En Realismo capitalista, el crítico cultural inglés muestra una fotografía lúcida sobre el sistema y el papel de la izquierda, y hasta arriesga alguna solución posible.
Por Pablo Strozza (@pstrozza)
Muchos conocieron al periodista musical y teórico inglés Mark Fisher como el compilador de Jacksonismo, una serie de artículos dedicados al Rey del Pop tras su muerte que vieron la luz en forma de un libro que fue publicado acá por la excelente editorial Caja Negra. Y es precisamente Caja Negra quien acaba de publicar Realismo capitalista: ¿No hay alternativa?, un libro que Fisher sacó en su país originalmente en el año 2008.
Realismo capitalista es el libro ideal para quienes visitaban K Punk, el blog de Fisher. Esa página web personal daba cuenta de la formación de Fisher: miembro de la Cybernetic Culture Research Unit (CCRU), colectivo de investigación académico de vanguardia formado por estudiantes de filosofía de la Universidad de Warwick, influidos tanto por la literatura cyberpunk de William Gibson, las distopías de J.G. Ballard y las profecías de William S. Burroughs como por la teoría post marxista de Deleuze y Guattari, con el jungle de los 90 como banda sonora; creador del concepto musical de hauntology (“espectrología”) junto con Simon Reynolds para hablar de las bandas del sello Ghost Box y de solistas como Burial y Kode 9, y sus sonidos brumosos y fantasmagóricos deudores de Lovecraft y analista lúcido tanto de los desastres del capitalismo neo liberal como de las ineficaces políticas que lleva a cabo la izquierda tras la caída del Muro de Berlín.
Hay varias aristas para destacar en Realismo capitalista. El primero es el estilo de escritura de Fisher: súper amigable y didáctico, como buen pop writer. Ahí están los ejemplos con los que apoya e ilustra el estado del Reino Unido post Cool Britannia en plena crisis de 2008, que van desde el suicidio de Kurt Cobain hasta su propia experiencia como profesor en un instituto terciario, con escalas en las enfermedades mentales actuales o “hedonia depresiva” y “poslexia”, tal como denomina respectivamente al estado de insatisfacción que se da por vivir en un presente continuo constante y los desordenes de la memoria que se producen en los jóvenes y no tanto por vivir conectados de forma constante a esa Matrix llamada Internet.
Pero la clave es la frase “No hay alternativa”, que Margaret Thatcher pronuncia en la histórica huelga de los mineros de principios de los años 80 (en la que la Primer Ministro resultó victoriosa) para defender su política de estado de no beneficiar a los trabajadores. Esos dichos resultaron proféticos a la hora de señalar la victoria capitalista tras la caída del comunismo. Ahí es cuando otra máxima entra a jugar, y es la de Slavoj Zizek: “Hoy en día nos resulta más fácil imaginar el total deterioro de la Tierra y de la naturaleza que el derrumbe del capitalismo”. Y donde la burocracia, representada tanto por El proceso y El castillo de Franz Kafka como por la atención al cliente de los call centers, talla para que todo siga igual y se profundice.
Entonces, tal como dice el subtitulo del libro, ¿no hay alternativas? Fisher cree que sí, y las plantea de forma un tanto tímida. Una es lo que denomina Super Nanny (cita a un reality show que emitía la TV británica en donde una niñera daba consejos a padres sobre la crianza de sus hijos) Marxista, donde se combatiría este estado de goce permanente. Por otro lado desconfiar del uso solipsista de las redes sociales y desconectar de la Web en la medida de lo necesario para fomentar el hábito de la lectura de forma casi revolucionaria (“El capitalismo es iletrado”). Y volver a un estado que desde sus medios públicos garantice el acceso a la cultura “alta”, donde pone como ejemplo al Taller Radiofónico de la BBC y a la difusión televisiva por parte de la cadena estatal británica de películas como Solaris de Tarkovsky, para que el ciudadano vuelva a ser “público” y no “consumidor”. A estos conceptos de Fisher, de quien esperamos con ilusión la aparición en castellano de Ghost Of My Life: Writings On Depression, Hauntology and Lost Figures, su libro de 2014, nos permitimos sumar para terminar esta reseña dos cuestiones más, al mejor estilo de Kurt Vonnegut: ser mejores personas y vivir con humor por sobre todo. Que así sea.