La traducción al castellano del término inglés Mayhem es Violencia. Hasta estos días, si hablamos de rock, este vocablo sólo podía ser asociado a un grupo noruego pionero del black metal cuyo líder, apodado Dead, se suicidó en 1991; y cuyo guitarrista, que se presentaba bajo el alias de Euronymous, fue asesinado por Varg Vikernes, cofundador de la banda Burzum, rivales estéticos de Mayhem y aficionado a la quema de iglesias centenarias en su país. Pero desde ahora hablar de Mayhem será hablar del sexto álbum de estudio en solitario de Stefani Joanne Angelina Germanotta, también conocida en todo el mundo por un pseudónimo: Lady Gaga.
Mayhem, disco del que ya se habían adelantado los singles “Die with a Smile” (en colaboración con Bruno Mars), “Disease” y “Abracadabra”, marca el abandono ¿momentáneo? de la Gaga que se le plantaba de igual a igual a un gigante como Tony Bennett a cantar standards de jazz o a la actriz que brillaba en la remake de A Star Is Born o en la segunda parte de The Joker para volver a la ser una cantante ATD: Apta para Toda Disco. Y eso se da de la mano de un disco al que el gastado calificativo de ecléctico le calza de manera perfecta. Pop, rock industrial, electrónica, rock, gótico, dark y disco music se agolpan todos juntos con una bienvenida coherencia que la confirma de nuevo como una de las grandes pop del Siglo XXI.
Y esta referencia a este tiempo es curiosa. Si bien es casi imposible imaginarse a Gaga en otro tiempo que no sea el actual, Mayhem guarda en el fondo un aire retro, emparentado desde lo conceptual con grandes camaleones como David Bowie o Prince, e incluso con la mirada robótica hacia la discoteca que supo tener Daft Punk desde Francia. El mérito, en este caso, es pura y exclusivamente suyo.
Y ese mérito pasa, por ejemplo, cuando Gaga conjuga letras un tanto oscuras con referencias y samplers a The Cure y Siouxsie and The Banshees (“Perfect Celebrity” y “Abracadabra”, respectivamente). “Killah”, en cambio, bebe de aquellas aguas que Trent Reznor supo contaminar de desechos industriales con Nine Inch Nails. “How Bad Do U Want Me” vira hacia el tecno pop de la primera época de Depeche Mode y “Don’t Call Tonight” navega hacia un funk electrónico que puede remitir tanto a Prince como a Daft Punk. “Blade of Grass” y “Die with a Smile” bajan un poco los BPMs (Beats por minuto) con una balada, en el primer caso; y con un rockito cuyo encanto pasa por la contribución de Bruno Mars, en el segundo.
Lady Gaga encarna como nadie a la estrella pop post Madonna y post Britney Spears, y las iguala. Por un lado cosecha los frutos que ambas supieron sembrar a lo largo de sus trayectorias, y por otro se presenta desprejuiciada ante el mainstream cinematográfico de Hollywood y sale más que airosa en A Star Is Born y The Joker II, una materia en la que ninguna de sus predecesoras pudo o supo hacer pie, sino todo lo contrario. Quizás lo único que le falte para superar a ambas en una gira mundial despampanante en cuanto a puesta en escena, un ítem en el que Madonna aún es insuperable. Mayhem puede ser, quizás, ese punto de partida.