“Viendo con perspectiva lo que fue Pescado Rabioso, creo que se dio un procedimiento al revés que el de Almendra. Si el primer disco de Almendra fue dulce y el segundo fue agresivo, en Pescado sucedió que a la altura del segundo disco yo traté de almendrizar el sonido. Después, en Invisible, creo que llegué a la toma de conciencia de un punto de equilibrio entre ambos mundos”. La cita está extraída del libro Spinetta: Crónica e iluminaciones, realizado por el músico junto a Eduardo Berti en 1988, y treinta y cuatro años después aún funciona como una de las definiciones perfectas de lo que fue Invisible, el power trío que contaba con Luis Alberto en guitarra y voz, Carlos “Machi” Rufino en bajo y Héctor “Pomo” Lorenzo en batería. La otra también la dio Spinetta, pero en privado ante Machi, cuando éste le preguntó al Flaco que había sido Invisible para él. “Una joya que guardo en un cofre de oro”, fue la respuesta de Luis Alberto al bajista.
Serú Girán: elogio de la incomprensión
Por esto, la aparición de Invisible en vivo: Teatro Coliseo 1975 rankea altísimo entre los grandes acontecimientos musicales de este año 2022. Una serie de combinaciones fortuitas que tuvo como resultado un registro del trío en directo y en su apogeo: con Durazno sangrando (1975) ya bien madurado y con un par de adelantos que a posteriori serían parte de El jardín de los presentes (1976), la placa despedida de la banda.
Invisible en vivo… fue posible gracias a los oficios del legendario sonidista Carlos Melero, que grabó el show en cuestión. Esas cintas fueron recuperadas por el Instituto Nacional de la Música (INAMU), que se las cedió a la Familia Spinetta para que hiciera lo que considerara con un material que, sin dudas, era un diamante en bruto del que se desconocía su existencia. Tras la aprobación de los Spinetta, y de Machi y Pomo, el gran Gustavo Gauvry digitalizó los originales y Mariano López los masterizó. El álbum (los siete temas que estaban en el máster, que pueden haber sido más en el concierto pero no estaban en la grabación) vio la luz por Sony Music, en una edición física (CD y vinilo) con fotos inéditas de Eduardo Martí y diseño de Theo Lafleur.
Invisible en vivo… comienza con “Durazno sangrando”, y enseguida se puede apreciar la química mágica que se producía cuando el grupo tocaba. Acto seguido, un estreno: nada más y nada menos que “Que ves el cielo”, con esa mirada deslumbrada del enamorado hacia un posible futuro amor (“No importa tu nombre si me puedes contestar. Son tantos tus suelos que ves el cielo mientras te veo bailar…”) y la voz de Spinetta más clara que nunca, lo que no es poco decir.
El escritor Mariano Rolando Andrade y el lado C del Viejo Mundo
“Bueno, vamos a tocar el otro tema nuevo muchachos. Se llama ‘Perdonado’. Es un tema que habla de un perro, de un viejo perro blanco”. Con estas palabras, “Perdonado (Niño condenado)” hace su aparición en el disco, y todos (los que estuvieron ahí y lo están reviviendo, y los que no y hacemos de cuenta que estuvimos ahí) sabemos que estamos ante un momento histórico. Más allá de lo que le haya dicho Luis Alberto a Berti sobre la letra (“Mirando a una perrita que tenía en casa, y que se llamaba Amapola, sentí que era casi un ser humano pero que ciertos designios la habían conminado a ser un can. Allí nació la idea de un niño condenado a ser perro por el diablo de febrero, pero a la vez perdonado”) lo genial de la canción es su música. Un sonido ciento por ciento contemporáneo a lo que sonaba en el mundo (comparar con “Fallen Angels” de King Crimson) y ejecutado de modo brillante y perfecto, sin ningún atisbo de equivocación.
Federico Moura: transeúnte con identidad
La cuarta canción es “El diluvio y la pasajera”. Esta toma prescinde de toda la intro que podemos escuchar en el debut de Invisible (1974) (o sea que no se escucha el famoso verso “Los indígenas preparan otro rayo láser, para que el diluvio ya jamás los seque…”), y arranca con la coda final, desde “Si ya no la esperan a cenar en casa…”. Lo que asombra acá es el arreglo de voces de los tres: como la primera “a” de “casa” está alargada de un modo sutil, ya que termina antes de que sea una exageración, y marca el ritmo de la melodía desde ese instante. Un detalle espectacular, como “Oso del sueño”, que desde su sonido funky y sincopado se adelanta un par de años al primer Talking Heads. Fin del lado A del vinilo.
El lado B comienza con “Viejos ratones del tiempo”, y su clima de psicodelia calma, porteña y volátil, que se da la mano con una lírica que no podrían haber salido de otra pluma que no fuese la de Spinetta (“Y el olivo de los montes tiene sal. Y el otoño que se esfuma viene y va. La noche con luz se mira hasta el día. Yo no sé nunca tu nombre, ¿dónde estás?»). Un aperitivo para el final con una “Azafata del tren fantasma” de una duración de… ¡17 minutos y 26 segundos! Una canción que escapa a todos los estándares de escucha del Siglo XXI desde su extensión, su solo de batería en el medio, y una improvisación que pasa por todos los estadios rockeros posibles. Y que contradice el mandamiento spinetteano por excelencia: ese “Mañana es mejor” es puesto en duda al escuchar a Invisible. Porque, y en eso fans y detractores estaremos de acuerdo, en este presente ya no se fabrican grupos de rock como este. Lamentablemente.
Además: