Estamos adentrándonos en la Semana Santa de 2025, que comenzó oficialmente el 13 de abril y culminará el 20 de abril con el Domingo de Resurrección. A diferencia de otras festividades que tienen fechas fijas, como la Navidad, la celebración de Semana Santa depende de factores astronómicos, y no de decisiones de la Iglesia.
El origen de esta variabilidad radica en el calendario lunar, utilizado por los cristianos desde tiempos antiguos para determinar la muerte de Cristo, la cual ocurrió durante la Pascua judía. Por esta razón, la festividad no tiene una fecha estable. El primer Domingo después de la primera luna llena de primavera o de otoño, según la región, es la fórmula que se utiliza para fijar la celebración.
La historia de la decisión
El Primer Concilio de Nicea, que se llevó a cabo en el año 325, fue crucial en esta decisión, pues estableció que la conmemoración tendría que llevarse a cabo siempre un domingo, para así no coincidir con la Pascua judía. Este método implica que Semana Santa cambia de fecha cada año, dado que se basa en ciclos lunares que no se alinean con el calendario solar utilizado en nuestras vidas diarias.
A modo de ilustración, el equinoccio de primavera, que se da entre el 19 y el 21 de marzo, no tiene un día fijo, dado que la Tierra tarda 365 días y 6 horas en completar su órbita alrededor del Sol. Este desajuste entre el calendario solar y el lunar es la razón por la que las fechas de Semana Santa fluctúan cada año.
La Pascua cristiana, por lo general, se celebra entre el 22 de marzo y el 25 de abril, siendo el 19 de abril el día que más veces coincide con el Domingo de Resurrección. Así, la tradición se mantiene viva, adaptándose al ciclo de la naturaleza y al ritmo de las lunas.