Esta semana la presidenta Crisitina Kirchner le tomó juramento al nuevo jefe del Ejército. Antes, un oficial sospechado por su rol durante la última dictadura militar, es el nuevo responsable máximo del Ejército.
¿Qué pasa por la cabeza de CFK para desoír las fuertes críticas a César Milani por su rol durante la Dictadura y promover su ascenso a Teniente General?
¿Cómo es que el gobierno termina arrinconado por la oposición y varios organismos de Derechos Humanos justo en el rubro que fue bandera del kirchnerismo?
Esa es la pregunta que me hago desde su designación al frente de las Fuerzas Armadas, y no logro responder. La presidenta atribuye todos los problemas a “operaciones mediáticas”. Y que las hay, las hay.
Pero las denuncias contra el ahora jefe del Ejército partieron desde organismo de Derechos Humanos y fueron convalidadas por el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), organismo presidido por el respetado periodista Horacio Verbitsky, muy cercando a CFK.
Rebobinemos. Algo está mal en esta película.
No seamos inocentes: ni CFK ni Néstor Kirchner fueron luchadores por los derechos humanos en los peores años de la Dictadura. Trabajaban en forma privada como abogados, y no se les conoce la presentación de un solo habeas corpus durante la larga noche del proceso. Pero, a pesar de ese pasado alejado de la lucha, los Kirchner promovieron (con el enorme impulso de los organismos de Derechos Humanos tras años de lucha) el fin de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, la investigación del rol de los civiles durante el proceso y los juicios contra los represores. Eso es innegable y elogiable.
Pero, ¿qué le pasó –insisto- a Cristina, para designar al frente de las Fuerzas Armadas a un personaje cuestionado por su participación en el peor capítulo de nuestra historia?
Una fuente del peronismo bonaerense asegura que todo se debe a la interna de CFK con Inteligencia, y que el affaire Milani podría ser una concesión de la Presidenta para transitar sin sobresaltos el camino hacia 2015 . Sustentan esta teoría esbozada por este importante dirigente del Conurbano, los 1.300 millones de pesos extra para inteligencia y seguridad interior que vinieron adosados al ascenso de Milani.
Pero esta no es la única hipótesis. Dos hombres aún más cercanos a CFK, aseguran que la Presidenta se vio sorprendida por las sospechas contra Milani, y que no habría querido dar marcha atrás para no ceder antes las denuncias del programa Periodismo para Todos, de Jorge Lanata.
En el terreno de las suposiciones y las operaciones políticas (y periodísticas), todo suena verosímil. Por eso, no hay que perder de vista los hechos.
César Santos Gerardo del Corazón de Jesús Milani, cordobés de 59 años, egresó del Colegio Militar en 1972, con especialización en tareas de Inteligencia. Con tan sólo 22 años, fue destinado al Operativo Independencia, en Tucumán, en 1976.
Hay dudas sobre su participación en el levantamiento Carapintada, con testimonios encontrados sobre su adhesión a la intentona golpista. Pero su papel más criticado tiene que ver con la última dictadura (1976-1983).
Ramón Olivera, un ex preso político señaló que en 1976, Milani lideró un operativo durante el cual fue apresado su padre. Y afirmó que el militar, ahora Teniente Genral de las Fuerzas Armadas, fue parte de un interrogatorio con un juez donde fue amenazado y sometido a tormentos, y finalmente obligado a firmar un documento sin que pudiera leer su contenido. Olivera indicó además que Milani está involucrado en la desaparición del soldado Alberto “El Flaco” Agapito Ledo, estudiante de historia de 21 años.
El 20 de mayo de 1976 Ledo había sido trasladado con sus compañeros a la ciudad de Monteros (Tucumán) a una Unidad de Operaciones Antiterroristas. El 17 de junio de 1976, tras haber sido requerido para realizar un operativo, Ledo desapareció. Sus pertenencias fueron retiradas de la unidad. Marcela Ledo, madre del soldado, pidió información al Ejército y le dijeron que su hijo había desertado.
Milani, tras presentarse voluntariamente en un juzgado federal para deslindarse de ese episodio, dijo en su defensa: “Algunos medios de comunicación en forma malintencionada y montando una campaña de desprestigio y difamatoria con el objetivo de perjudicar mi trayectoria militar y mi buen nombre y honor, y por consiguiente la imagen del Ejército”.
Pero poco después dijo: «Cuando un soldado no se presentaba en cinco noches y cinco días, se hacían las actuaciones por deserción. En Tucumán se informó en aquel momento que Ledo había desertado. Es obvio que no fue así. Éramos cuatro subtenientes y nos tocaban los expedientes por azar para la firma”.
La ley es clara en un sentido: toda persona es inocente hasta que se demuestre lo contrario. Milani no está siquiera procesado, pero sí hay una fuerte sospecha sobre su participación (o al menos su omisión) en la represión ilegal.
El kirchnerismo, que bajó el cuadro de Videla de la ESMA, bien podría ahorrarse el mal trago. A no ser, claro, que haya una deuda importante que saldar con los muchachos de los servicios.