Estados Unidos: ¿Recuperación versus otra Gran Depresión? 

Cuando las apariencias engañan y el árbol no te deja ver el bosque. El debate de las máscaras faciales. La vuelta a las escuelas. La dicotomía de un mercado en esteroides inflado por el estímulo fiscal versus una economía real sangrante. Un espejismo cortoplacista de bienestar y normalidad con complicaciones económicas a largo plazo. El alerta de propagación del COVID19 por vía aérea en tiempos de elecciones. El precipicio financiero de los hogares, la desaparición de pequeños comercios y el déficit fiscal a nivel municipal y estatal: Tres aristas diferentes para entender la evolución e impacto socioeconómico de la pandemia en Estados Unidos.
Estados Unidos. Fauci
Créditos: Estados Unidos. Fauci
Por: Francisco Llano

La economía de los Estados Unidos se está reabriendo, o al menos, eso parecía suceder. A pesar de que nunca fue totalmente cerrada, y dependiendo de cada estado, vimos casos donde los gimnasios vuelven a abrir sus puertas, los restaurantes sientan nuevamente a clientes y los bares están llenos. Y hasta hay estados donde la orden de quedarse en casa fue levantada. Tal vez esto sea causa y consecuencia de que Estados Unidos tiene al dia de la fecha 3 millones de casos confirmados de coronavirus y la cantidad sigue aumentando, a lo que se agrega nueva data de la comunidad científica en la que se advierte sobre los peligros de la transmisión aérea de COVID-19 donde todo podría empeorar a menos de que casi todos usen una máscara facial.

Existe un amplio consenso científico y médico de que las máscaras faciales son una parte clave de la respuesta de las políticas públicas para abordar y contener la pandemia de coronavirus. Entonces, ¿por qué siguen siendo una controversia? Es solo una mínima infracción de una de las libertades personales que representa una pequeña esperanza de poder disminuir la posibilidad de contagio.

Aunque muchos países europeos y ciertos estados de Estado Unidos han hecho que las máscaras sean obligatorias en las tiendas de comercio o en el transporte público, los estudios muestran que las personas son reacias a usarlas a menos que tengan que hacerlo.

A modo de comparación, en el Reino Unido, que tiene una de las tasas de mortalidad COVID-19 más altas del mundo, solo una cuarta parte de los encuestados por YouGov del 14 de junio dijo que regularmente usaban una máscara facial. En los Estado Unidos las preguntas sobre el uso de mascarillas han alimentado debates candentes. Esta reticencia a usar las máscaras contrasta con Asia, donde algunos países limitaron la propagación temprana de la pandemia sin establecer restricciones severas como en Occidente debido al temprano uso de máscaras faciales.

A su vez, el año escolar está a solo unas semanas de comenzar. El presidente Trump ha instado a las escuelas a reabrir a pesar de las preocupaciones generalizadas sobre los testeos y la logística en seguridad, y está el caso de Florida, que ha ordenado que todas las escuelas deben reabrir en el otoño a pesar de que dicho estado se ha convertido en un importante foco de coronavirus. Mientras tanto, el Dr. Anthony Fauci dice que no cree que haya un mandato federal para que las personas se vacunen contra el coronavirus una vez que esté disponible. Cabe recordar que el Dr Fauci fue censurado del circuito informativo sobre el Covid por el presidente Trump.

El presidente Trump realmente quiere que las escuelas abran en el otoño, e incluso tuiteó la amenaza de cortar el financiamiento educativo si las escuelas no cumplen. Sólo hay una cosa: no puede reducir unilateralmente el apoyo educativo federal, e incluso si pudiera, el gobierno federal proporciona menos del 10% de los fondos para las escuelas públicas primarias y secundarias. El Presidente también cuestionó las pautas del Centro para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos para reabrir con seguridad las escuelas, calificando dichas pautas de ser muy difíciles y caras. Ahora, la agencia dice que emitirá nuevas pautas la próxima semana. Mientras tanto, Harvard y el MIT están demandando a la administración Trump después de que anunció que no permitiría que estudiantes extranjeros tomen cursos online en los Estados Unidos este semestre de otoño. Acaso esto sería parte de una medida migratoria, tal vez xenofóbica, fiel reflejo de su política?

