El tema, como muchas otras veces, arrancó en Internet y en las redes sociales. Se trata de una escena del documental Shimon Peres: El Nobel que no dejó de soñar (Netflix). Dirigido por Richard Trank y narrado en off por George Clooney, el film cuenta con testimonios de figuras de la talla de Bill Clinton, George W. Bush, Barack Obama, Tony Blair y Barbra Streisand, entre otros.
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Al promediar la película se puede ver como Peres, en 1984, se hace cargo del puesto de Primer Ministro de Israel. El puesto era, como se suele decir, una papa caliente: el país había llegado a un 500% de inflación anual. Pero, al promediar su mandato y tras una serie de medidas de shock, en seis semanas logró reducir la inflación a un 16%. Cuenta el propio Peres para eso hizo una reunión de gabinete que duró 36 horas. Y que, luego del ajuste, de manera sorpresiva, su popularidad subió hasta alcanzar un 70% de imagen positiva.
La pregunta es sencilla: ¿cómo se logró? ¿Se puede hacer algo similar en la Argentina?
UN POCO DE HISTORIA
Israel es un país muy particular: no tiene recursos naturales abundantes, no tiene grandes dimensiones, y durante sus primeros veinte años de existencia tenía una economía con una fuerte intervención estatal.
A partir del pacto árabe israelí de 1948, y con el surgimiento del Banco de Israel (BDI), el país empezó a diversificar la inversión de su PBI, ya no solo a los gastos militares, sino a un sistema de sustitución de importaciones controlada por el BDI.
Gracias a la gran cantidad de inmigración (la diáspora) y a una economía intervencionista, al período entre los años 40 y 70 se lo denominó el “Milagro israelí”. Sus características fueron un gran porcentaje de crecimiento, bajas tasas de desempleo y una inflación moderada. Para controlar la inflación, en 1962 se devaluó la lira israelí respecto al dólar (67%) y se congelaron los salarios por dos años.
Pero en los años 70 el milagro se terminó. Con la crisis del petróleo, la pérdida del patrón oro del dólar norteamericano y la guerra del Yom Kippur, Israel entró en una espiral ascendente de los índices de inflación. Con esto cambió la política del BDI, se pasó de un valor fijo para el cambio extranjero a un valor flotante.
Hay dos razones para entender porque creció esta inflación. Por un lado, durante las dos décadas de crecimiento se estableció un conflicto de ingresos y concentración del poder económico en pocas manos. Esto hizo que, si bien las tasas de desempleo eran bajas y permitían mejor negociación de las organizaciones obreras, los aumentos en salario nunca superaron a la inflación.
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El otro factor fue la desconfianza del pueblo. Luego de la crisis petrolera de 1973 y la devaluación de la lira por el sistema de valor flotante, los israelitas de a poco fueron perdiendo confianza en las instituciones y comenzaron a ahorrar en moneda extranjera, por fuera de las instituciones bancarias. Esto conllevó a una devaluación del 46% en 1977.
A fines de los 70 y principios de los 80 comenzó una dolarización virtual de la economía, la cual se estableció por la indexación de los salarios y los costos de vida sujetos a la variable del dólar y no de la moneda local. Y para evitar una inflación mayor, en febrero de 1980 se cambió de moneda: afuera la lira, bienvenido el shekel.
El plan fracasó a tal punto que en 1985 Israel estaba al borde de una hiperinflación, debido a esto se estableció un plan para combatir la inflación.
EL PLAN DE 1985
El objetivo del plan ideado por Shimon Peres era resolver la crisis de la balanza de pagos y la crisis inflacionaria al mismo tiempo. Algo similar al Plan Austral de Raíl Alfonsín en 1985 y al Plan Real de Brasil en 1994.
Sus características eran las de un plan de ajuste ortodoxo, con mayor restricción monetaria al presupuesto del estado, pero también con modos más heterodoxos como el congelamiento de precios. Además se fijó el tipo de cambio nominal pero se desmantelaron los mecanismos institucionales de indexación. Por lo tanto, los salarios no se aumentarían según el valor del dólar.
De esta manera, la política presupuestaria fue muy restrictiva: Se redujo el PBI en 5 puntos, mientras que los aumentos impositivos aumentaron 4%. Luego de veinte años de déficit fiscal, que alcanzó el 16% del PBI en 1984, se logró un superávit del 0.2% del PBI a fines de 1985. Esto mejoró la balanza de pagos y redujo la deuda externa pública del estado.
Los recortes presupuestarios fueron de todo tipo, reducción de costos administrativos, sueldos de funcionarios, educación y defensa (este último el más grande de la historia de Israel).
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Para que el plan funcione se necesitó de un pacto entre sindicatos, las empresas y el gobierno. El acuerdo establecía que:
– Se abolía la indexación automática de salarios. O sea, los salarios no se aumentarían según el valor en dólares.
– Se aumentaba 18% los salarios de los trabajadores por única vez ni bien se aprobaba el plan, pero no habría aumentos durante tres meses al acuerdo. Tampoco los sindicatos podían llamar a huelgas o paros generales.
– Congelamiento y Control de precios establecido por terceros que las empresas se comprometían a cumplir. Además, las empresas iban a aumentar sus esfuerzos para evitar la mayor cantidad posible de despidos y a asistir a los desocupados a conseguir trabajo
– El estado garantizaba hacerse cargo de las clases más afectadas por las medidas.
La última parte del plan consistió en una devaluación del shekel en un 18%, lo cual repuso la competitividad de la economía israelí con el objetivo de estabilizar el valor del shekel con las monedas extranjeras. Según el autor S. Charles, fue necesario mantener estas medidas para eludir la hiperinflación y con esto evitar la virtual dolarización de la economía (Que los israelíes ahorren fuera de las instituciones y en dólares para evitar perder frente a una potencial devaluación o inflación).
CLAVES
Uno de los motivos del éxito del plan israelí fue el retiro, en ese entonces, de sus tropas militares en el sur del Líbano. El hecho llenó de optimismo y fue visto el comienzo de una normalización de la relación entre Israel y sus vecinos. Además dio pie a una reducción en los gastos de importaciones en armamento, para poder reubicar parte del presupuesto militar al plan de estabilización.
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El otro fue que el plan contó con el respaldo y apoyo de los Estados Unidos. La ayuda financiera otorgada a Israel fue de u$s 1.500 millones. Es importante destacar que esa ayuda no fue catalogada como un aumento de la deuda externa de Israel, ya que fue considerada como una inversión estadounidense para mantener la posición estratégica de Israel en Medio Oriente.
Si bien la inflación llegó a un pico de 29% en julio de 1985, se estabilizó a partir de agosto en un 4%. Un final feliz que se dio debido a la credibilidad del gobierno a la hora de sancionar las medidas, a un pacto tripartito (sindicatos, empresas y gobierno) respetado a rajatabla, a la confianza de los mercados y a la confianza de los ciudadanos en la moneda local. Condiciones que parecieran no ser factibles en la Argentina en un futuro inmediato.
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