El de este viernes fue el mejor concierto de la gira de Coldplay. Puede que parezca una afirmación temeraria, si se toma en cuenta que es un tour que dará la vuelta al mundo: más de 20 países, con más de 100 fechas confirmadas hasta ahora. Es un show que solo en Buenos Aires se repetirá 10 veces. Pero hay argumentos importantes para, al menos, quedarse con la duda: ¿podrá algún otro recital superar -o siquiera repetir- lo que ocurrió este 28 de octubre en el Monumental?
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Primero lo más obvio: fue un concierto que no solo presenciaron las más de 65 mil personas que asistieron al estadio River Plate (el de mayor capacidad en Argentina). Fue transmitido en vivo a más de 3.500 salas de cine en más de 70 países. Un Chris Martin emocionado al piano, nombrando uno por uno cada lugar donde se estaba viendo, dejaba en claro a todos que se trataba de un momento histórico. Coldplay, con años siendo los primeros en muchas cosas, nunca antes habían hecho algo como esto.
Por eso tenía que ser grandioso. Grandioso nivel Coldplay. Por eso Buenos Aires, “the greatest crowd of all Time” (el mejor público de todos los tiempos), dijo el viernes Chris, confesando una vez más la predilección de la banda por el público argentino. “La primera vez que tocamos en Argentina pensé: ‘¡Wow, somos The Beattles!”, llegó a decir el vocalista de la banda en 2015. Aman tocar en Argentina y ya lo habían demostrado de manera contundente. “A Head Full of Dreams Tour”, su anterior gira, abrió y cerró en Buenos Aires y le dio a la banda su último álbum en vivo. Cinco años después, escogen la misma locación para mostrar al mundo su “Music of the Spheres World Tour”.
Y al público argentino le encanta oír que es el mejor del mundo y bajo ningún concepto iba a decepcionar. Agotó las 10 fechas en el Monumental (rompiendo el récord de Roger Waters) y anoche correspondió con entusiasmo. Era impresionante escuchar a las más de 65 mil personas gritar el famoso cantico de “Viva la vida” -al mejor estilo de una hinchada futbolera- en cualquier oportunidad entre canción y canción. Un público, además, rico en diversidad y no solo por la diferencia generacional.
Un Coldplay para todos
En la fanaticada Coldplay está el nostálgico que añora el inicio rockero y melancólico de la banda británica. Está también el optimista empedernido que celebra el “paraíso”, baila y predica el mensaje ecologista del grupo. Y está el más popero, que esperaba ayer, casi con la misma ilusión, la aparición de Jin, integrante de la banda surcoreana BTS que vino a Argentina invitado especialmente para la ocasión. Todos se fueron satisfechos.
El show estaba dividido en cuatro actos principales: “Planetas”, “Lunas”, “Estrellas» y “Hogar”, acorde con la temática espacial -en algún momento sonó hasta la banda sonora de E.T.-. El hilo conductor del repertorio de canciones fue “Music of the Spheres”, su más reciente álbum de estudio, pero estuvo tan armoniosamente compaginado con éxitos de todas sus etapas, que el ánimo nunca decayó. Y aunque el show comenzó lo más arriba que podía con “Higher Power”, “Adventure of a Lifetime” y “Paradise” -carnaval de pulseras luminosas, confeti de por medio y fuegos artificiales-, no tardaron en pegar duro con “The Scientist”.
Después de tantos años, sigue siendo demoledor escuchar el piano introductorio de este gran éxito de su segundo álbum. Y es un momento para agradecer la acogedora voz que tiene Chris Martin y celebrar a la producción del evento por la excelente calidad del sonido. Nadie pudo ser indiferente al “Nobody said it was easy” coreado por casi todo el estadio.
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Pero si todavía quedaba algún rudo resistiendo, “Yellow” llegó para desarmarlo. Es una fórmula que ya repiten desde hace años cuando van a cantar este tema, pero sigue siendo efectivo y conmovedor. Antes de comenzar, Chris, en susurros, marca la clave con el conteo en español: “Uno, dos, tres, cuatro…”. Y allí se larga el estruendo de las guitarras eléctricas que da inicio a “Yellow”. Y también -cómo no- las lágrimas de muchos.
El mensaje de Coldplay
La banda generó desconcierto en un momento de la noche. Había comenzado a sonar “A sky full of stars” cuando, de repente, Chris detuvo bruscamente el concierto. Se retiró a conversar con sus compañeros y segundos después, entre sonrisas, dejó ver que se trataba de un truco.
Logró llamar la atención de todos y dijo en español: “Por favor, hagamos un récord mundial”. Les pidió a todos que guardaran sus celulares y equipos electrónicos. “Durante una sola canción, solo una, seamos solo nosotros… Llevemos esto a otro nivel”. Y así, con este llamado a la desconexión, volvieron a hacer de un concierto en vivo lo que debería ser un concierto en vivo.
