Qué pasa en el mundo con esta técnica. Las implicancias emocionales y psicológicas para las parejas y la mujer subrogante. Qué dicen los proyectos de ley que esperan en el Congreso. Las diferencias en lo jurídico. Sensaciones en un libro en primera persona.
Si bien no hay números oficiales, muchas parejas del mismo sexo o heterosexuales que por alguna razón médica no pueden gestar a su hijo recurren a la maternidad subrogada o “vientre alquilado” en Argentina, donde dependen antes o después de que un juez les atribuya la paternidad, o en otros países donde esta técnica está permitida y regulada. Como ya te contamos en #BORDER, en la primera parte de este informe, en el Congreso esperan dos proyectos de ley sobre un tema que tiene detractores y defensores. Las críticas ponen el ojo en la posibilidad de la explotación comercial del cuerpo de la mujer. Los expertos, en tanto, ponen en el eje en la importancia de resolver y trabajar cuestiones emocionales y psicológicas a la hora de empezar este novedoso camino a la paternidad.
Pablo Massone y su esposa Lulú fueron padres por segunda vez a través de una abogada de Miami y con la ayuda de Yanelli, una mujer que se ofreció a ser gestante por cuestiones altruistas (aunque también medió una retribución). Massone cuenta su experiencia en el reciente libro Casa alquilada (editorial Dunken), donde dice: “La tuve en brazos por un breve lapso, la pesaron y siguió su camino a la maternidad. Sentí un gran alivio al verla, no sólo por confirmar todos los signos vitales que veníamos viendo en las ecografías sino también porque era igual Jero, así que borré todos los fanastmas que tenía acerca de la trazabilidad de nuestras hijas. Esos embriones habían sido concebidos en un instituto de fertilidad en Buenos Aires, hacía ya cuatro años. Luego de haber hecho el tratamiento in vitro de Jero quedaron congelados ahí hasta que un buen día les pedimos que los envíen a Estados Unidos. El IFER se lo entregó a un courrier, que contrató una aerolínea para que los traslade y al llegar se los entregaron a un hospital y luego de cumplir el protocolo de descongelamiento se los transfirieron a Yanelli. En todo ese circuito no tuvimos más alternativa que confiar y la prueba de la verdad era la cara de Juana”.
Algunos de los países que han regulado la subrogación (a nivel nacional o en algunos estados) son Ucrania, Rusia, Estados Unidos, Canadá, India, México, Tailandia, Brasil, Estados Unidos, Grecia, Israel, Ucrania, Sudáfrica, Australia, Reino Unido y Georgia.
Muchos de ellos sin embargo, para prevenir situaciones de explotación y turismo reproductivo, lo restringieron sólo a sus ciudadanos. El “paraíso” de la subrogación para extranjeros son algunos estados de Estados Unidos, como California. Allí las parejas de cualquier orientación sexual pueden firmar contratos de subrogación bajo la protección legal de la ley Uniform Parentage Act. Los precios rondan los 100 mil dólares, que se amplían con cualquier problema como un día en la incubadora del bebé o la hospitalización de la gestante. Muchos países que ofrecían subrogaciones más baratas como México, India o Tailandia, han ido cerrando el sistema a extranjeros. En Argentina una técnica de este tipo puede costar 30 mil dólares pero conlleva una alta cuota de incertidumbre respecto a paternidad legal.
¿Qué pasa en Latinoamérica? Según un informe del diario El Universal en Brasil, donde hay más de cien clínicas de fertilidad, la subrogación sólo está permitida en su carácter altruista, es decir, sin dinero de por medio. Y la madre genética y la gestante tienen que ser familiares directos de primero o segundo grado: hermanas, madres o hijas. La práctica está destinada a parejas heterosexuales o lésbicas, porque se establece la condición de que la madre sea quien aporte los óvulos y de que haya algún problema médico en la mujer por el cual no pueda gestar el embarazo. En países como Colombia o Guatemala se permite la práctica debido a la ambigüedad de sus legislaciones. Uruguay, por su parte, tiene desde 2014 una ley que avala la gestación subrogada: la autoriza en el caso de que sea gratuito, cuando haya un motivo médico que le impida a la mujer gestar y establece que sólo puede ser su hermana la mamá gestante.
Los dos proyectos de ley que fueron presentados en el Congreso, uno de la diputada Analía Rach Quiroga, del Frente para la Victoria, y otro de Araceli Ferreyra, de Peronismo para la Victoria, prevén que la maternidad subrogada sea altruista, es decir, que quien preste su vientre para gestar al bebe de una pareja no reciba ninguna compensación económica a cambio.
«Esto no me parece bien, si una persona alberga un embrión, es normal que tenga una compensación, que es distinto del lucro. Es malo que no se le pague nada y es malo que se le pague mucho. Si se le paga un sueldo por mes, no veo que esto pueda alterar la ética. ¿Acaso no se le paga a alguien por cuidar a un niño? ¿Por qué no se le puede pagar para cuidar a un embrión?», cuestiona Fabiana Quaini, abogada especialista en derecho internacional de familia.
El proyecto de Rauch Quiroga plantea que un juez tiene que dar una previa autorización. Fija un máximo de dos veces para que una mujer preste su vientre, exige que exista una relación afectiva previa entre los “comitentes” y la “gestante”, que la mujer esté informada de todas las implicancias y apta para discernir y que tenga al menos un hijo, es decir conocimiento real de lo que supone un embarazo. Establece además que podrán hacerlo argentinos o quienes residan en el país por lo menos 5 años, determina que al menos uno de los de los comitentes debe aportar sus gametos, salvo que no pueda por razones médicas, y que tengan la imposibilidad de gestar y/o llevar a término un embarazo por razones de salud, sexo, género, identidad de género u orientación sexual. Pide que se cree un registro de gestantes y que esta práctica quede asentada en un expediente que puede ser pedido por la persona nacida al cumplir la mayoría de edad, para conocer su origen.
“El objetivo de este proyecto de ley es garantizar el pleno ejercicio de los derechos y otorgar seguridad jurídica; proteger a todos los sujetos intervinientes y garantizar el interés superior del niño o niña que nace de un procedimiento de gestación por sustitución”, dice Natalia de la Torre, abogada y una de las redactoras.
Para Quaini, «los tiempos de la justicia argentina no son acordes con las necesidades de los seres humanos que lo habitan», y cita el caso de las adopciones: «Muchos niños podrían tener familias pero quienes deben firmar la adaptabilidad padecen de mal de Parkinson, ya que nunca firman. ¿Creés que el Poder Judicial está capacitado para resolver rápidamente si una familia es apta o no para la gestación por sustitución, incluida la gestante? No lo está».
El proyecto de Ferreyra, por su parte, habla de “gestación solidaria” y le alcanza con un convenio entre las partes en un centro médico, que luego sea protocolizado ante un escribano público “o certificado ante la autoridad sanitaria correspondiente de la jurisdicción”. Agrega al proyecto anterior el requisito de que la gestante sea menor de 35, le atribuye la obligación de “conservar el anonimato del/la/los/as «comitente/s», sí así lo desearan éste/a/os/as” y de “concluir al momento del nacimiento, su contacto con el niño/a nacido/a y la parte «comitente», salvo que el/la/os/as «comitente/s» y la «gestante» convinieran lo contrario”, entre otros puntos.
Sin embargo, la complejidad de estas técnicas no sólo requiere de asesoramiento legal, sino también psicológico. La doctora Luisa Barón, médica psiquiatra especialista en reproducción asistida y presidenta de la Fundación para la Investigación Médico-Psicológica (Impsi) trabaja hace años con parejas que se someten a este tipo de tratamientos. «De todos los tratamientos de fertilidad, la subrogación es el más complejo desde el punto de vista emocional. Lo primero que hay que hacer es atravesar un sentimiento de duelo porque no hay útero o hay uno pero no puede ser usado. Es un proceso largo, la pareja debe atravesar este duelo unida», explica.
Lo segundo más complejo es encontrar a la gestante. «La pareja debe generar un vínculo emocional con ella y su familia. Porque la pareja (si la tiene) y los hijos de la gestante también establecen un vínculo con esa panza. Una pareja me contó que los hijos de la madre sustituta le hablaban a la panza. Decían «chau bebe de los Pérez». Y cuando el bebe nació quisieron conocerlo. Para llegar a esto se necesita mucho trabajo desde lo psíquico», precisó Barón.
Incluso, la madre que inició el tratamiento debe luchar en el proceso con varios sentimientos contradictorios: «Puede sentir celos, envidia, miedo, desconfianza. Todos estos son sentimientos que afloran. Por eso no se debería permitir iniciar este tipo de tratamientos sin apoyo psicológico con alguien especializado», agrega la psicóloga
Según Barón, en el caso de quienes hacen la subrogación en otros países, el tema de la distancia no ayuda, «por eso -sostiene- es tan importante que haya una ley que lo regule en el país. La mayoría de las parejas se va a Estados Unidos».
En Casa alquilada Massone revela algunas de las emociones encontradas en este camino singular: “Esa noche en el vuelo de American la turbulencia estaba en nuestras mentes. Nos preparábamos para recibir a nuestras hijas. Sabíamos que era el puente para llegar a su hogar o al menos adonde nos estaban esperando. Las madres siempre esperan, yo lo sé muy bien, es como parte de su instinto. (…) Las madres siempre esperan. Sabíamos que contábamos con esa ventaja, Yanelli nos necesitaba, lo había pedido a gritos en el silencio del chat y era necesario que estemos allí para acompañarla”.