En The Monsanto Years, el canadiense factura un disco de protesta contra la compañía agroquímica y contra todos quienes dañan el medio ambiente.
“Es un nuevo día para el planeta. Es un nuevo día para que el sol brille sobre lo que estamos haciendo. Es un nuevo día para el amor. Es un mal día para no hacer nada, cuando mucha gente necesita nuestra ayuda para conservar sus tierras a salvo de los poderosos que sólo las saquean para sí mismos”. Los dos primeros versos de “A New Day For Love”, el tema de apertura de The Monsanto Years, marcan el tono del trigésimo sexto disco de estudio de Neil Young: un álbum conceptual en donde el canadiense, que con casi setenta años es, junto a Leonard Cohen y Joni Mitchell uno de los tres músicos de su generación más importantes de su país, suena como un hippie grunge furioso y enojado contra la firma agroquímica Monsanto. Un disco de protesta similar a Living With War (2006, en donde arremetía contra la administración de George W. Bush). Una placa en donde el sueño ecológico que narraba en 1970 en “After The Gold Rush” (“Miren a la Madre Naturaleza en fuga”) y que luego profundizó en la ópera rock Greensdale (2003) y en Fork In The Road (2009) cobra valor de realidad.
Cuenta la leyenda que el año pasado, tras una zapada informal en el festival Farm Aid (una iniciativa del mítico cantante country Willie Nelson para ayudar a los granjeros estadounidenses que ya tiene más de tres décadas) Young decidió que su nuevo disco debía ser grabado con el grupo The Promise Of The Real, integrado por Micah y Lukas Nelson, hijos del viejo Willie. Y así es que, sin llegar a las cimas de libertad rockeras que Neil suele llegar junto a sus camaradas de Crazy Horse (la mejor banda de garage de todos los tiempos, sin discusión posible), The Monsanto Years supera en intensidad a Mirror Ball (1995), la colaboración de cantautor con Pearl Jam. Young se aprovecha, para bien, de la frescura de sus músicos para que brillen tanto ellos como su inoxidable Gibson Les Paul negra.
La canción clave del disco es “A Rock Star Bucks A Coffee Shop”. El juego de palabras es explícito desde el título. Pero la lectura va más allá de la letra (“Cuando la gente de Vermont votó etiquetar los alimentos transgénicos para así poder saber lo que había detrás de lo que se cultivaba, Monsanto y Starbucks, a través de la Asociación de Fabricantes de Comestibles, demandaron al estado de Vermont para así anular la voluntad del pueblo. Monsanto -y Starbucks-, las madres quieren saber que le están dando de comer a sus hijos”), ya que también lleva a pensar en los artistas que supieron vender sus discos a través de la cadena de cafeterías. Y ahí es donde se da la mano con “People Want To Hear About Love” donde, como bien señala el crítico de Rolling Stone Jon Dolan, “le pega a la industria de la música por producir canciones de amor superficiales en masa, en vez de hacer música más significativa sobre los supuestos vínculos entre los pesticidas y el autismo”. Y en “Workin’ Man”, Young toma prestada la melodía de “It’s All Over Now” de los Rolling Stones para narrar el derrotero de un granjero de Indiana versus Monsanto. Un recurso musical que ya utilizó en “Borrowed Tune” (con “Lady Jane” de los Stones) y en “Flags Of Freedom (con “Chimes Of Freedom” de Bob Dylan) con resultados óptimos.
The Monsanto Years es un buen disco, pero no llega a codearse con las mejores obras de Neil Young: allí están toda su producción de los años 70 (todos registros imbatibles), o discos como Ragged Glory (1990), Harvest Moon (1992), Prairie Wind (2005), Chrome Dreams II (2007) o Le Noise (2010) para confirmar esta afirmación. Pero, y esto sí es un mérito del canadiense, es imposible de dejar de tararear la palabra “Monsanto” después de escuchar el disco, de la misma manera que ocurría con la canción “Living With War” y su melodía tan adhesiva como un chicle Bazooka. Allí es donde hay que admitir que el trabajo de concientización opera en la cabeza a varios subniveles. Misión cumplida, entonces, por Neil para con el oyente. La estrella de rock se rebeló, para bien, contra la cafetería, y contra la industria agroquímica.