Suspiria (1977), dirigida por el italiano Dario Argento, es un hito ineludible a la hora de hablar del cine de terror. Protagonizada por Jessica Harper e inspirada en en el ensayo de Thomas De Quincey de 1845 Suspiria de Profundis, la historia da cuenta de una estudiante de ballet estadounidense que recala en la ciudad alemana de Freiburg para estudiar y descubrir que, en esa academia, se esconden una serie de asesinatos vinculados con lo sobrenatural y que ese lugar es, en realidad, la sede de una cofradía de brujas. La música, cortesía de la banda de rock progresivo italiano Goblin y la puesta en escena, llena de colores fuertes, vivos y saturados con el rojo en un papel tan protagónico como el de los actores, hicieron del film un clásico del género tanto para el público como para la crítica, ya que tuvo enormes recaudaciones en todo el mundo y es, aún hoy, objeto de análisis en dado lo innovador en el uso de cámaras y de revelado.
Por todo eso, cuando se supo que Luca Guadagnino (el director de Call Me By Your Name), sobrevoló un rechazo anticipado por parte de los fans de la original, con el temor (fundado) de que un cineasta alejado de las mieles del terror fuera a opacar la genialidad de la original. Para ellos, hay buenas noticias: la versión 2018 de Suspiria está muy lejos de ser un sacrilegio, ya que, gracias a varias decisiones que modifican a su antecesora, hacen de la historia una nueva historia, y la transforman en homenaje.
La primera de esas decisiones es una mudanza: la historia transcurre en 1977 en Berlín Occidental, en el mismo momento en el que un grupo del Frente Popular para la Liberación de Palestina, en asociación con los alemanes de la Fracción del Ejército Rojo (RAF), secuestran el vuelo 181 de Lufthansa para pedir por la liberación de los líderes de estos últimos (los famosos Andreas Baader, Gudrun Ensslin y Jan-Carl Raspe), que estaban presos por desarrollar actividades terroristas. Tampoco es casual que la academia este ubicada enfrente al Muro, y que David Bowie, que en esos momentos se encontraba en la ciudad grabando Heroes, sea una presencia tácita constante (ya volveremos a este punto). El aquelarre, que Argento devela al final de su película, aquí está blanqueado de entrada. Los colores vivos de la versión Argento son reemplazados por una puesta ciento por ciento gris y racional, más acorde con la ciudad, con el invierno y con la racionalidad con la que se suele afiliar a la Alemania de post guerra. Y el barroco rock progresivo de Goblin es dejado de lado por las texturas electrónicas que aporta Thom Yorke, el líder de Radiohead, que pueden pasar de lo ambiental a lo wagneriano sin tomar más protagonismo que el necesario.
Dakota Johnson y Tilda Swinton se roban la película en el rubro actuaciones por distintos motivos. La primera, que encarna el papel que Harper hizo en la película de Argento, por su increíble fotogenia. Se suele decir que hay actrices que, por su belleza, enamoran de por sí a la cámara, y Johnson es una de ellas. Y si a eso le sumamos una, hasta el momento, desconocida destreza para el baile y un papel que asoma tímido para terminar con una fuerza inusitada, no es descabellado pensar que luego de sus actuaciones en la saga de las muchísimas sombras de Grey Suspiria sea el rol que termine de establecer a la hija de Don Johnson y Melanie Griffith como una de las grandes actrices de su generación. En cuanto a Swinton, hay un detalle de la película que no develaremos aquí por temor a la maldición del spoiler: sólo diremos que aquellos que la hayan visto en la adopción cinematográfica de Orlando de Virginia Woolf (filmada en 1993) corren con ventaja para develar esa intriga. Lo que sí podemos develar es que, por momentos, sus gestos hacen pensar que no es ella sino David Bowie quien actúa. La relación no es caprichosa si recordamos que Swinton, en el papel del Duque Blanco, fue la protagonista del clip de la canción “The Stars (Are Out Tonight)”. Y también es lo que hace pensar que, en el fondo, la remake de Suspiria sea un velado homenaje a la etapa berlinesa de la vida del desaparecido cantautor británico. El poster que aparece en la habitación de una de las bailarinas de la academia de baile que esconde más de un secreto, sin dudas, puede estar de acuerdo con esta afirmación.