La forma de criar a los hijos es un tema que siempre da lugar a cierto debate y, a menudo, a opiniones enfrentadas. Los estilos y las técnicas pueden variar, desde las ramas más agresivas, hasta los padres que les dan absolutamente todo hecho. La crianza positiva es la elección de todos aquellos que pretenden que los niños entiendan las consecuencias de determinadas acciones y comportamientos.
Esta se caracteriza por la empatía, la comprensión y el respeto, y consiste en enseñarles a hacer lo correcto utilizando positividad y paciencia, en lugar de implantar el miedo o castigos desmesurados. No se trata de consentir todo, sino de saber actuar para que no se comporten de una manera inadecuada. La crianza positiva rechaza el castigo y la permisividad, y aboga por que el niño tenga cierto grado de autonomía y participe en la toma de algunas decisiones, siempre teniendo en cuenta qué es lo adecuado para su edad y cuál es el contexto familiar.
La educadora Lua Barros, quien estudia y defiende la crianza positiva, la plantea como la relación entre padres e hijos que es «necesaria en la sociedad en la que vivimos». «Tenemos que hacer que los padres vean a los niños como individuos, y que haya un respeto mutuo«, dice.
Cómo actuar en la práctica
Es importante para los padres que buscan esta vía de educar a sus hijos que entiendan que el mal comportamiento de los niños (berrinche o similar) es una forma de comunicación para ellos. La mayoría de las veces, no es personal; es decir, el niño no lo hace para molestar al adulto, sino porque no tiene otros recursos emocionales en ese momento. Los especialistas aseguran que el niño no tiene suficientes mecanismos para manejar sus emociones por lo que suele hacer berrinches para expresar su frustración.
La educadora de padres Lia Vasconcelos pone ejemplos de cómo la crianza positiva puede ayudar con este dilema. «El primer punto es mirarnos a nosotros mismos para tratar de comprender qué puede haber causado estrés al niño. ¿Podría ser el sueño, el cansancio, el hambre, el nerviosismo, la inseguridad?».
Según Vasconcelos, los adultos deben darle opciones al niño que hace berrinches, pero dentro de ciertos límites. Por ejemplo, si la escena se da en un supermercado y el niño «quiere algo solo porque lo quiere», y los padres no quieren comprárselo, pueden decir: «Vemos que estás ansioso por comerte esa galletita. Se ve rica. Pero, ¿ y si elegimos algo más saludable?».
Otro dilema: ¿cuándo habilitamos el celular en los niños?
El periodista estadounidense Richard Louv, autor de The Last Child in Nature («El último niño en la naturaleza»), acuñó el término «trastorno por déficit de la naturaleza» para describir el fenómeno más bien contemporáneo de la falta de acceso a espacios libres que permitan el juego libre y el contacto con el medioambiente.
Barros, por su parte, cree que el trastorno afecta a niños y adultos y está estrechamente relacionado con el uso creciente de dispositivos electrónicos: «Ante esta situación, que también causa un estilo de vida sedentario y obesidad, las palabras que se me ocurren para describir cómo debe ser la relación de los niños con la electrónica son el sentido común, el equilibrio y la supervisión«.