Una sola semana en como el disco más vendido el ranking de Billboard, pero un habitual en su Top 200 durante… ¡1500 semanas! Gracias a este dato, se estima que una de cada catorce personas, en todo el mundo, tienen o tuvieron una copia física, en cualquier formato, del álbum, que figura en el puesto 43 en la lista de los 500 mejores álbumes de todos los tiempos para la revista Rolling Stone. Algunos datos que ilustran la importancia de El lado oscuro de la luna (The Dark Side of the Moon) de Pink Floyd. Un long play que salió a la venta el 1º de marzo de 1973 y que, por lo tanto, hoy cumple cincuenta años de vida, y que tiene una historia que merece ser contada.
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Tras la salida de Meddle (1971), los cuatro miembros de Pink Floyd (Roger Waters, David Gilmour, Nick Manson y Richard Wrtight) decidieron en conjunto atender a una idea del bajista y realizar un disco basado en una única temática: la locura. Y dentro de la locura cabrían tanto las presiones a las que el grupo se vio sometido como el estado de la psiquis de Syd Barrett, el antiguo líder del grupo, que estaba recluido en su casa paterna de Cambridge por sus problemas mentales agravados por su uso desmesurado de ácido lisérgico.
Para las músicas, los Floyd acudieron a material que en su momento habían descartado, como la respiración en “Breathe”, que extrajeron de cintas que no fueron utilizadas por Waters en la banda de sonido del film The Body de Roy Battersby o la base de “Us and Them”, que recuperó cintas del soundtrack de Zabriskie Point de Michelangelo Antonioni, que contaba con música tanto de Floyd como del Grateful Dead Jerry Garcia. Tras componer el disco, el grupo optó por un método distinto al habitual: lo presentó en vivo en 1972 de modo previo a su grabación. De esta manera tuvieron un feedback directo tanto de la prensa (dividida entre entusiastas y detractores) como de sus fans (quienes unánimemente lo ponderaron), y asimismo pulieron y mejoraron la calidad de las canciones.
Entre mayo del 72 y enero de 1973 Pink Floyd ingresó a los estudios Abbey Road a grabar el álbum. Para eso contaron con un aliado de fierro: el ingeniero de sonido Alan Parsons, que se alió con la banda para dar con sonidos inusuales para esos momentos, como la caja registradora al inicio de “Money” o un bombo de batería tratado para simular la frecuencia cardíaca de un ser humano como se aprecia en “Time”. Pero también hubo lugar para la improvisación: la voz de la cantante Clare Torry, que acompaña el fraseo del piano de Wright en “The Great Gig in the Sky”, es una primera toma pura, a la que luego se le realizó un trabajo sin modificar su espíritu original.
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Otro rasgo distintivo del disco es su tapa. Diseñada por el estudio Hipgnosis, es un prisma sobre un fondo negro que refleja un halo de luz de seis colores, y que continuaba por el vinilo desplegable para volver a unirse con una figura similar en la contratapa. En ningún lugar se ve ni el nombre del grupo ni el título del disco: una decisión ciento por ciento anti comercial, pero que no afectó para nada, como ya se dijo, ni su éxito ni sus ventas.
A cincuenta años de su salida, El lado oscuro de la luna aún permanece para el gran público imbatible dentro de la discografía de Pink Floyd, más allá de quienes prefieran al grupo en su etapa con Syd Barrett o aquellos que hayan sido más marcados por la melancolía de Wish You Were Here o la megalomanía de The Wall. Como dice la canción, “Y si tu cabeza también explota con presagios oscuros, te veré en el lado oscuro de la luna”. Amén.
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