Pero la gente todavía está asustada ya que los estadounidenses siguen muriendo, y aparentemente la próxima fase de la pandemia de coronavirus está rebrotando. Y pareciera ser que el punto más bajo de los mercados financieros, el punto en el que la economía deja de colapsar y comienza a crecer nuevamente, ha pasado y todo pareciera volver a la normalidad. Es aquí donde creo importante y oportuno resaltar que la economía no son sólo los mercados financieros, si bien influyen en la economía, son solo una parte de ella. No me abandone querido lector, más abajo explico esto.

Hace un mes y medio, poco después de que muchos estados norteamericanos comenzaron a reabrir, los casos estaban disminuyendo o se mantenían estables en la mayoría de los estados. La rápida propagación del virus desde entonces muestra qué tan rápido puede cambiar el estado de la pandemia, como se ve en el gráfico anterior. Los estados continúan con incrementos en casos de coronavirus y hospitalizaciones de manera regular. Si se falla en contener el rebrote, los estados estarían de cara a un contagio exponencial y sobrecarga del sistema de salud, por lo que vuelvo a remarcar la importancia de las máscaras. No vale la pena ahondar en detalles sobre si esto es una segunda ola o un coletazo de la primera, o si es otra cepa de un virus que va mutando: el punto es que no se estaría pudiendo frenar la pandemia. Los gráficos siguientes muestran picos de casos ante la llegada del verano en Estados Unidos donde la gente recurre a playas, parques, lagos, reuniones o cualquier congregación de gente, como por ejemplo, el 4 de Julio.

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Ahora, al menos 24 estados han llegado a una pausa en los planes de reapertura a medida que los casos de coronavirus en Estados Unidos superan los 3 millones. Para aumentar la tensión, la desconfianza entre el presidente Trump y sus principales funcionarios de salud ha salido a la superficie. El presidente no asistió a una reunión de su grupo de trabajo sobre coronavirus en meses, y el grupo comenzó a tener sesiones fuera de la Casa Blanca.

Entonces, ¿cómo podría ser la recuperación?

En este momento tenso e incierto, nadie sabe lo suficiente sobre las preferencias del consumidor, las ordenanzas gubernamentales, los fracasos comerciales, los paquetes de estímulo financiero y la propagación de la enfermedad como para hacer predicciones sólidas sobre el futuro. La administración Trump y algunos pronosticadores financieros “alcistas” están argumentando que terminaremos con un fuerte rebote en forma de V, con una actividad económica que volverá rápidamente a donde estaba en poco tiempo. Otros están apostando por un camino más largo, más lento, en forma de U, con consecuencias extendiéndose por un año o tres. Otros se atreven a dibujar una especie de “hache minúscula” trazada a mano alzada, de cola larga y torpe para el futuro.

Pareciera que Estados Unidos está transitando la emoción de reabrir la economía. El país se recuperará, a medida que se reabran paulatinamente y con cautela las distintas piezas del rompecabezas. El rebote parecerá notable, debido lo grande que fue la caída: las ventas minoristas aumentaron un 18% en mayo y la economía agregó 2.5 millones de empleos, sin embargo, no debemos perder de vista que aún existen 31 millones de personas cobrando seguro de desempleo. En ausencia de una acción política dramática, es posible una depresión pandémica: la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO) anticipa que la economía estadounidense generará u$d 8 billones menos en actividad económica en la próxima década comparado con lo proyectado hace solo unos meses, y que una recuperación total podría no suceder hasta la década del 2030.

Al menos tres factores aterran a economistas y pesan sobre la recuperación: el precipicio fiscal de los hogares, la gran desaparición de los negocios, el déficit presupuestario estatal y local. También está la existente y persistente crisis de salud de la cual no voy a hablar. Hace tres meses, la pandemia y las consiguientes órdenes de quedarse en casa causaron la pérdida masiva de empleos como nunca antes en la historia estadounidense. Casi el 40% de los trabajadores de bajos salarios perdieron sus empleos en marzo. Más de 40 millones de personas perdieron sus empleos en lo que fue de marzo, abril o mayo.

