A pesar de las amenazas de las nuevas variantes del covid-19 lo peor de la pandemia parece haber quedado atrás. Aquellos días de encierro absoluto, donde los chicos ni siquiera podían salir a la plaza ni mucho menos a las escuelas son cosa del pasado. De todas formas, en el marco de la nueva normalidad, muchos niños y jóvenes empiezan a sufrir otras consecuencias propias de la vida postpandemia.
El Reporte Anual sobre Salud Mental Infantil 2021 publicado por el Child Mind Institute de Estados Unidos, uno de los institutos más prestigiosos del mundo, arrojó que entre el 30% y 40% de los chicos dicen sentir ansiedad, depresión y/o estrés. Dentro de este grupo los más afectados fueron las poblaciones infantiles con bajos recursos económicos, que viven en hogares inestables, que poseían alguna patología o trastorno previo, chicos con CEA o que experimentan un trauma anterior a la pandemia.
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Varios de estos factores de vulnerabilidad son difíciles de modificar y menos aun en el corto plazo, es por eso que los autores sugieren focalizar los esfuerzos del sistema de salud y de la comunidad en general (sumando a las familias y a las escuelas) en construir “factores de protección”.
Según un estudio realizado en Marzo 2020 por el UK charity YoungMinds, 83% de los jóvenes con trastornos mentales preexistentes reportaron un empeoramiento del cuadro durante la pandemia. Otro estudio realizado en Italia (Spinelli et.all, 2020) demostró que el impacto negativo en los niños iba en relación con las capacidades de afrontamiento del estrés de los padres.
Aquellos niños que encontraban en el colegio y el club un refugio y sostén frente a familias en crisis e inestables, perdieron ese espacio. Otros niños encontraron un alivio de sus ansiedades sociales al poder refugiarse en la seguridad del hogar. Muchos experimentaron la perdida de espacios de desarrollo deportivo, religioso, y de socialización con amigos. El tiempo en pantallas se incremento y trajo como consecuencia desordenes del sueño, dificultades para focalizar la atención, conductas problemáticas, conductas de adicción a la tecnología.
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En cuanto a niños con CEA, la interrupción de la escolaridad y los tratamientos a modo presencial, impacto negativamente. Según un estudio realizado a 3.502 cuidadores, 64% reporto que el impacto fue entre moderado y severo, pero en los casos de niños en edades preescolares el 80% reportó que la interrupción de los tratamientos causó un incremento del estrés de moderado a extremo. A pesar de que algunos tratamientos continuaron de forma virtual, en muchos casos se discontinuaron y los beneficios resultaron mínimos, según la misma investigación.
Impacto en el ámbito escolar
El mayor impacto durante la pandemia fue el ausentismo, la desconexión atencional y motivacional y las dificultades en la conectividad. Los maestros reportan un déficit en habilidades de aprendizaje académico y social. La vuelta a clases puso de manifiesto un incremento de la ansiedad al tener que volver a adaptarse a las demandas sociales de la vida real.
En cuanto a la población adolescente se observa un incremento de cuadros de ansiedad, depresión, ansiedad social y dificultades atencionales. Sabemos de la capacidad de resiliencia propia de niños y adolescentes y debemos confiar en que paulatinamente y con nuestro apoyo podrán retomar una nueva normalidad.
Tips para acompañarlos:
- Tengamos presente que han atravesado un largo periodo de cambios drásticos que provocaron grandes adaptaciones. Estos recursos adaptativos demandan de grandes esfuerzos cognitivos y emocionales para mantener el equilibrio del sistema. En muchos casos incluso llegando a estados de agotamiento. La idea sería darles tiempo para que recuperen estabilidad y previsibilidad para minimizar la necesidad de nuevas adaptaciones. Debemos ofrecerles los cambios de a poco para que no se sientan sobrecargados y evitar cambios innecesarios. En el ámbito escolar contemplar si fuera necesario o conveniente, por ejemplo, continuar con las mismas maestras, evitar mezclas de grupos, evitar cambios de colegio, mudanzas… por supuesto dentro de las posibilidades y evaluando cada caso en particular.
- En los casos de pérdidas, y si fuera necesario, generar la oportunidad de retomar el proceso de duelo, creando rituales de despedida. No olvidarse de incluir la pérdida de mascotas.
- Recrear aquellos hitos del desarrollo que hayan quedado pendientes, desde aprendizajes como dejar los panales o andar en bici, hasta celebraciones. Muchas nenas están festejando sus 16 como lo iban a hacer a sus 15.
- Los patrones y reglas implícitas de interacción social se han modificado y esto produce ansiedad: “¿cómo saludo: con beso, puño, codo…?”, ¿“cuánto debería acercarme a tal o cual persona?” “cada vez que estornudo me genera estrés que otros piensen que tengo COVID”. Tenemos que ser pacientes y darnos tiempo a resignificar y re-adaptarnos a dichas interacciones.
- Los cuerpos reales de niños y adolescentes se transformaron durante la pandemia, pero no contamos con los otros a modo de espejo que nos devuelvan esa imagen y nos permitan construir gradualmente una nueva imagen corporal. La vuelta a la vida real los encontró con otros cuerpos y en otro cuerpo. Lleva mucho tiempo procesar dichos cambios. Los tenemos que acompañar a que se redescubran y se reconstruyan internamente.