A poco de que la Corte Suprema de Justicia de Tucumán revocara el fallo que había dejado libres los 13 imputados en el caso de Marita Verón, condenando a 10 de ellos, algunas cifras para entender algo más acerca del fenómeno del que mucho se dice y poco se sabe. La trata en cifras mundiales. La trata, como nunca la viste.
Por Fernanda Sández
Imaginen por unos segundos una pila de dólares. Cien mil, exactamente. ¿Qué puede representar esa suma? Varias cosas: el precio una casa o un auto rutilante. Pero esa cifra (ese fajo gordo de billetes verde loro) es también lo que produce, al cabo de un año, una mujer en manos de una red dedicada al comercio sexual, y explotada como prostituta en jornadas que a menudo superan las 15 horas de “trabajo” ininterrumpido. El dato lo aporta nada menos que la Organización Internacional del Trabajo, OIT, en el documento más profundo y reciente sobre lo que muchos especialistas consideran la nueva pandemia social: la trata de personas con fines de explotación sexual, laboral y hasta para comercio de órganos.
Durante el período esclavista, y al cabo de cuatro siglos, salieron de Africa y fueron llevadas al resto del mundo en calidad de “cosas” 20 millones de personas. Hoy, en pleno siglo XXI, al negocio esclavista lo ha reemplazado el de la trata de personas que también involucra a millones de víctimas de todas las edades. Y no son menos, sino más: según datos del informe de la OIT Estimación Mundial sobre el Trabajo Forzoso, hoy son 20, 9 millones los seres esclavizados. Si se lo ve desde el lado “optimista”,podríamos decir que es casi la misma cantidad que hace cuatro siglos. Si se lo ve de un modo más descarnado, podríamos pensar que esto, lejos de ser un avance, implica un retroceso y hasta una pregunta: ¿sabremos vivir los humanos sin estar siempre esclavizando a algún otro?
De todos modos, y como bien precisa el informe, “se trata de una estimación conservadora dado el rigor de la metodología empleada para medir este delito, en gran medida encubierto. La trata de personas puede calificarse como trabajo forzoso. Por lo tanto, este trabajo refleja el pleno alcance de la trata de personas o lo que algunos denominan esclavitud moderna”. Esto es, que aún cuando esos 21 millones de personas sean una cantidad atroz, puede que incluso nos estemos quedando cortos con la estimación y las víctimas sean todavía más.
Mujeres y niñas son mayoría en materia de trata: 55% a nivel mundial. Esto es, 11 millones de mujeres y niñas están hoy en manos de redes que las explotan de muy diversos modos: como mucamas, como agricultoras, como prostitutas, como mendigas, como máquinas de parir niños para mendigar. Y son 5,5 millones los niños y niñas afectados por este delito que no sólo involucra a particulares y a empresas sino a veces también a estados. De hecho, según la OIT, 90% de los esclavos del siglo XXI son explotados por particulares y empresas mientras que el 10% restante corresponde a casi 2 millones de personas explotadas por autoridades estatales. Por ejemplo, mediante el trabajo forzado en prisiones u otra clase de centros de detención.
En la actualidad, la mayoría de víctimas de trabajo forzoso se concentran en Asia (11,7 millones), Africa (3,7 millones), Latinoamérica y el Caribe (1,8 millones), en la Unión Europea y las economías desarrolladas (1,5 millones), mientras que en Europa Central, Sudoriental y Oriental, y en la Comunidad de Estados Independientes (esto es, todos los que no forman parte de la Unión Europea) hay 1,6 millonmás. En Oriente medio, las víctimas de esclavitud superan el medio millón (se las calcula en 600.000)
¿Qué dice todo esto, entonces, acerca de la trata de personas? Por lo pronto, que es un fenómeno actual. Que la esclavitud, contrariamente a lo que nos gusta pensar a veces, tiene casi tanta vigencia como hace casi medio milenio y que- más allá de las declaraciones altisonantes, los pactos internacionales y las leyes particulares de cada país teóricamente pensadas para terminar con este flagelo- ni la realidad de la esclavitud ni la cantidad de personas que la padecen han variado radicalmente. ¿La razón? Nunca ha dejado de ser un formidable negocio.
Así, de hecho, lo consigna Fernanda Balatti en su libro Vivirpara juzgarlos- La trata en primera persona (Planeta), al citar un documento de la Unión de Congregaciones Religiosas Femeninas en el cual se reproducen las palabras de un proxeneta de categoría mundial: “Una mujer produce más dinero que la droga o el armamento, que sólo se pueden vender una vez. Una mujer, en cambio, se alquila o se revende hasta que muere de SIDA, enloquece o se suicida”.Eso explica en gran medida lo rentable del asunto: cada año, la trata mueve en el mundo casi 32 mil millones de dólares.
Es entonces global y extraordinariamente rentable. Pero, además, cuenta con una “ventaja” con la que los otros dos grandes negocios ilegales no cuentan: cierta tolerancia social. De hecho, la misma vecina que llama escandalizada a la policía al descubrir a un grupo de jóvenes consumiendo droga en la placita del barrio se lo pensaría dos veces antes de denunciar al “privado” del que todo el mundo sabe y nadie se atreve a hablar. Hay hasta incluso una sorna, toda una picaresca tejida en torno de los burdeles que los vuelve, casi, una parte hasta pintoresca del paisaje cotidiano.
Pero hay también otros dos factores decisivos en la pervivencia de la esclavitud hasta nuestros días: el primero son los estrechísimos datos que, al cabo de años, el sistema de explotación ha logrado establecer y consolidar con las autoridades. Esto es, con todos esos personeros del Estado que-supuestamente, al menos- deberían perseguirlos, juzgarlos y eventualmente, encarcelarlos. Por algo, a nivel global, sólo 16% de los casos judicializados terminan en una condena.
Poco y nada de eso sucede, y las organizaciones dedicadas a combatir las distintas formas de la trata coinciden en señalar el rol casi de socios comerciales entre, por caso, los delincuentes y las policías de cada país. Hay demasiado dinero en juego y dado que cada instancia del proceso requiere de permisos, documentación y un activo ejercicio de la vista gorda, se trata de una cadena de complicidades de la que todos terminan ganando algo.
Sin embargo, seguramente la trata no sería un negocio global, rentable, naturalizado y encubierto si no fuera, antes,una alternativa de subsistencia-cuando no la única- para millones de seres humanos. Ese es, de hecho, el principal desafío que plantea este tema: cómo hacer para qué, más allá de la instancia del rescate y la recuperación de las víctimas, el circuito de explotación no vuelva a activarse más adelante. Porque si nada cambia en un entorno de origen empobrecido y vulnerable, en donde a menudo el trabajo forzoso es casi parte de lo que se puede esperar de la vida, todo lo demás servirá de nada. Algo que las redes de trata saben y, en secreto, celebran.