Priscilla Presley: La esposa del Rey que no fue Reina

En la película dirigida por Sofía Coppola se toma posición por la mujer de Elvis, pero sin caer en ninguna clase de panfleto.
Por: Pablo Strozza

 

La fecha clave es septiembre de 1959, y el sitio es Bad Nauheim, ciudad situada a unos treinta y cinco kilómetros de Frankfurt, Alemania. En un día que no está del todo preciso, en una fiesta, Priscilla Beaulieu, que contaba con sólo catorce años de edad, conoció a quien en ese entonces era la persona más famosa del planeta: Elvis Aaron Presley, que se encontraba haciendo el servicio militar en tierras teutonas. El flechazo es inmediato, pero cuenta con la oposición lógica de los padres de Priscilla, que era menor de edad. Tres años después, en 1962, Elvis y Priscilla se reencuentran, y el cantante le propone que se vaya a vivir con él a Graceland, su mansión de Memphis, para casarse con ella en 1967, más allá de los rumores constantes de infidelidad por parte de Presley. Casi enseguida ella queda embarazada.

Más allá del nacimiento de su hija Lisa Marie, del retorno del Rey a la cima en su especial televisivo de 1968, y de su comienzo de sendas residencias artísticas en hoteles de Las Vegas, Elvis y Priscilla comienzan a transitar vidas paralelas, con él en la Ciudad del Pecado y ella en California, más allá de estar juntos. Lo único que comparten es un inusitado fanatismo por el karate, arte marcial de la que ambos se hacen adictos. De allí a que Priscilla le pague con la misma moneda a Elvis hay un paso: el romance entre ella y su profesor de karate se torna inevitable. Y lo mismo que el divorcio: en 1973 Elvis y Priscilla se separan. Elvis Presley muere en Graceland el 16 de agosto de 1977 y en 1985 Priscilla publica el libro Elvis & Me, donde narra su vida con su primer marido.

Elvis & Me es el libro que la directora Sofía Coppola decidió adaptar para su octavo largometraje. La adaptación, llamada como era obvio Priscilla, cuenta con la venia de la dama en cuestión (a la postre productora ejecutiva del proyecto), más allá de que no suena ninguna canción del Rey. Cailee Spaeny interpreta a Priscilla, Jacob Elordi a Elvis, y Raine Monroe Boland y Emily Mitchell se ponen en la piel de Lisa Marie Presley. La película fue estrenada en la última edición del Festival de Cine de Venecia, y Spaeny ganó el premio a mejor actriz de la muestra.

La primera asociación lógica que surge al ver Priscilla es con María Antonieta (2006), también dirigida por Coppola. Ambas recreaciones de época son impecables, aunque la vida de la reina francesa tiene un costado visual más pop que recreación los años 60 de Mrs. Presley (recordar el inolvidable paneo donde en medio del calzado real se colaban un par de zapatillas All Star). La unidad pasa por la vida de dos mujeres encerradas en un mundo de cristal, sin contacto directo con el exterior. Una que abusa de su poder real absoluto y otra que es consciente que puede tener todo lo quiera, como una reina (al fin y al cabo es la esposa del Rey del Rock & Roll) pero que no lo tiene, al ser controlada por las familiares mujeres de su famoso marido. Allí es donde la mirada de Coppola baja línea pero no de modo ciento por ciento panfletario: está claro que hay una crítica al machismo de Elvis, pero la sugerencia narrativa gana por sobre cualquier otro intento declamativo, más allá de alguna silla que vuela. El tono de la fotografía tiene mucho que ver al respecto. Y eso es algo para festejar.

Priscilla, por su modestia, por la manera que cuenta una historia más que conocida, merece tener su sitio de honor en esta temporada de premios cinematográficos que acaba de comenzar. Spaeny ya estuvo nominada a los Globos de Oro. Esperemos que todos los demás lo estén para los Oscar, que están a la vuelta de la esquina.

 

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