Tiene autismo, creó un sistema de pedagogía de emergencia y lo multipremiaron

Julio Manuel Pereyra tiene 35 años y está al frente de una escuela itinerante, Caminos de Tiza, en Misiones, que es una propuesta única en Latinoamérica. Crítico con la mirada tradicional de la inclusión, prefiere hablar de ello sin títulos ni etiquetas. Su labor increíble y multifacética con las comunidades originarias. Un ejemplo para derribar prejuicios.
Tiene autismo, creó un sistema de pedagogía de emergencia y lo multipremiaron
Créditos: Tiene autismo, creó un sistema de pedagogía de emergencia y lo multipremiaron
Por: Adriana Vanoli

Julio Manuel Pereyra es educador en pueblos pequeños y comunidades originarias de Misiones. Habla alto, parece que estuviera enojado. Pero no. Julio tiene 35 años, es un adulto con autismo y un ejemplo para derribar los prejuicios que existen sobre la Condición del Espectro Autista (CEA) en la mayoría de edad, tema del que poco se habla. “A veces creen que estoy enojado, solo hablo así”, aclara a #BORDER. Su mirada sobre la discapacidad es crítica.

Hay una mirada mercantilista sobre la discapacidad”, dice. Él, que es un referente de la educación inclusiva, prefiere hablar solo de educación, sin etiquetas. Es el fundador de una escuela itinerante ‘Caminos de Tiza’, una propuesta de educación comunitaria única en Latinoamérica y premiada en Europa, India y Estados Unidos. Esta institución denuncia y previene el abuso sexual, los embarazos adolescentes y la trata de mujeres. También enseña a los niños a cuidarse de los animales ponzoñosos de la selva y a realizar cultivos. Su alumnado consta de 368 niños y niñas de entre 5 y 14 años.

Juan Manuel Pereyra y sus alumnos
Julio Manuel Pereyra y sus alumnos

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En diálogo con este medio, enumeró una cantidad de actividades que parecen incompatibles entre sí: “Muchas veces cuesta entender lo que hacemos. Nosotros enseñamos lengua de señas, trabajamos con Braille, con sillas de ruedas, bipestadores. Damos apoyo escolar, traducimos textos al guaraní, hacemos videos en lengua de señas, educación de fronteras, construimos escuelas, hacemos cultivos, desarrollamos el ropero solidario, conseguimos material ortopédico, terapéutico y pedagógico, alfabetizamos, damos Educación Sexual Integral”. Luego agrega: “Logramos alfabetizar a casi el 100 por ciento de los niños mayores de 8 años de estas 14 comunidades y muchos de esos niños son bilingües”.

Julio Manuel Pereyra nació en La Paloma, departamento de Rocha, Uruguay. Una ciudad con puerto de playas tranquilas y abiertas. Es el menor de tres hijos y único varón. A poco tiempo de llegar a la Argentina, en 2014, inició su tarea como educador en pueblos pequeños y comunidades originarias, brindó otra manera de aprender y enseñar.  Es licenciado en Ciencias de la Educación y Profesor de Historia, entre otros estudios, pero prefiere que se conozca la tarea que lleva adelante, más que sus títulos.

“Yo creo que no elegí la docencia, la docencia me eligió a mí”, dice y agrega: “Tuve la suerte de estudiar profesorado de Historia, porque me gustaba la historia, y en el camino me enamoré de la docencia”. En las prácticas comenzó a trabajar con estudiantes con discapacidad, y a generar su propia mirada sobre la educación inclusiva. “Si bien comencé estudiando el profesorado de historia, luego empecé a formarme y hoy tengo una extraña mezcla entre profesor de educación especial, rural, intercultural bilingüe, y más asociado a lo que es la inclusión educativa que a la enseñanza de historia en la secundaria, que era mi profesión inicial”, cuenta.

