, en un tono que alterna entre el gris y el azul, fundamental y un personaje más dentro del cuento; y no se escatimaron recursos: la cantidad de extras se tiene que contar en varios centenares. Hay que pensar que el drama real se desarrollaba en dos locaciones de manera simultánea: dentro del boliche y en la calle. Es otro acierto que esta parte del relato que transcurría en Once y la otra que se gestaba en paralelo (cómo se fueron enterando los familiares del incendio) se hayan resuelto en dos capítulos por separado y no en uno doble, como a veces se estila en esta clase de series. La intensidad de la catástrofe y la manera en que se detalló así lo exigía.
“Una tragedia es algo que se puede evitar. Cromañón no fue una tragedia: fue una masacre”. Palabras más, palabras menos, eso es lo que dice en un momento el personaje de Luis Machín, y la frase sirve para resumir Cromañón en varios niveles de lectura. Respeto eterno, entonces, para todas las víctimas de este hecho espantoso que aún duele, y que modificó para todos las reglas del juego en la industria del entretenimiento nocturno. Cromañón: nunca más.