Según el diccionario on line de la Real Academia Española, el término “distopía” significa una “Representación ficticia de una sociedad futura de características negativas causantes de la alienación humana”. Si seguimos esta definición, ¿podemos considerar a El Reino como una distopía? La respuesta es sí. Estamos frente a una ficción que da cuenta de una sociedad que eligió como presidente, a partir de una serie de frustraciones, a una persona con rasgos que no son para nada positivos, sino todo lo contrario, con un componente religioso que avala esta clase de posturas desde la fe ciega y exaltada. Una persona que esconde, al común del público, más de lo que muestra.
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El párrafo anterior actúa como una suerte de “resumen de lo publicado” en la primera temporada, intentando no caer en la maldición del spoiler. A PARTIR DE AHORA, PUEDE HABER DETALLES QUE SEAN CONSIDERADOS COMO SPOILERS. En esta segunda temporada, la final, a lo largo de seis capítulos el pastor Emilio Vázquez Pena (interpretado por un gran Diego Peretti) es el primer magistrado de un país al que no duda a la hora de manejarlo con una dureza propia de regímenes autoritarios. La novedad es que dentro de su propio espacio le surge un rival con credenciales morales en apariencia superiores a las suyas: Tadeo Vázquez (un papel a la medida de Peter Lanzani, que se afianza como el gran actor de su generación).
Pero en el caso de El Reino, mucho de lo que ocurre en la historia central está influido de modo directo por los devenires de los personajes secundarios. Ahí la tenemos, entonces, a la pastora Elena, esposa de Emilio (Mercedes Morán), que se termina de mostrar como una jefa mística en las sombras, del mismo modo que Rubén Osorio (Joaquín Furriel) se hace cargo de un costado delictivo a la hora de influir en la elección que consagró a Emilio y a enfrentarlo con Tadeo. El personaje de Osorio presenta una novedad: sus sesiones de terapia con una psicóloga encarnada por Julieta Cardinali, en un guiño que homenajea, claro está, al tratamiento que llevaba a cabo Tony Soprano con Jennifer Melfi. Y también está todo el conflicto en el seno de la familia Vázquez, con Ana y Julio (Vera Spinetta y el Chino Darín) por un lado, Magdalena (Victoria Almeida) por otro y la inquietante aparición de Celeste, de la mano de una Sofía Gala Castiglione que vuelve a brillar con un rol a medida.
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Las ficciones televisivas inspiradas en la literatura de ciencia ficción de J.G. Ballard y Philip K. Dick como Years & Years o The Handmaid’s Tale son la inspiración a la hora de encasillar a El Reino, tanto por los efectos psicológicos de los desarrollos sociales que muestra la serie (el Ballard post Crash) como por el costado religioso y bíblico rayano con lo demente (el Dick post Valis). A eso hay que sumarle un toque de realismo mágico bastante innecesario, pero que es clave al momento de hacer una lectura ligada con el avance de la ultraderecha en el mundo de la mano de Donald Trump y Jair Bolsonaro, o al crecimiento de Javier Milei en las encuestas previas a las elecciones a presidente que se celebrarán este año en nuestro país.
Y es que El Reino rinde mucho más a la hora de ser tomada de manera pura y exclusiva como una invención, sin la búsqueda forzada de correlatos en la actualidad política local. La lucha del bien contra el mal, esa que está en el mundo desde tiempos inmemoriales, es la verdadera clave para disfrutar de una historia que picó en punta entre las grandes apuestas argentinas de Netflix para este año 2023.
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