Su recorrido en el mundo de la educación es amplísimo. Al profesorado para nivel secundario, le sumó estudios universitarios sobre educación inclusiva, formación en lengua de señas, capacitador del programa de formación permanente, y coordinador de educación especial. “Terminé en esto por convicciones filosóficas, ideológicas y pedagógicas, tomando como referente a Paulo Freire, explica. Lo interesante es que su mirada sobre inclusión educativa no está asociada solo a la discapacidad sino a pueblos originarios, educación para jóvenes y adultos y escuelas de frontera.

“Terminé en esto por convicciones filosóficas, ideológicas y pedagógicas, tomando como referente a Paulo Freire”, confiesa Juan Manuel Pereyra
“Terminé en esto por convicciones filosóficas, ideológicas y pedagógicas, tomando como referente a Paulo Freire”, confiesa Julio Manuel Pereyra

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El proyecto lleva siete años. Recorrió y enseñó en Corrientes, Chaco, Santiago del Estero y, desde hace tres años, está en Misiones, tarea que comparte con Yanina Rossi, otra educadora que padece macrotia, que es una malformación congénita de la oreja, y pérdida de un oìdo

#BORDER: ¿Como fue el proceso de tu experiencia educativa?

JP: Abandoné la educación formal porque no estaba de acuerdo con las pautas y estructuras del sistema. Pasé a una educación de pedagogía de la emergencia comunitaria y popular, desarrollando y creando escuelas inclusivas con referentes pares y educadores comunitarios.

Julio reconoce que este camino fue complejo, por muchos factores. Sufrió discriminación por ser extranjero, tuvo que aprender lenguas originarias y de señas, escritura y lectura en Braille, desarrollar estrategias de comunicación aumentativa para facilitar la comunicación en las personas con dificultades graves en el habla e, incluso, se expuso a enfermedades y a amenazas por los temas que denuncia, como la trata de personas.

No comparte el calendario escolar, ni cómo se trabaja en las escuelas. “No creo que el objetivo sea la certificación de saberes por sobre los aprendizajes”, opina. Dice que las escuelas especiales son guardería y depósito de niños cuando no cumplen sus funciones.

#BORDER: ¿Siempre tuviste en claro que querías abordar la educación inclusiva?

JP: Yo no quiero abordar la educación inclusiva en sí misma. Quiero aportar como un referente pedagógico a los procesos de inclusión, sin apellidos ni etiquetas.  Mi objetivo es repensar la educación, como sistema, proceso y producto para que, en cada contexto, se adecúen las estrategias, las metodologías, modos y medios de enseñar. Si bien me identifican con la educación inclusiva, no es un término que yo quiera utilizar.

#BORDER: ¿Cómo los afectó la pandemia?

JP: Para Caminos de Tiza, la pandemia no trajo ningún cambio. Nosotros ya trabajábamos en contextos de enfermedades como la lepra, la sarna y la leishmaniasis, que es una enfermedad parasitaria asociada a la pobreza. Y previo al Covid, estaba la epidemia del dengue. Ya manejábamos protocolos de seguridad. La única afectación real que tuvimos fue que, al suspender el transporte, cambiamos algunos circuitos de trabajo, porque empezamos a depender de terceros: camioneros, viajes eventuales, remis, o más caballos, pero en los diseños educativos no cambió nada. Nosotros tenemos algo muy importante que es formar a la gente de la comunidad, más que depender de voluntarios o de políticas públicas.

#BORDER: ¿Cómo se vive el tema del Covid en las ciudades donde enseñas?

JP: Más que un impacto sanitario, en una provincia que comenzó primero con emergencia sanitaria por epidemia de dengue, ha sido social como pérdida de empleo, de trazas y secuencias pedagógicas, de tratamientos clínicos,  exponiendo a la convivencia permanente en contexto de abuso, violencia familiar, alcoholismo, adicciones, etc. Considero un error grosero del ministro de educación Nicolás Trotta, afirmar que la docencia no es un servicio esencial.

#BORDER: ¿Cómo es la cuestión de la conectividad?