Frente a esta catástrofe histórica, Estados Unidos trazó una respuesta histórica: los republicanos en la Casa Blanca y el Congreso, generalmente hostiles a la noción de estímulo económico para los hogares de bajos ingresos, se unieron a los demócratas para lograr un paquete de rescate de u$d 2 billones (llamado estímulo fiscal), incluido un pago único de u$d 1,200 para la mayoría de los adultos y u$d 500 por niño, una expansión radical del sistema de seguro de desempleo para incluir a los trabajadores y un aumento de u$d 600 por semana a los pagos del seguro de desempleo. También creó un amplio plan de rescate para pequeñas empresas, que cubre la nómina de las empresas que mantuvieron a sus empleados en nómina; aunque también hubo ruido sobre ciertas empresas que recibieron dicho estímulo cuando podría haber tenido otro destino mejor.

Lo bueno: este dinero mantuvo a las familias a flote, al menos durante los primeros e intensos meses del “quedate en casa”. Nuevas estimaciones sugieren que el plan de rescate del Congreso evitó el aumento de las tasas de pobreza, y muchos trabajadores desempleados vieron aumentar sus ingresos durante el cierre de comercios debido al seguro de desempleo y pagos ampliados.

Lo malo: dejó de lado aproximadamente a 15 millones de personas de familias inmigrantes, muchas de las cuales estaban trabajando en trabajos esenciales almacenando estanterías de comestibles, entregando comida para llevar y donando sangre en hospitales.

Y lo feo: la gran caída repentina de la economía fue una cosa única, y la expansión del seguro de desempleo fue por tiempo limitado. El Congreso diseñó la ayuda del tío Sam con la tasa de desempleo aún en los dos dígitos. Los demócratas y los republicanos están negociando otro proyecto de ley de estímulo, pero las preocupaciones sobre los crecientes déficits presupuestarios están complicando las conversaciones.

Eso significa que los hogares se dirigen a un acantilado. Pero no todos serán afectados por igual. Aquellos trabajadores ricos, los que tienen trabajos de oficina que pueden trabajar desde cualquier lugar, han permanecido relativamente intactos (hasta ahora) a las pérdidas de empleo e ingresos. Las familias ricas han visto cómo sus carteras de acciones se recuperan cerca de los niveles de febrebro. Pero los trabajadores pobres, desproporcionadamente trabajadores de color y latinos, así como los trabajadores más jóvenes, han sufrido las mayores pérdidas de empleo y ganancias. Entraron en esta recesión sin un colchón de riqueza, muchos cargados con alquileres pesados y otras deudas pesadas. La pérdida de ingresos y empleos para ellos se traduce en una pérdida de demanda en toda la economía, sin intervención federal, un golpe a la economía real.

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Si esa intervención federal se agota, millones de familias que simplemente mantienen la cabeza fuera del agua se hundirán, ya que los trabajos perdidos y las horas canceladas los obligan a dejar de pagar el alquiler y atrasarse en el pago de sus deudas. Hambre, falta de vivienda, planes olvidados para asistir a la universidad comunitaria, bebés que crecen en hogares estresados: estos son los riesgos. La CBO pronostica que cada trimestre hasta finales de 2021, los consumidores estadounidenses comprarán entre u$d 300 y u$d 370 mil millones menos de lo que hubieran gastado si la pandemia nunca hubiera sucedido.

Este fuerte descenso en el gasto del consumidor acelerará el fracaso empresarial masivo, el segundo factor que pesa sobre la economía. El Programa de Protección de Cheques (PPP por sus siglas en inglés) y otras iniciativas federales pusieron un respirador de oxígeno (valga la redundancia) en muchas compañías, pero el PPP se ejecutó para ayudar a las empresas a través de una interrupción corta e intensa, aunque se espera que la economía permanezca lenta durante meses y meses. Además, el PPP no incluyó mucha ayuda para empresas con costos indirectos significativos no relacionados con la nómina de empleados, como restaurantes en ciudades de alto costo. Esto significa que muchas empresas irán a la quiebra si los clientes no regresan. Ya se estima que 100.000 pequeñas empresas han cerrado permanentemente.

