El plan para asociarse y vender al mundo lo que Chile no llega a producir. Un inédito acuerdo de género y el esfuerzo para potenciar las exportaciones pyme entre los dos países. Coincidencias políticas con la presidenta chilena y su amistad con Piñera. La convergencia entre el Mercosur y la Alianza del Pacífico que se viene y que a ambos lados de la cordillera motorizan.
La sociedad estratégica con Venezuela y las relaciones carnales que el kirchnerismo supo construir son parte del pasado. Hoy el país de la región que eligió Mauricio Macri para establecer ese tipo de vínculo es Chile. Así se lo confiaron a #BORDER altas fuentes de la Cancillería argentina, que explicaron que esta gestión «está profundizando muchísimo la relación« con el país trasandino, como nunca antes en la historia.
El nombre técnico que manejan en el Palacio San Martín para el nuevo horizonte de asociación con Chile es “profundización del acuerdo de integración económica” que ya rige con ese país.
Detrás de ese tecnicismo hay un plan para asociarse con Chile -que hace décadas cultiva una aceitada relación comercial con todo el mundo- y ofrecer los productos que el mercado chileno no llega a abastecer en todo el globo.
Efectivamente Chile -uno de los pocos países de la región que hace décadas va para el mismo lado, aunque lo gobierne la izquierda o la derecha– supo tener una política estable de intercambio comercial que hoy le genera negocios con todo el globo.
Además es junto a México, Perú y Colombia uno de los fundadores de la Alianza del Pacífico, un próspero bloque económico en expansión, que en julio pasado anunció la próxima incorporación de Australia, Canadá, Nueva Zelanda y Singapur, bajo la figura de “estados asociados”.
En la diplomacia de alto nivel todos entienden que la Alianza del Pacífico buscará suplantar al Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP) paralizado tras la salida de Estados Unidos, en virtud de las políticas proteccionistas de Donald Trump.
De hecho, con los nuevos socios que está incorporando la alianza, sólo faltaría sumar a Japón, Malasia y Brunei para reemplazar virtualmente al TPP.
En ese marco, Chile será el único de nuestros vecinos que tenga acuerdos comerciales privilegiados con Asia, América del Norte y Oceanía, mercados a los que Macri hace grandes esfuerzos por llegar.
Todo ese despliegue de política exterior está provocando que Chile tenga más demanda de mercaderías -tanto de materias primas, como de productos agrícolas o industriales- de las que llega a producir. Un socio soñado para la Argentina, que después de años de cierre de sus fronteras no tiene a quién venderle todo lo que produce.
Pero por debajo de ese objetivo macro hay una serie de medidas para potenciar la nueva sociedad, impensada en gestiones pasadas con los diferendos políticos y limítrofes que siempre habían complicado la relación con Chile.
La primera, según confiaron a este medio fuentes diplomáticas, es un acuerdo sobre género, que busca facilitar el desarrollo de emprendedoras y empresarias a ambos lados de la cordillera, para mejorar la participación en los mercados internos. Se trata de un convenio inédito que propuso Chile y que la Argentina nunca había aplicado en sus acuerdos bilaterales.
Por otro lado, en materia de pequeña y mediana empresa, si bien ya no hay aranceles aduaneros (porque desaparecieron al firmar el acuerdo Chile-Mercosur) ahora los objetivos del Gobierno son bajar las barreras fitosanitarias en ambos países y que las Pymes aprovechen los acuerdos y las inversiones que están en marcha. También hay acuerdos sobre propiedad intelectual.
Casi sin que nadie lo advierta, ya hubo tres reuniones de funcionarios para profundizar estos temas y en octubre será la cuarta. El canciller argentino Jorge Faurie es uno de los protagonistas habituales de los encuentros con negociadores chilenos, pero hay además un batallón de funcionarios de menor rango que trabajan área por área en la letra chica de los acuerdos.
A nivel político, por otra parte, la sintonía no podría ser mejor. Macri y la presidenta de Chile Michelle Bachelet mostraron una afinidad notable, como quedó expuesto con la crisis de Venezuela y otros temas que requirieron consensos en la región.
Lejos de las posturas cercanas a la revolución cubana del presidente boliviano Evo Morales o de la tibieza que necesita para contener a todos sus socios políticos del mandatario uruguayo Tabaré Vázquez, Macri y Bachelet siempre mostraron idénticos pensamientos y estrategias para los mismos temas.
Incluso son tal vez los dos presidentes que más motorizan una convergencia entre la Alianza del Pacífico y el Mercosur, que también marcha a velocidad crucero.
Las elecciones presidenciales en Chile, que serán en noviembre, tampoco preocupan en nuestro país. Uno de los candidatos más fuertes para suceder a Bachelet es Sebastián Piñera, ex presidente de ese país y viejo amigo de Macri, que lo recibió hace pocos días en Quinta de Olivos y le dio su apoyo.
Pragmático ante todo, si ganara otro de los candidatos, Alejandro Guillier, tampoco sería un problema. La apuesta oficialista tiene el apoyo del también ex presidente Ricardo Lagos, quien bajó su candidatura para respaldarlo. Macri conoce a Lagos de sus tiempos como jefe de Gobierno porteño y lo nombró huésped de honor de la Ciudad cuando nos visitó en 2011. El sucesor del Presidente, Horacio Rodríguez Larreta, agasajó a Bachelet este año, con un carnet y una remera de Boca Juniors.
Así las cosas, y con una relación con Brasil -nuestro principal socio comercial- ya encaminada y también pasando por un buen momento, Chile aparece en el horizonte de Macri como la chica más linda del barrio a conquistar. Y en eso está.