Todos dejaron de ver el recital a través de las pantallas de sus celulares, levantaron sus pulseras brillantes y explotó de nuevo “A sky full of stars”. Comenzaron a caer, literalmente, pequeñas estrellas blancas del cielo. Este fue el gran momento de la noche, donde se bailó y gritó con locura. Justo eso repetía Chris a cada rato, en su español accidentado pero encantador: “Loco, loco, muy loco”.
Coldplay dijo varias cosas más con sus gestos. Había “pistas de baile cinéticas” y bicicletas estáticas que usaban cientos de asistentes para generar parte de la energía que se usaría en los siguientes shows, quizás lo más visible de su propuesta de un tour sustentable. Cuando sonó “Something Just Like This”, Chris interpretó parte de la canción con lengua de señas. También cedió el micrófono para que la artista iraní Golshifteh Farahani cantara y más tarde ondeó con fuerza la bandera del orgullo Lgbti+, mientras tocaban “People of the pride”. Todo esto con un tono bastante medido -para nada combativo-, pero igual de relevante si se recuerda que era un mensaje que llegaba en vivo a más de 70 países del mundo.
Cátedra de recitales en vivo
Unos minutos antes de que terminara el concierto llegó Jin, el integrante de BTS, la agrupación de K-Pop más famosa del momento. No fue con “My Universe” (tema que Coldplay comparte con el grupo surcoreano) sino con el estreno mundial de “The Astronaut”, una nueva colaboración. Se trató de una especie de despedida para el surcoreano, quien debe dejar la música durante varios años para prestar servicio militar, al igual que el resto de sus compañeros de BTS. Como para insistir en la épica de la noche.
“Hace varios años, sentíamos que teníamos que tocar solo un tipo de música, que no podíamos salirnos de la caja”, explicó Chris antes de presentar a Jin. “Cuando nos sugirieron trabajar con una banda de chicos surcoreana, yo estaba lleno de prejuicios… Pero resultó ser una de las experiencias más satisfactorias que hemos vivido como banda”.
De esta forma se hacía cargo, de alguna manera, del revuelo que han generado con sus últimos trabajos en parte de su fanaticada y la crítica. “Debe haber maneras más dignas de mantenerse en la cima”, llegó a publicar The Guardian, de Londres, en una de las reseñas del último álbum de la banda, donde se incluyó justamente la colaboración con BTS. Se les cuestiona el haberse entregado descaradamente al pop, con la preocupación principal de poder garantizar el éxito comercial.
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Anoche tocaron “De música ligera” de Soda Stereo (para fascinación del público). En su paso por Colombia también versionaron un reguetón de Bad Bunny y J. Balvin y en México, una tradicional ranchera. El resultado: furor en redes. Que Coldplay siga siendo un fenómeno musical mundial, que llena estadios, tiene que ver precisamente con esta capacidad de transformación.
Frank Hernández, colaborador de revistas musicales como Billboard en Español y director del medio especializado Rocktambulos, cree que la banda intenta desacralizar la idea de que un género musical es más “honorable” que otro. “Que una banda que se pensó rockera haga ahora pop o electrónica no es rebajarse. Si les funciona y la gente los sigue escuchando, ¿por qué no hacerlo? Ya lo hicieron antes otras grandes agrupaciones. Pensemos, por ejemplo, en ‘Don’t stop me now’ de Queen”.
La espectacularidad del show está diseñada para volverse tendencia y copar Instagram de historias. Pero eso no viene en detrimento de ningún otro aspecto y le suma valor al espectáculo en vivo. Y, cualquier duda, que le pregunten a Mick Jagger. El vocalista de los Rolling Stone publicó un video del concierto de Coldplay al que asistió en el Wembley Stadium de Londres el 21 de agosto pasado. Aparece pulserita en mano, agitando los brazos, coreando “Fix you” junto al resto del estadio. El fenómeno Coldplay conmueve hasta a “sus majestades satánicas” y, frente a eso, no hay crítica que sobreviva.
Este viernes, sin embargo, hubo un momento en el que toda la parafernalia se detuvo y la banda regaló una de sus versiones más íntimas y, por eso, quizás más preciosas. Chris Martin, Jon Buckland, Guy Berryman y Will Champion se subieron a un pequeño escenario dispuesto en el otro extremo del Monumental. Enfrentados, cara a cara, entonaron “Don’t panic”, uno de los primeros temas compuestos por la banda y que cantaron en su primer concierto en 1998, en el bar “Camden’s Laurel Tree” del centro de Londres. Después de más de 25 años de carrera, allí estaban, solo micrófonos e instrumentos en mano. “Así cantábamos al principio, así comenzó todo”, dijo Chris, mientras sus compañeros intercambiaban risas y cariño. Coldplay es todo esto.
Las fechas en Argentina son las últimas de “Music of the Spheres World Tour” por este año. Se reanudará en marzo de 2023 en Brasil. La grabación del concierto de anoche quedará como testimonio de cómo se hace buena música en vivo. Allí, Coldplay da cátedra y eso es algo que no se atreven a negar ni sus más férreos detractores.
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