Durante el 2020 casi nos los vimos recorriendo las calles con sus uniformes verdes, grises y azules. Los cartoneros, también llamados recicladores urbanos, fueron afectados por la pandemia del COVID-19 y brindaron un servicio de emergencia.
Algunos se quedaron en sus galpones separando lo que recibían de las campanas verdes que instaló el Gobierno de la Ciudad y de los macro generadores. Otros se abocaron a tareas sociales como clasificar donaciones y preparar viandas para las familias con más necesidades. La gran mayoría respetó la cuarentena y no salió de su casa.
Recluidos –como una importantísima parte del país-, tuvieron tiempo de reflexionar sobre las ventajas de haber pasado del trabajo informal de recolectar material reciclable por su cuenta, al formal recibiendo un sueldo y los beneficios de una obra social.
En esta investigación especial de #BORDER la historia de cuatro de ellos; los números del Gobierno de la Ciudad y la experiencia de Agustina Tati Besada, una argentina que en Brookyn lideró una ONG que se encarga de la recolección de latas y botellas.
“DE SECRETARIA PRIVADA A CARTONERA”. María Ramis (63) perdió su trabajo de secretaria de un correo privado en 2001. Desesperada por mantener a su hijo de 8 años empezó a revolver los tachos de basura para poder alimentar a su hijo de 8 años. Empezó juntando cartón y plásticos y pronto se juntó con otros en su misma situación. Justos formaron una cooperativa. Hoy es la tesorera de la Cooperativa Del Oeste donde trabajaban más de 100 personas.
“Pasar la pandemia trabajando dentro de una comunidad tuvo la ventaja de la contención a nivel humano y económico, dado que muchos perciben incentivos del Gobierno de la Ciudad y además lo que puedan ganar en la cooperativa. El que trabaja por su cuenta, tiene todos los altibajos de estar solo: hoy podés recolectar un montón y mañana no sacás ni siquiera para un kilo de pan. Si tenés un problema, como que el galponero no tiene dinero para pagarte o hay materiales que no te recibe, no siempre encontrás quien te ayude a resolverlo. En la cooperativa estamos para el otro”, explica María durante una entrevista telefónica ya que como es personas de riesgo no puede aún salir a trabajar.
Sí continúa manejando los números desde su casa y nos cuenta lo difícil que fue este año: En 2019 la cooperativa recoletó 2.254 toneladas de material reciclable, este año apenas superó las 500. Finalmente María confiesa: “Mi hijo hace poco me confesó las burlas que recibía por parte de sus compañeros de escuela porque lo veían cartoneando conmigo. Debo reconocer que lloré y mucho. Sin embargo hoy, cuando pienso cómo fue que empecé y hasta donde llegué me emociono. Haber formado parte de los que hicieron la ley de basura 0, la ley 992 del registro de recuperadores, haber formado parte del inicio de esta cooperativa me enorgullece. Y quiero más para mi y para mi gente”.
“LA BASURA ES TRABAJO”. Julio Escobar (46) nació en una familia de 10 hermanos en donde nada sobraba. Su mamá tenía un comedor en Villa Fátima, Soldati y el comenzó a cartonear desde muy chico. Sabe bien lo que es tirar de un carro haga frío o calor y “patear desesperadamente la calle”. Por estos días esta a cargo de la Cooperativa Alelí que maneja el Espacio Verde de Chilavert, en Villa Soldati. “Para nosotros la basura es trabajo. Acá los chicos vienen cansados de juntar cartón por su lado y entienden que trabajando en comunidad todo es mejor. No solo los ayudamos si están en alguna adicción sino que les enseñamos un oficio. Los ordenamos y les ponemos a disposición un lugar con baño, un uniforme, un sueldo y una obra social. La cooperativa le cambia la vida al cartonero”, nos cuenta desde la Cooperativa que por estos días se prepara para hacer una pequeña celebración con los trabajadores por las fiestas. “Fue un año difícil para todos. No obstante seguimos peleándola y te puedo decir que acá todos los compañeros ganan entre 28 y 30.000 pesos por mes. Trabajan de 8 a 15, desayunan y almuerzan”.
“LOS VECINOS NOS AYUDAN SEPARANDO SU BASURA Y HOY DONAN ALIMENTOS”. Cintia Rascusi (35), miembro de la Cooperativa El Álamo, comenzó a buscar cartones con su hermana y su mamá a los 15 y dudó mucho si sumarse a la cooperativa: “todo era demasiado bueno para ser real: beneficios que ni soñábamos”, pero para sus 18 años, cansada de tomar el tren blanco con pesados carros, de que la estafaran con balanzas truchas y de sufrir la discriminación de los vecinos decidió confiar y sumarse a El Álamo.
“Al principio la gente nos tenía miedo, hacían marchas para que no nos dejaran trabajar, nos insultaban por la calle. Hoy esos mismos vecinos, primero comenzaron a separarnos la basura para facilitar nuestro trabajo y ahora, en plena pandemia, no dejan de donar comida y cosas para que nos podamos sostener y ayudar a los que menos tienen”, le cuenta a #BORDER volviendo a su casa, hace poco volvió a trabajar con mucho cuidado para cuidarse ella y cuidar a sus dos hijos.
“EN LAS COOPERATIVAS HAY REGLAS CLARAS”. Lorena Costa (42), empezó a recolectar papel cartón con su pareja en 2001. Por aquel tiempo sabía a qué hora salía pero nunca cuándo regresaba. “Hoy tenemos muchas leyes que nos protegen y los vecinos entendieron que lo que hacemos es un trabajo muy necesario”, cuenta desde su casa ya que durante la pandemia solo trabajó algunos días por semana y se dedicó al cuidado de sus dos hijos de 14 y 11 años. “En la cooperativa hay reglas claras: no se puede trabajar con chicos, ni drogados ni alcoholizados. Eso crea buenas conductas. Los niños tienen que estudiar y debemos preservarlos de todo lo que sea calle. Este año, con la pandemia, fue muy malo, pero de a poco y respetando los protocolos, volvimos a trabajar en la cooperativa ”.
Poco a poco y con mucho protocolo de seguridad e higiene las cooperativas comienzan a funcionar otra vez. No solo brindan la posibilidad de tener un trabajo digno sino que además colaboran a que el CEAMSE no colapse. Separar en casa los residuos húmedos de los secos es una tarea sumamente valiosa que no requiere un gran esfuerzo y que posibilita que los recicladores urbanos sigan trabajando.
Números relevantes del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires
- 5.300 son los recicladores urbanos que se encargan de la recolección de residuos secos en la Ciudad de Buenos Aires.
- 700 son los que en pandemia pudieron volver a sus tareas.
- 600 comercios considerados macro generadores hoy se está haciendo la recolección de materiales descartables.
- 80 puntos verdes instaló el GCBA en plazas y parques de la ciudad para recibir descartables, aceite vegetal usado y pilas.
- 50 de los 80 puntos verdes también aceptan pequeños apartaos electrónicos en desuso.
- 16 espacios verdes clasifican, pesan, enfardan y venden estos materiales que luego son reinsertados dentro del sistema productivo como materia prima (Ver video del Espacio Verde Chilavert).
*Esta nota fue realizada en el marco de la beca de investigación periodística de la Iniciativa Regional para el Reciclaje Inclusivo (IRR), impulsada por la Fundación Avina.