Además de eso, numerosas empresas como aerolíneas, restaurantes, empresas de eventos en vivo, hoteles, escuelas privadas, compañías de petróleo y gas, se enfrentan a muy graves caídas. Los estudiantes no están dispuestos a pagar tanto por el aprendizaje en línea como la instrucción en persona. Las empresas no están financiando viajes a conferencias y reuniones de ventas. No se espera que los conciertos y festivales se reinicien hasta que los científicos desarrollen una vacuna contra el coronavirus. Los economistas esperan que el 42% de las personas recientemente despedidas no vuelvan a sus antiguos empleadores.

Si bien la economía de Estados Unidos recuperó millones de empleos en junio gracias a la recontratación en industrias afectadas como las del ocio y la hospitalidad, para algunos sectores, el camino hacia la recuperación del empleo anterior al coronavirus puede llevar años, o peor, nunca ocurrirá. Algunos ahora dicen que el coronavirus y los esfuerzos para contener su propagación podrían actuar como un catalizador para los despidos que pueden no recuperarse por completo.

Un tercer factor detrás de una posible segunda Gran Depresión es la crisis presupuestaria que enfrentan los estados y las ciudades. El gobierno federal perpetuamente gasta más de lo que recibe. Sin embargo, todos los estados (excepto Vermont, casa de Bernie Sanders) y la mayoría de las ciudades y pueblos, deben permanecer en el limbo. En este momento, los impuestos a las ventas, los impuestos a la transferencia de bienes inmuebles, los impuestos a las ganancias, las multas y las tarifas, todos se están derrumbando, dejando a los gobiernos locales con una brecha presupuestaria que se espera que sume un total de u$d 1 billón el próximo año. Sin la ayuda de Washington, esto necesariamente significa recortes masivos de servicios y pérdidas de empleos: es decir, un estimado de 5.3 millones de pérdidas de empleos.

La tasa de desempleo del 14.7% en abril fue la más alta desde 1948. Trump aplaudió cuando el Departamento de Trabajo informó una disminución al 11.1% para junio. Francia, Italia y España fueron víctimas de manera similar por el COVID-19, sin embargo, su desempleo es aproximadamente la mitad del porcentaje de estadounidenses sin trabajo, según datos compilados por Bloomberg.

Trump tuvo la oportunidad de reducir la velocidad de Covid-19 siguiendo el ejemplo de Hong Kong e insistiendo en que todos los estadounidenses usen máscaras. «Lo único que puede hacer es el enmascaramiento universal, eso es lo que lo detuvo«, dijo el profesor Yuen Kwok-Yung, un destacado experto en coronavirus que asesora al gobierno de Hong Kong, en un ensayo en el Wall Street Journal. Antes de que Texas reportara un récord de 194,932 casos de COVID-19 este mes, los alcaldes de Austin y San Antonio dijeron lo mismo: si Trump usara una máscara, se salvarían vidas y las perspectivas económicas serían más alentadoras.

La negativa de Trump ante las pruebas de anticuerpos, el rastreo de contactos, el distanciamiento social y el uso de máscaras, entre otros requisitos previos para contener la pandemia, llevó a los Estados Unidos a liderar los casos confirmados y muertes (aunque no en muertes per cápita).

Un precipicio fiscal para las familias. Rodantes fracasos comerciales. Una crisis presupuestaria para los gobiernos estatales y locales. Cada uno es lo suficientemente malo por sí mismo, y sin nombrar la existente crisis sanitaria, cada uno es tan grande como para llevar a la economía a una recesión. Pero el último elemento es el verdadero alfa y omega de nuestro peor escenario: la catástrofe de la gestión del gobierno estadounidense ante la pandemia.

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En contraste con otras naciones pares, Estados Unidos impuso medidas de cuarentena y distanciamiento social para reducir la propagación del virus. Pero lo hizo tarde y tal vez de una manera no tan restricta, lo que provocó la muerte innecesaria de decenas de miles de personas. Y desperdició el tiempo que compraron estas medidas extremas, porque el gobierno no pudo establecer un régimen fuerte de testeos y rastreo. Países como Corea del Sur y Nueva Zelanda aplastaron el coronavirus. Estados Unidos simplemente lo palmeó. El país está reabriendo con la enfermedad aún propagándose, cobrándose vidas, ya que varios estados experimentan un aumento dramático en el número de casos e internaciones.

