Desde la invasión rusa a Ucrania todo es incertidumbre y domina el caos. Los precios de productos y alimentos básicos se dispararon globalmente tras la llegada de las tropas rusas a uno de los principales «graneros del mundo» y luego de las sanciones aplicadas al país que dirige Vladimir Putin. Ahora, el resto del mundo debe enfrentar problemas en el suministro de alimentos que pone en peligro a cientos de millones de personas.
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Tanto Rusia como Ucrania concentran gran parte de las exportaciones agrícolas y son claves en el suministro mundial de materias primas. Entre ambas naciones, por ejemplo, exportan el 29% del trigo, el 20% del maíz, el 31% de la cebada y el 80% del aceite girasol.
En el caso del trigo, Rusia es el mayor exportador y Ucrania iba camino a ser el tercero, mientras que en el sector del maíz el país invadido se encuentra cuarto. El terreno del girasol lo domina Ucrania ampliamente con el 50% del mercado mundial, mientras los rusos abarcan el 38%. En cuanto a la cebada, la exportación es más equilibrada. Kiev representa el 18% del mercado y Moscú el 13%.
El estallido bélico generó una subida de precios constantes que llevó a superarse récord tras récord, no solo en el sector alimenticio sino también en el sector energético, profundizado por las sanciones a Rusia, que domina en este rubro siendo el mayor exportador de petróleo, el mayor de gas y el tercero en la exportación de carbón.
CÓMO AFECTA ESTO AL MUNDO
El nuevo escenario pone en una situación complicada a casi todos los países. La imposibilidad de Ucrania para exportar y el intento por racionar sus recursos en pos de salvaguardar a su población, sumado a la decisión del Kremlin de priorizar el consumo interno y las sanciones que occidente aplica a su mercado, ponen en jaque al suministro internacional de alimentos y energía. Esto genera efectos colaterales, sobre todo en la región de Medio Oriente y el norte del continente africano, donde se encuentran los principales importadores de ambos países.
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Aunque Matin Qaim, director del Centro de Investigación para el Desarrollo en Alemania, le afirmó al medio DW que lo peor «está por llegar», ya que la mayor parte de estos granos se exporta en el verano y otoño de esa región; la situación ya es compleja y difícil para países como Kenia, Egipto, Yemen, Túnez o Líbano.
Estos países son hiperdependientes de la estructura exportadora de Ucrania y Rusia, por lo que salen perjudicados directamente. Algunos de ellos llegan a importar un 90% de sus productos básicos solo de los países que hoy se encuentran enfrentados.
Por ejemplo, Líbano, importa el 80% del trigo que consume anualmente solo desde Ucrania, mientras en Egipto se importa el 85% desde estos países. Casos similares ocurren en Nigeria o en las países del norte de África. Túnez, por su lado, también tiene un serio problema, ya que importa desde allí el 60% de su consumo total. Ahora, estos países deberán buscar nuevos proveedores con un precio mucho menos accesible para sus economías.
Las más afectadas serán, inevitablemente, las naciones en las que la seguridad alimentaria es delicada y millones de personas corren riesgos cada año. Sudán es un ejemplo de ello, una de las naciones más pobres del mundo que depende del trigo ruso en un 65%.
El trigo, y un alimento tan básico como el pan, es en los países árabes y africanos un tema político particularmente delicado. Muchos de ellos cuentan con enormes subsidios a este producto para mantener sus precios relativamente bajos, pero eso sería difícil en esta circunstancia. La última gran subida del precio del pan en esta región despertó la ira acumulada de la población, desembocando en la primavera árabe (2010) que acabó con gobiernos autoritarios como el de Hosni Mubarak o el de Muamar el Gadafi y se extendió por países como Líbano, Kuwait, Siria, Jordania, Irán, Irak. Libia, Egipto, Túnez o Marruecos.
El problema para los países no dependientes de la producción rusa y/o ucraniana, será diferente y no tan profundo, pero muy notable y perjudicial al fin. Los precios aumentan para todos y el efecto de doble palanca, que combina subas en la energía y en el sector alimenticio, será fatal para más de una nación, más a medida que se extienda esta guerra.
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Los números del petróleo y el gas se han disparado a máximos en varios años y, a pesar de las bajas en los últimos días, los precios siguen por las nubes afectando las balanzas, el suministro y el coste de los alimentos y otros productos.
Incluso el fertilizante es hoy tema de debate en el mundo. Rusia es el principal proveedor de fertilizantes a nivel global, concentrando el 13% del mercado y exportando casi 35 millones de toneladas al año. El aislamiento comercial que provocó su ataque y la recomendación de Putin de evitar exportar estos productos, generó una gran preocupación en los países productores como Argentina.
Economistas especializados de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR) comentaron a Infobae que “no contar con el volumen apropiado de fertilizantes a tiempo le significará al país un costo de entre USD 3.300 y USD 4.500 millones”. Argentina importa el 7% de sus fertilizantes desde Rusia, lo que provocaría un gran faltante para los cultivos de la temporada que comienza en mayo. Aunque la Argentina no es necesariamente dependiente de Moscú como otros países, esto es un ejemplo del efecto que puede producir en el resto del mundo.
Previo a la invasión rusa, el encargado del Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas, David Beasley, afirmó que: “los costos del combustible han aumentado, los precios de los alimentos se han disparado, los fertilizantes son más caros y todo esto alimenta nuevas crisis”. Semanas después, se dio el primer bombardeo a Ucrania por parte del ejercito ruso, provocando una situación más delicada y peligrosa de la que se venía gestando.
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