Mientras escribo este post, los comerciantes de la calle Lavalle, en el barrio de Once, bajaron las persianas por temores a saqueos, luego de ver situaciones de riesgo en un restaurant y un supermercado chino de la zona. El clima sigue revirado, la gente tiene calor y bronca. No hay un altísimo índice de desocupación, ni estamos en la híper. El nivel de consumo se sostiene, pero el clima es delicado y amenazante entre cortes de luz y alerta naranja.
Pasamos del rotundo «jamás va a haber cortes programados» porque son «una locura» del ministro de Planificación, Julio De Vido, a las afirmaciones de Jorge Capitanich sobre la el análisis concreto que realiza el Gobierno en estas horas sobre el tema. «Quizás estrategias de intervención programada permitan establecer un mecanismo rotatorio, que sería una solución», dijo el Coqui en conferencia de Prensa. «La otra posibilidad es el ahorro energético», remarcó.
Entre el dicho y el hecho hay mucho trecho: tres días de cortes de luz intermitentes en toda la Ciudad, y en algunos barrios, en forma permanente. El humor social, ese concepto que de algún modo aún no termina de comprender el Gobierno, impulsó una respuesta apresurada del Jefe de Gabinete. La diferencia es que ahora alguien da la cara, y eso no es poco. Vista la retirada del frente de batalla del ex hombre fuerte del kirchnerismo, Julio de Vido, Capitanich sale a hablar de todo, y muchas veces mete la pata.
Pero el problema de fondo es lo que nos importa: ¿es sólo la distribución o también la generación de energía?.
Si sólo es la distribución, el problema parecería resolverse con una suba gradual de tarifas que permita a las concesionarias realizar las obras que faltan, claro, también para eso deberíamos contar con un Estado que audite y arbitre en favor de una mejora en el servicio.
Si pensamos en la producción, enseguida se nos presenta una foto: la de Néstor y Cristina en la inauguración de Atucha II.
El proyecto de Atucha II nació en mayo de 1980. La obra, según especificaba el contrato, debía terminar siete años después, en 1987. El proyecto sin embargo, se retrasó cuando el país fue abandonando su plan atómico para generar energía y ya con Carlos Menem en el poder durante toda la década del 90, el proyecto de la segunda terminal nuclear se fue apagando gracias al brutal recorte de presupuesto destinado a la Comisión Nacional de Energía Atómica. En 1994, la construcción de Atucha II quedó paralizada. En el medio Menem trató de privatizar la ya existente Atucha I, sin éxito.
Pasaron doce años hasta que Néstor Kirchner decidió reiniciar las obras. Asi fue que en octubre de 2006, revivió el proyecto, que quedó en manos de José Luis Antúnez, presidente de Nucleoeléctrica Argentina S.A. (NASA), empresa estatal que asegura haber concluido la obra y promete una inauguración en 2014.
De hecho, el 28 de septiembre de este año se realizó la primera prueba completa de las turbinas (aunque sin utilizar material radioactivo), con la presencia de De Vido.
¿Es esta la solución a los problemas energéticos? No, claro que no. Atucha II, se sumará al sistema nucelar argentino (junto a Atucha I y Embalse) y así podría cubrir un 10 por ciento de la demanda total del país, cuando el promedio mundial es del 15%. Es sí, un avance importante, no sólo por lo concreto (700 mega watts inyectados al sistema nacional).sino por el simbolismo de la obra finalizada Recordemos sí que esta última etapa costó unos 3.000 millones de dolares, mucho más que los 700 mil presupuestados al inicio.
Como ya dijimos anteriormente, la gran apuesta energética sigue siendo Vaca Muerta, pero Atucha II en funciones sería una excelente noticia para el Gobierno, y un poco de alivio para el malogrado sistema eléctrico nacional.
Mientras tanto, yo termino de escribir esta nota en mi móvil porque, una vez más, se cortó la luz en el barrio.