Algunas naciones se están acercando a un hito que parece distante muy distante para Estados Unidos: prácticamente detener la propagación del coronavirus dentro de su territorios.⁠  ⁠⠀

Países como Nueva Zelanda, Vietnam y Taiwán, y un puñado de lugares en Europa informan sólo una pequeña cantidad de nuevas infecciones diarias, como se ve en el gráfico de arriba. Su éxito en la contención de la pandemia les ha permitido volver a abrir sus economías antes que otros países, de manera más rápida y con mayor confianza comparado con potencias más desarrolladas como Estados Unidos e Inglaterra.

No controlar la pandemia significa no desatar la economía, solo basta con mirar los casinos en Las Vegas: abiertos, pero medio vacíos. La respuesta fallida significa que millones de padres deberán seguir cuidando a sus hijos pequeños en lugar de comprometerse a trabajar. Significa que miles de oficinas permanecerán con órdenes de trabajo remoto desde el hogar, perjudicando las operaciones comerciales construidas para apoyarlos. Significa que los estadounidenses evitarán los consultorios médicos, bares y eventos deportivos, quedándose en casa y privando a las empresas locales de ingresos. Significa que las localidades podrían terminar teniendo que volver a tomar medidas extremas de distanciamiento social durante el verano y el otoño norteamericano … y tal vez volver a cerrar los negocios. Y significa miedo y desconfianza: depresión de la confianza del consumidor, fe arruinada en el gobierno y preocupación por la capacidad de recuperación de la economía… y la ilusión de una cura a los síntomas pero no a la enfermedad podría verse reflejada en las urnas.

La administración Trump ha argumentado en repetidas ocasiones que existe una compensación entre la salud económica del país y su salud publica. Pero economistas y médicos han argumentado repetidamente que eso no es cierto: poner fin a la pandemia habría sido lo mejor que el gobierno federal podría haber hecho para preservar la riqueza, la salud y el funcionamiento económico del país. La administración Trump, en su arrogancia, obstinación e incompetencia, no lo logró.

Reabrir comercios y engranajes sociales, para así poder volver a la normalidad y reactivar la economía, requiere mantener aquellos que están enfermos separados de aquellos que no lo están. Para lograr esto, cada estado debe identificar casos de infectados, independientemente de que tengan los síntomas o no. A mediados de Mayo, el promedio de casos infectados era 20,000 y hoy promedian los 60,000. Desde luego, hay más testeos, lo que resulta en más casos confirmados.

El siguiente gráfico muestra que estados necesitan más controles (34), que estados cumplen con la cantidad de controles (12) y cuántos estados están cerca de cumplir con el objetivo de controles de testeo (5).

Aún así, una segunda Gran Depresión no es inevitable. Los cuatro factores, y los muchos otros que hieren a las familias y producen fatalidades, son susceptibles de soluciones políticas. El Congreso podría extender el seguro de desempleo, ofrecer nueva ayuda a las empresas en crisis, enviar subsidios mensuales en efectivo a las familias pobres, ofrecer alivio fiscal a los estados e implementar un programa a nivel nacional de testeo y rastreo. También podría implementar medidas mandatorias como el uso de barbijos en todos los estados y hasta podría tomar medidas de cuarentena. Esto contribuiría en gran medida a contrarrestar el colapso y acotar los tiempos hacia una re-apertura total. El rebote ya está en camino. Y pareciera que nos espera un futuro aterrador, uno que no tiene que suceder: pandemia, crisis económica, disturbios sociales, guerra comercial, por nombrar algunos.

Como corolario, varios abogados en Jacksonville, Florida, presentaron una demanda tratando de impedir que la ciudad sea sede de la Convención Nacional Republicana durante la pandemia. En la queja, afirman que el evento sería peligroso para la salud y el bienestar de los residentes. Florida es ahora el punto caliente de coronavirus más grande del país, con casi 225,000 casos reportados. La convención se llevará a cabo allí a fines de agosto, y aunque aún se desconocen los detalles, el evento principal sería el discurso del presidente Trump que acepta la nominación republicana, presentada en una arena de 15,000 asientos. Por otro lado, el alcalde de Houston rechazó la convención republicana en persona de su estado, citando preocupaciones de coronavirus. Ante afirmaciones de propagación del COVID19 en forma aérea, queda por verse cuánta audiencia tendrá este evento.

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