Se busca escuela para Xiomara. Se busca también escuela para Thiago y otros 115 alumnos sordos e hipoacúsicos de Mar del Plata y sus alrededores. La Escuela Especial 515 es la única institución pública de esta ciudad que atiende a estos niños con discapacidad, pero no tiene ni edificio propio. Sus padres y docentes lideran un reclamo desde hace nueve años. Sus hijos estudian hoy en dos aulas prestadas por otras dos escuelas: una funciona junto al depósito de limpieza y la otra tiene aviso de desalojo.
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No siempre estuvieron de prestado, pero eso no era necesariamente mejor. Hasta principios de este año, la escuela funcionó al fondo de una casa en Avellaneda 1859, en un PH que le fue designado en 2013 con aprobación de la Dirección General de Cultura y Educación de la Provincia de Buenos Aires. Para entonces, la matrícula de estudiantes era de 60 alumnos. “Desde ese mismo momento, incansablemente, las autoridades de la escuela hemos advertido que este lugar no correspondía con lo que necesita una escuela, mucho menos una como la nuestra”, explica Mariela Rojas, directora del plantel desde 2016.
Este lugar al que se refiere Mariela es, a grandes rasgos, así: 27 metros cuadrados, dos pisos y dos aulas. En la planta baja tiene un living, que sirve de aula, espacio para el recreo y comedor. A un costado, una cocina pequeña y le sigue una sala contigua que concentra todas las tareas administrativas de la escuela: es, al mismo tiempo, sala docente, Dirección y Preceptoría. En la planta alta, dos viejos dormitorios son los que hacen las veces de aulas, de 6 metros cuadrados cada una. Para todo el lugar, no hay más que dos baños que funcionan a medias.
Ya este espacio era claramente insuficiente para 60 alumnos. La matrícula, sin embargo, creció hasta llegar este año a 117 niños con discapacidad que van desde el nivel inicial hasta el terciario. Se suman las 42 personas del equipo docente, administrativo y atención.
Para acceder a este PH hay que atravesar un pasillo que no tiene más de 80 centímetros de ancho. El peligro que esto representaba quedó registrado en una denuncia formalizada por las autoridades de la escuela en julio de 2018 ante la Defensoría del Pueblo de la provincia de Buenos Aires: “La escuela no cuenta con las medidas de seguridad… (el edificio) no es apto para ninguna escuela… En caso de incendio o destrucción de alguna parte de este edificio, los alumnos no podrán evacuar la escuela hasta no visualizar el problema”.
Mariela y su equipo venían presentando todos los años distintas propuestas para el cambio de edificio. Ninguna fue atendida. Hasta que llegó la pandemia e hizo todavía más obvio el problema de hacinamiento. Tras nueve años en este espacio, el Consejo Escolar de General Pueyrredón decidió, finalmente, la reubicación de la escuela en dos aulas prestadas, ubicadas en dos escuelas diferentes.
Insistieron en que era una solución momentánea y prometieron un edificio nuevo para antes que terminara el 2022. Nada pasa todavía y faltan solo tres meses para que termine el año escolar. Mariela teme: “Da la sensación de que fuimos olvidados”.
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Una comunidad fracturada
Mary Sánchez recuerda, sobre todo, las ganas de llorar que tenía la primera vez que dejó a Xiomara, su hija de siete años, en su nueva aula. Por un momento tuvo la esperanza de que fuera un poco mejor. Pero ese día descubrió que el nuevo salón de clases era un depósito reacondicionado de la Escuela Primaria 58. Allí todavía se guardan los artículos de limpieza de esta otra institución. “Es mucha bronca, ¿sabes? Es indigno e increíble que nos sigan pateando a nuestros chicos de esta manera”, descarga Mary.
Quienes no asisten a la Primaria 58 van a otra aula de la Escuela Especial 504, orientada a alumnos ciegos y disminuidos visuales. No es un depósito, pero este espacio está asegurado solo hasta fin de año: esta institución alquila el edificio y tiene orden de desalojo para marzo de 2023.
Los docentes tienen que moverse de un lugar a otro. Parte del material administrativo, por ejemplo, se guarda en el auto de la directora. Y recién el mes pasado, pudieron organizar para que los alumnos pudieran cumplir con las horas completas de la jornada diaria. Aparte de los obstáculos que esto representaría para cualquier estudiante, los padres y docentes coinciden en advertir que esta solución provisoria quebranta sobre todo el principio de comunidad, el motivo por el que existen las escuelas especiales.
La mayoría de los niños sordos o hipoacúsicos tienen padres oyentes. Mariela, la directora de la escuela, explica que muchos de ellos conocen por primera vez a otras personas sordas en la escuela. Es acá donde conocen, por ejemplo, la lengua de señas. El intercambio entre todos los alumnos, incluso entre niveles iniciales y secundarios, les ayuda a acompañarse, a tener referentes, a construir un espacio de contención. Todo esto está en riesgo hasta tanto no tengan un edificio propio.
Thiago, de 16 años, asistió hace años a una escuela regular. Era un espacio que no contaba con las herramientas, las dinámicas ni el personal especializado para acompañar su proceso de aprendizaje. Comenzó a sufrir ataques de pánico. “Todo cambió cuando llegamos a la Escuela 515. Así de importante es esta escuela para su vida”, explica Vanesa Tatia, su mamá. Por eso el miedo: “Estamos en el aire, sin paredes, sin techo. No sabemos qué va a pasar el año que viene”.
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En la calle
Padres, docentes y alumnos salieron juntos a la calle el pasado 7 de septiembre. No aguantaron la frustración y, pancarta en mano, cortaron parte de la vía frente al Casino Central de Mar del Plata, uno de los puntos emblemáticos de la ciudad. Esta vez hubo más frustración que nunca.
El Consejo Escolar hizo un pedido abierto en mayo pasado para alquilar un edificio que cumpliese con las condiciones que necesita la Escuela 515 y los niños con discapacidad que la precisan. Y apareció un oferente. Los padres celebraron: en nueve años nunca habían llegado tan lejos. Pero recientemente el Consejo Escolar les comunicó que todavía no habían llegado a un acuerdo con los dueños del edificio sobre el costo del alquiler.
“Es extraño y frustrante, ¿viste?”, dice Nancy. “Ves que inauguran escuelas en todos lados y que les están dando gratis el viaje de egresados a alumnos de la provincia, pero no hay dinero para el alquiler de un edificio para nosotros”.
Nancy se refiere al programa de viajes de egresados que lanzó el año pasado la gestión de Axel Kicillof, que le permite a alumnos del último año de la escuela secundaria viajar a distintos puntos turísticos de la provincia de Buenos Aires sin costo alguno. 40 mil alumnos fueron beneficiados el año pasado. La segunda etapa del programa, financiado por el Estado provincial, fue lanzada en julio de este año.
“Debería darles vergüenza. Nos tienen agotados, angustiados. Necesitamos una respuesta ya. ¿Qué más necesitamos para que vean que es urgente?”, agrega Nancy. El grupo de padres se está organizando para presentar un amparo judicial. Además, prometen que a partir de ahora los verán en la calle protestando al menos una vez al mes. Y será así todos los meses hasta que el Estado le cumpla a sus hijos.
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