La pregunta del millón no es qué si no cuándo. A dos años del fin del kirchnerismo duro, el mundo político y empresarial, y también la gente de a pie, se preguntan por el sucesor, caída por completo la posibilidad de la re re.
Todos los caminos conducen a Scioli, eso está claro y no revelamos ningún secreto. Pero CFK no lo quiere. No lo quiso antes, no lo quiere ahora, no lo va a querer nunca.
En su concepción de la política, el gobernador de Buenos Aires es un tibio. Un indeciso, un indefinido. Lo mismo podría ser candidato del PRO, del Frente Renovador, o del peronismo puro y duro, ese que se cuece en los municipios, a fuego lento.
Mientras tanto, Scioli juega el rol que mejor le va. Es el “tiempista”, una especie de boxeador que esquiva –y también recibe- los golpes, pero nunca cae.
Este lunes Cristina volverá a ejercer la presidencia (un chiche caro con el que jugó Amado Boudou este largo mes) y ya nada volverá a ser como antes. En un principio desde Olivos (los médicos desaconsejan traslados en helicóptero por la presurización de la cabina), luego desde la Rosada, pero nunca más con la ambición de permanencia. No hay ninguna figura del kirchnerismo que tenga el peso de Néstor o Cristina.
Quizá alguien diga “pero el tema es quién”. Y no, el tema es cuándo. Aunque Cristina no lo quiera al motonauta ex menemista y duhaldista, es el único con capacidad de disputarle a los nuevos ricos de la política, la cuota de poder peronista necesaria para gobernar el país. Es, claro está, un viraje hacia la derecha que la Presidenta no quiere dar. Pero el bote, ya no está bajo su mando. Se asoma el piloto de tormentas.