[tps_header]Esta relación se ha convertido en un tira y afloje permanente. Pocos personajes como Ricardo Lorenzetti han podido sostener a lo largo de los años un vínculo tan particular con el kirchnerismo. En un gobierno en el que todo es blanco o negro, aliado o enemigo, el presidente de la Corte Suprema es un talentoso bailarín en la noche de los grises. Y sigue dando muestras de este extraño síndrome político. Hasta que se termine el baile.[/tps_header]
Esta semana dijo que renunciará a su cargo como presidente de la Corte para el periodo 2016 -pero no renunciará a su puesto como ministro del tribunal-. Había sido electo con meses de anticipación a la fecha de elección. Lorenzetti adujo razones de “cansancio moral”. En pocos días, su colega Raúl Zaffaroni lo sacudió en los medios; su ex aliado Horacio Verbitsky también criticó su rerereelección; y el Gobierno hizo uso de alguna artillería menor. Antes de que presentara su renuncia formal el próximo martes, sus colegas de la Corte salieron a respaldarlo en off the record y lo ratificarían en el cargo a pesar de su pedido.
Llegó a la Corte en 2004, elegido por el kirchnerismo para el proceso de redemocratización del máximo tribunal. Hace años que dejó de ser un interlocutor amigable para el Gobierno. Pero algo los sigue uniendo.
Funcionarios de máxima confianza de Cristina Fernández de Kirchner, como el ministro de Justicia, Julio Alak, siguen manteniendo diálogos cordiales, mientras la Presidenta le lanza al cortesano misiles en cadena nacional. El segundo de Justicia, el camporista Julián Alvaez, se ha incorporado recientemente al ámbito de “conversaciones con Lorenzetti”. Los puentes están activos y la tensión es coyuntural, explica un hombre del Gobierno.
¿Será este abogado mendocino lo más parecido a Daniel Scioli con lo que la Presidenta se haya encontrado? Sus esfuerzos por forzar una relación de idas y vueltas que nunca se quiebra le ha sido provechoso. “Cintura política”, es lo que le aducen sus “fans” en el Poder Judicial.
Ponchazo LIVE. La tensa calma que caracteriza la relación de la Corte con el Gobierno venía controlada, a pesar del explosivo verano, que trajo la muerte de Alberto Nisman y el posterior #18F, la tormentosa tarde en la que fiscales de todo el país -y algunos jueces- marcharon por el primer aniversario de la muerte del fiscal. El golpe sorpresa estaba preparado para el 1° de marzo, durante el discurso de la Presidenta en la apertura de las sesiones ordinarias del Congreso. Lorenzetti estaba sentado junto a la Procuradora General de la Nación, Alejandra Gils Carbó, cuando la Presidenta comenzó a apuntarle sus dardos en vivo y en directo. En medio de la tensión política por el caso Nisman y las denuncias contra el pacto con Irán, Cristina Fernández de Kirchner arremetió contra los cortesanos porque, dijo, la Corte «nunca se expidió sobre el caso de la Embajada de Israel». Les dio un rato largo. La cara de poker de Lorenzetti se fue desfigurando a medida que las palabras de la mandataria iban levantando la arenga del público militante. Lo dejó rojo, descolocado, vulnerable. Lorenzetti no lo podía creer.
Al día siguiente salió a contestarle a la mandataria y cometió un furcio sobre el caso de la Embajada que le valió un dolor de cabeza. Pero dos días después, el presidente de la Corte hizo una jugada llamativa. Durante la apertura del Año Judicial, frente a funcionarios y jueces de todo el país, exhibió un video sobre la impunidad, repasando los rostros de las víctimas de casos de inseguridad, accidentes, homicidios, jóvenes desaparecidas en democracia y víctimas de femicidio. El video terminó con la imagen de Nisman. Su ex mujer, la jueza Sandra Arroyo Salgado, estaba presente entre el público.
La relación del cortesano con los jueces es cada vez más fuerte. Cosecha apoyos y aliados. Otros desconfían de su extremada cintura política. Mantiene asiduas reuniones con los magistrados que llevan adelante las causas más sensibles para el Gobierno. Es hombre de consulta para muchos jueces que deben tomar decisiones de impacto político y van al despacho del cuarto piso del Palacio de Justicia a medir los tiempos políticos. Y a garantizarse el apoyo. Ha sabido incluso construir vínculos con los jueces más cercanos al entorno de Jaime Stiuso, hoy huérfanos.
Con los medios de comunicación, ha sabido procurarse una guardia protectora que la Presidenta debe considerar enviadiable, porque no la tiene. Pocos periodistas de los grandes medios se meten con Lorenzetti.
Con su Presidente, el máximo tribunal se opuso a varios fallos clave que preocupan al Gobierno. El más reciente fue el rechazo a los conjueces nombrados por el Ejecutivo para sustituir a los propios jueces de la Corte. Pero también declaró la constitucionalidad de la Ley de Medios. Era otro tiempo porque en ese caso le terminó poniendo un límite al Ejecutivo cuando rechazó un per saltum para que el máximo tribunal tome en sus manos una apelación de Clarín.
Como con el resto de la Justicia, las cosas comenzaron a deteriorarse cuando el Gobierno quiso imponer su reforma judicial. La Corte declaró inaplicables varios artículos de tres leyes centrales del proyecto K. A La Cámpora tampoco le cayó en gracia cuando el máximo tribunal rechazó una queja del ORSNA -impulsada por Aerolíneas Argentinas- para desalojar a LAN del Aeroparque Jorge Newvery. Era una apuesta fuerte de Mariano Recalde.
Pero uno de los mayores puntos de conflicto es la pelea con el Ejecutivo por el manejo de los fondos del Poder Judicial. Gracias a las gestiones de Lorenzetti, la Corte quedó al mando del presupuesto judicial, del control de su administración y del manejo del superávit de las partidas presupuestarias: unos $ 900 millones. Esa “caja” es también codiciada por el oficialismo, que quiere que los fondos vuelvan al Consejo de la Magistratura, donde ahora puede manejarlos a gusto y piacere.
Lorenzetti fue denunciado en la Justicia por la legisladora Paula Oliveto Lago (Coalición Cívica) por una supuesta maniobra para “concentrar la administración y el control de los recursos financieros” del Poder Judicial, desplazando funcionarios de áreas clave y colocando gente de su entorno. La causa se había cerrado por decisión del juez Luis Rodríguez, quien argumentó largo y tendido su decisión, pero el fiscal Federico Delgado pidió que se lo siga investigando. Ahora, Lorenzetti tiene abierto un frente judicial que podrá traerle problemas. El ve los fantasmas de La Cámpora en torno a ese expediente. Aunque la denuncia es de una aliada de Elisa Carrió.
Los Kirchner habilitaron la creación de una Corte independiente. Lograron garantizarse que la mayoría automática menemista no estuviera ahí para tirarles fallos adversos por la cabeza. Pero creyeron que estaban dando a luz a un hijo propio. Se olvidaron de que la Corte es de esos hijos convencidos de que no le deben nada a nadie.