Ascenso, caída y ¿resurrección? Una historia con un héroe indiscutido, un personaje secundario adorable, otros que no aportan mucho y varios hombres a los que el mote de villano les calza de manera perfecta. The Beach Boys: el documental, la película de casi dos horas que se puede ver a través de la plataforma de streaming Disney +, no logra satisfacer las expectativas que genera el grupo pop californiano que supo liderar el genial Brian Wilson. La única usina musical juvenil que supo competir cabeza a cabeza con los Beatles a mediados de los años sesenta en cuanto a una innovación e inventiva sonora al que el calificativo de revolucionaria no le queda nada grande.
“Tres hermanos, un primo y un amigo”. Así, apenas empezada la película, se cuenta el derrotero de Brian, Carl y Dennis Wilson (los hermanos); Mike Love (el primo) y Al Jardine (el amigo). Los primeros, sometidos por Papá Murray en el rol de manager, que enseguida se dio cuenta del talento del más grande, de la estampa rockera del segundo y del esfuerzo del menor. Y que esas voces, sumadas a las de Love y Jardine, combinaban en una única armonía celestial. Un quinteto inspirado en The Four Freshmen que de entrada supo decodificar la cultura de la Costa Oeste de los Estados Unidos que tenía a los autos, las chicas, el verano y al surf como obsesiones fundamentales. Canciones como “Little Deuce Coupe”, “Surfin’ U.S.A.” (inspirada en “Sweet Little Sixteen” de Chuck Berry), “All Summer Long” y “Surfer Girl”, respectivamente, no hacen más que confirmar esa primera etapa maravillosa, que suele ser tan ninguneada como los Beatles pre Rubber Soul.
La mención al sexto álbum de estudio de los Cuatro Fabulosos de Liverpool no es casual. Tras escucharlo, Brian Wilson pensó que ese era el mejor disco de todos los tiempos, y se propuso superarlo. Establecido ya como un músico de estudio, sin ser parte de las giras de la banda, el resultado fue Pet Sounds. Un disco que no fue muy bien recibido en los Estados Unidos, pero sí en Inglaterra, y que sin lugar a dudas es uno de los mejores álbumes pop de todos los tiempos. Allí están temas como “God Only Knows” (la canción preferida de Paul McCartney), “Wouldn’t It Be Nice”, su cover de “Sloop John B”, “Caroline No” y la profética “I Wasn’t Made For These Times”. Su tapa, con el quinteto dándoles de comer a unas cabras en un zoológico, convive de modo perfecto con el espíritu del long play.
Tras Pet Sounds vino “Good Vibrations”, otro single perfecto, y el proyecto Smile, que pintaba para rivalizar cabeza a cabeza con el Sgt. Pepper beatle. Pero Brian Wilson perdió su brújula gracias al abuso de sustancias y a una locura escondida que floreció, y los Beach Boys entraron en una espiral hacia abajo que incluyó la venta del catálogo del combo por parte de Murray Wilson, un Brian que literalmente apenas salía de su cama, el vínculo de Dennis con Charlie Manson y el posterior juicio de Love a Brian por regalías no cobradas. Hay omisiones varias: casi ni se mencionan los discos posteriores a Smiley Smile (donde hay grandísimos trabajos como Wild Honey, Surf’s Up y The Beach Boys Loves You), ni las muertes de Dennis y Carl, ni tampoco se habla de la gira final de hace unos años en donde Love despidió a Brian.
Lo interesante de The Beach Boys: el documental es confirmar una vez más que, salvo Dennis, ninguno de los integrantes de la banda practicaban surf. Y, a partir de este dato, empezar a asociar a Brian Wilson desde lo autobiográfico con canciones como “In My Room”. Allí se entiende su obcecación con Phil Spector, su Pared de Sonido y su canción “Be My Baby”, y su deseo de emular esas “Sinfonías para adolescentes” que creó el productor. La escena final del film, que emula la tapa de uno de sus discos hoy y que no será contada, emociona pero hace pensar que la historia de los Beach Boys aún no fue contada con la fidelidad que Brian Wilson merece.