La premier alemana trajo la agenda del cambio climático como prioridad en su visita relámpago por Argentina, previa al traspaso del comando del G-20. Los contactos previos del rabino Bergman y la incógnita bilateral con Estados Unidos. Detrás de la conciencia verde, también hay intenciones de libre comercio con Europa.
La primer ministro de Alemania, Angela Merkel, tiene un obsesión: salvar el mundo del efecto invernadero que nuestra civilización ha provocado. Esa obsesión la trajo a la Argentina, país que será el próximo líder del G-20, y esa misma fijación manejó sus conversaciones privadas con el presidente Mauricio Macri durante su paso fugaz y concreto por Buenos Aires, según reconstruyó #BORDER de fuentes presentes en los encuentros.
Ya ningún político que lea algo de ciencia, o que mire sus propios desastres climáticos domésticos en la televisión, tiene dudas de los efectos que la contaminación y los gases tienen en la atmósfera, aumentando la temperatura del planeta, derritiendo glaciares, descongelando los polos, trayendo grandes inundaciones o sequías, entre otras delicias de las últimas décadas, acentuadas drásticamente. Nadie tiene dudas de eso, excepto Donald Trump.
El nobel presidente de Estados Unidos recortó el presupuesto de la agencia ambiental de su país y la semana pasada anunció que abandonará el Acuerdo de París, un pacto histórico celebrado en 2015 entre las naciones más poderosas del planeta para reducir su emisión de gases a la atmósfera y así frenar el efecto invernadero.
En la última reunión del G7, a fines de mayo, les dijo: “Déjenme, que yo quiero hacer grande a América”. Eso significa que no va a aceptar ninguna reducción para sus industrias más contaminantes. Los países europeos pusieron el grito en el cielo -China y Rusia también, pero con más diplomacia-, pero también manos a la obra.
Con este contexto internacional, #BORDER pudo saber de fuentes que participaron de las reuniones entre Merkel y Macri que ambos llegaron a un acuerdo para mantener la intransigencia en el tema ambiental, en el marco del traspaso de la presidencia del G-20, que los europeos dejarán en manos de Argentina el próximo 1 de diciembre.
“Alemania enarbola un nuevo paradigma, que dice que la inversión en sustentabilidad impacta y mejora directamente el PBI de las naciones que cuidan el medioambiente”, contó a este medio el ministro de Ambiente de la Nación, Sergio Bergman. Los alemanes encargaron estudios a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) que arrojaron esas conclusiones, y según confiaron fuentes de la Casa Rosada, su líder se llevó el compromiso de la Argentina de que ese será el objetivo que enarbolará el G-20 en el próximo período.
El 22 y 23 de mayo últimos, Bergman ya se había reunido en Berlín con su par alemana, Bárbara Hendricks, en una minicumbre de clima donde habían alcanzado los primeros acuerdos. “Nada será rentable si no es sustentable”, dijo en ese momento Bergman desde Berlín. Tanto peso tuvo la agenda verde en la visita de Merkel que fue de los pocos temas concretos que Macri reflejó en su discurso de brindis, antes de la cena de homenaje a su par alemana en el CCK. El presidente se refirió a su para como “una líder que trabaja denodadamente por un mundo sostenible”, y a la hora de enumerar las coincidencias, Macri dijo “creemos en la lucha contra el cambio climático”, ratificando el acuerdo de París.
Para los líderes del mundo, Donald Trump atrasa varias décadas en la materia, y su pedido de que lo dejen “hacer grande a América” antes que nada, estaría perfecto, sino fuera porque el planeta no será viable en ese caso. El presidente norteamericano quiere más tiempo para hacer limpias sus industrias, algo que en rigor debió hacerse décadas atrás, y poner menos dinero en su compromiso con el medio ambiente.
Los países europeos, liderados por Alemania, con Francia e Italia como principales apoyos, han dicho que eso es inviable y no lo aceptarán. Aliados de la Argentina en un año clave en que nuestro país busca firmar un Acuerdo de Libre Comercio con el viejo continente, quieren estar seguros de que Argentina estará de su lado.
Y se llevaron ese compromiso. “Les dijimos que nuestras prioridades serán la pobreza, la educación y el empleo, somos un país donde un tercio de la población es pobre y no podemos poner el eje en una agenda verde al punto que lo hace Alemania, una Nación que ya no tiene esos problemas”, aclaró a este medio una alta fuente de Cancillería, al corriente de los acuerdos.
Pero enseguida aclaró: “Pero en materia de clima acordamos que vamos a seguir los mismos ejes de trabajo y el mismo paradigma que impulsó Alemania, bajo los postulados de que no son contradictorios el desarrollo y la sustentabilidad. No puede haber desarrollo si no es sustentable para el planeta”, remarcó la fuente.
La postura de los diplomáticos argentinos tiene lógica. El nuevo canciller Jorge Faurie intentará que este acuerdo no haga mella con la relación construida con Trump, aunque nadie a ciencia cierta puede evaluar la repercusión. Trump es impredecible y sus reacciones son una incógnita. No será algo personal: la diplomacia mundial intenta que Trump revea sus posturas.
Así las cosas, Merkel se llevó lo que vino a buscar. El presidente que anuncia “los brotes verdes” de su gestión, le regaló una agenda verde para tratar de salvar el mundo (o evitar que lo tape el agua) en los próximos años.
Pavada de compromiso.