JP: Trabajamos con poca o nula conectividad, ya sea porque no hay acceso a conexión o a computadoras y teléfonos. Son zonas de analfabetismo funcional, entre ellos el analfabetismo digital. La mayoría de mis estudiantes, en las colonias, en las aldeas, y en los parajes, no tienen conectividad. Lo único que hizo el Estado, para los que están escolarizados, fue enviar un librillo de Nación con serias falencias en su planificación pedagógica.

Para aquellos alumnos que sí contaban con conectividad y recursos, Julio desarrolló un sistema propio de enseñanza, a través de las radios comunitarias y librillos pedagógicos, También diseñó un mecanismo para dar clases por Whatsapp, que fue tomado como ejemplo y modelo por la Asociación Educar para el desarrollo humano. “Esta asociación es la que más me apoyó y replicó el modelo de enseñanza durante toda la pandemia, para que los modelos didácticos y las estrategias de inclusión de tecnología que diseñé. se repliquen para los docentes de toda Latinoamérica”, cuenta. Estos diseños le valieron en el 2019, el Premio Iberoamericano a la Labor Docente, y en el 2020 el Global Teacher Awards de India y el Premio Educativo Espiral otorgado por España.

Caminos de Tiza está considerada la única propuesta en América de Pedagogía Diferencial Comunitaria. Julio viajó a india a intercambiar experiencias con maestros de todo el mundo. El modelo de esta escuela itinerante llegó a Perú, México y Guatemala.

Con respecto al tema de discapacidad, según Julio, existe una infantilización y falta de sexualización de las discapacidades en todo su sentido, especialmente en aquellas que no son visibles, como el autismo. “Una gran mayoría de adultos con autismo coincidimos en que determinados tipos de intervenciones terapéuticas e incluso farmacológicas atentan contra el desarrollo integral de las personas. Esto pone en jaque también al mercado que hay en torno a la discapacidad, centros terapéuticos y muchos profesionales que se aprovechan de esto con una mirada mercantilista”, asegura.

#BORDER: ¿Por qué no se habla de adultos con autismo?

JP: Yo creo que las personas adultas con autismo no tienen espacio. Esto lo hemos compartido en varios grupos. Es porque la mirada de los psicólogos, los tratamientos fonoaudiológicos y esas cuestiones, no redundan en un impacto de necesidad real. Entonces son bastante ignorados por las comunidades que suelen hacer eventos, congresos, o aquellas que están ligadas al mercado a partir de las obras sociales. El suicidio de personas con discapacidad es algo de lo que tampoco se habla.

Como Caminos de Tiza sobrevive gracias a las donaciones, hoy están con un pedido importante. Necesitan un vehículo nuevo o reparar el que tienen, que es de 2009, con varias reparaciones realizadas. “Con el vehículo transportamos donaciones, comida, hacemos evacuaciones médicas y traslados, llevamos todo lo que es Educativo, Terapéutico y Ortopédico, junto con herramientas para los cultivos, las ollas para hacer comida” dice Julio y agrega: “Hablamos de zonas donde es nulo o escaso el transporte, acotado a un más por la Pandemia, recorriendo distancias de literalmente cientos de kilómetros (durmiendo incluso en él)”.

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El agua vale mas que el oro, y eso lo sabe Julio y el equipo que vive la realidad de mucha gente que no lo tiene. En esencial, como parte de las tareas de Caminos de Tiza realizar una perforación de agua para las familias de la comunidad Kaa’guy Porá, integrada por 240 personas. “Tienen que caminar tres kilómetros al arroyo para obtener agua, que cuando hay lluvia o inundaciones se complica beber (aunque trabajamos desde Caminos de Tiza potabilización de agua); pero la vertiente que recuperamos se contamina por que pasa por las tarefas (cosecha de yerba mate) y hay agrotóxicos”. Ojalá la ayuda llegue para ser parte de este proyecto.

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