El nuevo largometraje del mexicano Alfonso Cuarón, financiado en parte por el gigante del streaming, se estrena en simultáneo en las pantallas chicas y grandes, pero se aprecia mejor a la vieja usanza. Los razones, las posibilidades de Oscar, y la silenciosa batalla entre el director y la empresa para que se proyecte (o no) en las salas.
Primero, la data dura: Roma es el nuevo film del mexicano Alfonso Cuarón, ganador de dos Oscar a Mejor Director y Mejor Montaje por Gravity (2014). En riguroso blanco y negro, la película cuenta la historia de Cleo, una empleada doméstica de una familia de clase media alta que vive en la Colonia Roma (colonia es el término mexicano equivalente a barrio) en el Distrito Federal azteca a principios de los años 70. Financiada en gran parte por Netflix, combina un tono equidistante entre una súperproducción y un registro intimista para pintar un fresco sobre la sociedad de ese país con su machismo y violencia política y, al mismo tiempo, posee una mirada nostálgica sobre la infancia, que por momentos la emparenta con Amarcord de Federico Fellini y que está implícita desde el título (la palabra Roma es, como todos saben, anagrama de amor). Roma obtuvo el León de Oro en el Festival de Cine de Venecia (el máximo galardón de esa tradicional muestra) y suena firme para ser nominada en varios rubros en los próximos Oscar.
Roma se estrenará en la Argentina el viernes 14 de diciembre en simultáneo tanto en Neflix como en los cines (en Buenos Aires se proyectará de manera gratuita en el MALBA durante dos fines de semana). Y aquí es donde empiezan las “contradicciones”.
Ted Sarandos, el mandamás del gigante del streaming, se opuso a que la película se proyecte en la pantalla grande con la excusa que esto es muy poco amigable para aquellas personas que no viven cerca de una sala y que están atadas a los férreos horarios de las proyecciones. Es lógico: el hombre defiende a sus empleadores. Esta postura privó a Roma de ser parte del Festival de Cannes, ya que las leyes francesas dicen que cualquier película que pase por los cines deben esperar un año y medio antes de ser emitidas en las plataformas on demand.
El film fue proyectado en el Festival de Toronto, se dará en la Cinemateca de Montevideo, fue estrenado de forma comercial en Polonia y Corea del Sur, no fue exhibido en Francia, sí lo fue en México y España en los circuitos de cine arte y se programó en un número reducido de salas en los Estados Unidos para cumplir con los requisitos que establece la Academia de Hollywood para los Oscar.
Y Cuarón, por su parte, admitió que sin Netflix no hubiera sido posible de rodar, pero llamó a manifestarse a través de las redes sociales para que Roma pueda ser vista en los cines a la vieja usanza. Ese pedido tuvo un apoyo inmediato por parte de actores y directores, que le piden al público que paguen una entrada y aprecien Roma en las salas.
“No ha llegado a las salas” pero ROMA rompe récords de recaudación en salas?! https://t.co/BBAUgFe9ud
— Alfonso Cuaron (@alfonsocuaron) December 12, 2018
Tras ver el film en una avant premiere organizada por la Embajada de México en la Argentina, desde #BORDER podemos decir que Roma es una experiencia que debe ser vivida en el cine.
Y es que más allá de las actuaciones excepcionales (Yalitza Aparicio, protagonista de la película, es una revelación) la fotografía y el tratamiento sonoro perderán su impacto al pasar de la pantalla grande al televisor.
En el primer caso, la elección del blanco y negro no funciona como un capricho sino que potencia la captura de poder recordar momentos que son pasado lejano (Cantinflas en la TV o la radio portátil AM como compañía permanente en los hogares, por citar sólo dos ejemplos) y que no volverán a ser presente jamás. Y en cuanto al sonido, así como ocurre con la filmografía de nuestra Lucrecia Martel, Cuarón es plenamente consciente de que el cine es un lenguaje audiovisual, y trabaja el sonido de manera perfecta.
Ya lo hizo en Gravity con el silencio del espacio exterior, y lo repite acá de manera contraria, al reflejar tanto la polución sonora del (ex) Distrito Federal mexicano en distintas capas que se potencian a través del Dolby como al hacer que, salvo en un par de ocasiones contadas que no detallaremos para no caer en la maldición del spoiler, toda la música que suene en Roma salga de la radio.
Lo mismo pasa con las escenas rodadas en las playas de Veracruz, que no tendrán en la tele la fuerza que sí tienen en la pantalla grande, por más que se posea un Home Theatre y unos parlantes poderosos.
Mejor Película, Mejor Película Extranjera, Mejor Director, Mejor Sonido y, porque no, Mejor Actriz: seis categorías de los Oscar a las que Roma debería estar nominada, con grandes chances de llevarse la dorada estatuilla. Ya hay quienes pugnan por eso: los críticos de Nueva York, en su balance anual, la nombraron como Mejor Película de 2018. Si estas nominaciones ocurrirán o no, es entrar en el terreno de la futurología, y ya sabemos que la Academia suele comportarse muchas veces en estos casos de forma caprichosa e inentendible. Lo que sí podemos decir sin que nos tiemble el pulso es que ver Roma es someterse a una experiencia, y que esa experiencia es completa si se vive primero en una sala de cine. Están avisados: #BORDERPERIODISMO, antes que nada, es servicio.