Mercedes Sosa. Charly García. Julio Grondona. Mario Pergolini. David Bowie. Norma Aleandro. Frank Zappa. Tini Stoessel. Y, por supuesto, los Rolling Stones y U2. Apenas una decena de nombres de los cientos que desfilan por Te amo, te odio, dame más, la autobiografía de Daniel Grinbank, el empresario, productor de espectáculos y manager, por citar solo tres de sus múltiples actividades, que a partir de este momento será nombrado por sus iniciales: DG. Junto a Tito Lectoure DG fue, quizás el hombre que más hizo por el entretenimiento en la Argentina en la segunda mitad del Siglo XX. Una persona que hoy, a cargo de la carrera de Fito Páez, aún continúa vivito y coleando, sabedor que lo suyo es una batalla que nunca termina, atento a los nuevos cambios de paradigmas, entrenado en los triunfos y también en las derrotas.
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Te amo… muestra a un tipo que, de entrada, tiene la ventaja de haber vivido historias que nadie más pudo haber protagonizado. El anecdotario es, para llevarlo a los términos del turco, la primera mano, la que, según los duchos en el juego de naipes, “vale doble”. Entonces, cuando DG cuenta que, antes de un show de U2, recibe un mensaje que le pregunta por el seguro, ya que Bono no tiene voz para afrontar un concierto; sus negociaciones para traer a los Stones; o cuando narra sus andanzas cuando estaba a cargo de las épocas doradas de la FM Rock & Pop y el dilema que se le planteó al ceder parte de su radio al grupo multimedios mexicano CIE, el partido parece estar ganado. Nadie no va a querer que DG no narre más historias por el estilo. Si hasta la parte inicial de las biografías, ese karma que muy pocas parecen sortear, en este caso está resuelto, cuando se relata que DG es sobrino de Herb Cohen, el mítico manager en los años 60 y 70 de tipos como Zappa o Alice Cooper, en la mítica California de ese entonces. Una de las mecas de la música, que aún resiste como lugar sagrado junto a Londres y a Nueva York.
Pero en ese mismo momento comienza la segunda mano, y viene mal barajada. Te amo…, por momentos, parece una desgrabación de un monólogo de DG antes que un libro, y posee errores de datos y de edición inadmisibles. Dos ejemplos: Herb Cohen fue el manager de Tim Buckley, y no de su hijo Jeff. El Sex Pistol Steve Jones no vino a la Argentina en el legendario debut porteño de Iggy Pop en Obras: el guitarrista fue el ex Hanoi Rocks Andy Mc Coy. Y lo mismo ocurre con el gerundio “Volviendo” como nexo entre un flashback y una historia, o los innecesarios recordatorios y anticipaciones de momentos idos y por venir. Al leer el libro, está clarísimo que la voz que habla es la de DG. Pero una cosa es el registro oral y otra, muy distinta, es la palabra escrita. El primer ítem le gana al segundo y es una pena, porque con un trabajo de edición más profesional, este sería un detalle que no hubiera sido mencionado en una reseña, pero en este caso, y más por el personaje en cuestión, es imposible de obviar.
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La tercera mano es la que define. Al finalizar el libro, DG dice que hay pocos momentos en los que se hace alusión a su vida privada, y es verdad. Ahí menciona la adopción de su hija en Haití, harto de la inoperancia argentina en esa clase de cuestiones. Que no se mencione semejante acto de amor bien puede tener que ver con un cuidado por la figura de la niña, que es menor, y es un motivo atendible. Lo mismo cuando señala que toda esa historia es un libro aparte: no hay ninguna duda en esa afirmación. Sólo se puede decir que, al conocer parte de ese cuento por lo poco que él y su esposa Andrea Pietra supieron narrar a los medios, en una autobiografía se podía esperar un relato un poquito más detallado al respecto. No está eso, pero es algo que no puede ser criticado. Un final de empate, entonces, sin saber si el lector juega como mano o como pie. A leer Te amo, te odio, dame más de Daniel Grinbank, entonces, para ver cómo termina esta partida de cartas que bien se puede asociar a su vida.
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