Cuenta la leyenda que David Bowie estaba en Berlín en 1977, en los Estudios Hansa, al lado del Muro, en plena grabación de su disco Heroes. En eso se abrió la puerta del lugar y, como una tromba, entró Brian Eno, parte fundamental del proceso de ese álbum. Según palabras de Bowie, “Eno vino corriendo y dijo: Acabo de escuchar el sonido del futuro. Es ‘I Feel Love’, de Donna Summer. No busquemos más. Esta canción cambiará el sonido de la música de los club de acá a los próximos quince años”. Eno, una vez más, había dado en la tecla. Años después, la música disco, electro, house y tecno pueden reconocer como antecedente esa base registrada a pura caja de ritmos y sintetizadores por el productor Giorgio Moroder que, sumada al registro vocal de mezzosoprano de la bostoniana, dieron como resultado casi seis minutos dentro de la música bailable con un antes y un después. Esa es la importancia de “I Feel Love” en el campo de la música popular del Siglo XX.
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Pero no sólo de “I Feel Love” vivió la Summer. “Last Dance”, “Hot Stuff”, “MacArthur Park”, “On the Radio”, “She Works Hard for the Money”, “Love to Love you Baby”, “This Time I Know It’s for Real” y “Bad Girls” fueron otros de los éxitos de la denominada Reina de la Música Disco, que falleció en 2012 víctima de un cáncer de pulmón en su casa de la Florida. Por eso, la aparición de Love To Love You, documental dirigido por Brooklyn Sudano, hija de la diva, y el ganador del Oscar Roger Ross Williams, que se puede ver a través de la plataforma de streaming HBO Max, es tan importante y necesario para poner en peso una carrera muchas veces ninguneada debido a la demolición muchas veces sistemática que tuvo la música disco por parte de cierta prensa rockera. Sólo basta recordar aquella tapa del Expreso Imaginario en donde, en plena Fiebre de sábado por la noche, una foto de John Travolta aparecía con un tomatazo en su rostro, en un hecho editorial de una intolerancia pocas veces vista aquí, allá o en todas partes.
Love To Love You muestra los inicios de Donna en su Boston natal como cantante góspel hasta llegar a ser la primera mujer negra en aparecer en MTV y también la primera en ganar Grammys en categorías pop, música disco, R&B y rock. Plagado de material de archivo que se muestra por primera vez, y con testimonios de su familia y de figuras como Elton John y, por supuesto, Moroder, el gran tema acá es la contradicción de cómo una mujer que se vendía como una verdadera bomba sexual apta para toda orientación (escuchar los orgasmos fingidos de la versión completa de dieciséis minutos de “Love to Love you Baby” aún hoy es una experiencia sobrenatural y afrodisíaca) terminó con declaraciones contrarias a los derechos de la comunidad LGTB de un tinte más que discriminador. Y acá es donde entra a jugar no sólo su formación eclesiástica como el abuso que sufrió de pequeña por parte de un pastor de su iglesia: que la cita desafortunada de Donna incluya a la Biblia es parte del meollo de la cuestión.
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Su sorprendente amor por Janis Joplin y su predecible afición por Motown Records, su casi desconocida faceta de artista plástica y la tristeza que provoca ver sus últimos días no opacan la figura de Donna Summer, sino que la humanizan. Esa deidad inalcanzable en los días en los que la Disco Music era ama y señora tanto de las pistas de baile como de los livings hogareños merece que se la tenga siempre presente al alcance de la mano. Los ciento cincuenta millones de discos que vendió a la largo de su carrera así lo ameritan. Amamos amar a Donna Summer.
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