A menos de tres meses de la muerte de Diego Maradona, Netflix estrenó el último 23 de febrero «Pelé», un documental que narra la vida del legendario futbolista y que pone el foco en cómo «O Rei» contribuyó a la creación del mito del país mais grande do mundo.
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Tal es la conclusión a la que llega Fernando Enrique Cardoso, presidente de Brasil entre 1995 y 2003, y cuyo testimonio los directores David Tryhorn y Ben Nicholas eligieron poner sobre el final del film, casi como una declaración de principios.
Brasil y Pelé, un sólo corazón
Pelé, o Edson Arantes do Nacimento, fue la esperanza de todo un país sobre el final de la década del 50′ para, a través del fútbol, poner a Brasil en la vidriera del mundo y mostrar las virtudes de su floreciente industria. Con sólo 17 años, y un par de años después de trabajar como lustrador de zapatos con el objetivo de ayudar a su alicaída economía familiar, el adolescente fue disparado al mundo a fuerza de talento en el Mundial de Suecia 58′.
Con imágenes actuales que reflejan a un Pelé visiblemente afectado de su cadera, motivo por el cual utiliza una silla de ruedas, y que lo muestran quizás vulnerable como nunca (hasta llora en cámara), el documental nos recuerda lo mucho que tuvo que ver el futbolista con el imaginario construido de Brasil. A ello, se le podría agregar la bossa nova, pero eso no es materia de la película.
El punto más alto del biopic es el regreso del plantel campeón del mundo en el Mundial de México 70′ a Brasil, y el cálido recibimiento al plantel por parte del dictador Emílio Garrastazu Médici, con quien Pelé se da la mano sin alterar su hipnótica sonrisa. En ese emblemático momento, queda plasmada la paradoja del personaje en cuestión: cómo un ídolo popular puede ser un símbolo de sublevación (un joven pobre y de color que llega a lo más alto del mundo) ante la realidad adversa sin importar su estrecho vínculo con factores de poder.
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Como concluye Cardoso, los mitos de Pelé y Brasil se volvieron, desde su origen, indisolubles.