El pensador polaco Zygmunt Bauman, fallecido en 2017, consideraba que actualmente vivimos en una «sociedad de consumo», cuyo objetivo no es cumplir con las necesidades fisiológicas del ser humano, sino el de promover la satisfacción de deseos creados y estimulados por ella misma.
Con la promesa de una «vida feliz», esta maquinaria lleva consigo una trampa: la meta nunca se alcanza, por lo tanto, la búsqueda no se detiene. El consumo puede estar materializado en una comida, en una prenda de vestir, o en sustancias más dañinas para la salud como el alcohol, el tabaco o la cocaína.
Por supuesto, este modo de vida atraviesa a todos los sectores de la sociedad. El problema es que el acceso a los productos de consumo por parte de las personas con menos recursos son de peor calidad, y pueden derivar en una tragedia como la sucedida en el partido de tres de febrero a comienzos de este mes.
La cocaína envenenada
Fernanda es coordinadora de las dos «Casa pueblo» que el Movimiento Evita instaló en el partido 3 de febrero, donde está ubicado el asentamiento «Puerta 8» en el cual se cocinó la cocaína envenenada que dejó, hasta el momento, 24 víctimas fatales y más de 80 heridos.
La estudiante de psicología se encarga de remarcar que el problema del consumo no distingue nivel socioeconómico. «Las adicciones y este vinculo problemático con las sustancias no tiene que ver solamente con los barrios pobres: no hace distinction de clase, de genero, de nada«.
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Sin embargo, aclara que el problema es el tipo de droga que se toma en los esos lugares: «Las sustancias que se consume en los barrios populares no es la misma que se consume en Recoleta. Es de mas baja calidad. Esto viene acarreado con problemas estructurales como la falta de comida, una buena alimentación. La droga no impacta igual en todos los cuerpos«.
Jorge Ossona, historiador e investigador de la UBA que realiza trabajos de campo en Villa Fiorito, Ingeniero Bunge, Santa Catalina y Esteban Echeverría, entre otros barrios populares, explica que la gente «de mucho dinero» toma cocaína al 70% (si se consumiera al 100% sería letal), pero muy distinto es el caso de los barrios populares, donde la sustancia que consumen los usuarios es de una calidad inferior al 45%.
Por su lado, Fernanda explicó, con tristeza, lo que sucedió en el barrio tras conocerse el desenlace fatal de las personas envenenadas: «Algo que estuvo pasando era de empezar a señalar quien era el transar. Es una guerra de vecinos contra vecinas que no la para nadie, y los que se mueren son los de los barrios. El transa es un vecino, es el ultimo eslabón de una cadena enorme«, señala.
Ossona, que también es autor del libro «Punteros, malandras y porongas», agrega que el eslabón más alto de la cadena es el narco «que vive en un country». En ese sentido, «El Paisa», deportado del país en las últimas horas, sería tan solo «un distribuidor».
¿Cómo se soluciona este problema?
Estefanía, coordinadora de las casas convivenciales de la agrupación «Vientos de libertad», remarca que la legalización de la cocaína, para ellos, no está en agenda, y apunta a cambiar una normativa vigente. «La importancia de modificar la ley 23.737 es porque está muy alejada de la realidad, y porque parece que en las cárceles y penales los únicos que están son el ‘pibito’ que vende un par de fasos, pero no está el narco que vive en un barrio cerrado, que ese sí se enriquece ilícitamente como dice la ley».
Según indica la reglamentación que cita la dirigente social, «las personas a las que se les encuentren drogas, ya sea para uso personal o para la venta, serán detenidas o deberán someterse a un tratamiento educativo/terapéutico». De esta manera, terminan muchas veces detenidos soldados y no los verdaderos líderes de las bandas delictivas.
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En el orden de la legalización de la cocaína, el único proyecto a la vista en el mundo es el que en 2020 propuso el legislador colombiano Iván Marulanda, del Partido Alianza Verde, cuyo objetivo es “arrebatarle el negocio a los narcos” tras la «fracasada» batalla contra el narcotráfico en ese país.
Para Estefanía, antes de pensar en la legalización, el Estado «tiene que intervenir para desarrollar políticas publicas» que les garanticen a todas las personas «una casa en donde vivir, un trabajo al cual acceder y una tierra para trabajar».
Ossona reflexiona en el mismo sentido sobre la legalización: «Es muy difícil. No lo podes hacer solo. Implica una política entre naciones, provincia, municipios y Mercosur, como poco. Sino, no hay liberalización que valga». En parte, esto podría explicarse porque el 70% de la cocaína o pasta base que se consume en la Argentina, proviene del noroeste de Bolivia con un complejo entramado de tráfico.
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«La cocaína refinada viaja por avión, cruza la frontera y desciende en pistas clandestinas de Salta, Santiago del estero y Chaco, y desde ahí se embarca en camioneta o camiones, y se lleva a los puertos de Santa Fe. Ahí, hay consignatarios de los carteles de Colombia, Mexico, Perú y Bolivia que supervisan el envío de la droga ya refinada en Santa Cruz de la Sierra. Los barras de Newell’s o Rosario Central se encargan de la logística», detalla el catedrático.
Los usuarios más importantes de este producto son los llamados «hijos de la soja», es decir, los descendientes de las familias más pudientes de Rosario. «Son grandes consumidores prime que pagan mucha plata. (La cocaína) es la droga del éxito: aspiras y al rato es como una aspirina por 100. Te activa la dopamina y te da una polenta bárbara», grafica Ossuna.
Desde otro lugar, Nelson Mansilla, responsable zonal del Movimiento Evita en el barrio «La Lagunita», ubicado en el oeste del Gran Rosario, confirma los dichos de historiador: «Lo que vemos en el barrio es que el mayor consumidor es la clase media y media alta, que son los que consumen en gran cantidad, y la pueblada son los que consumen la resaca de todo eso, y es por eso que son los que más sufren».
Argentina como país productor y consumidor de cocaína
Según explica el historiador, el 2,6% de la población argentina es consumidora de cocaína, lo cual lo convierte en el primer país de Latinoamérica en esta tabla imaginaria.
En cuanto a la producción, existen cocinas en «Córdoba, Rosario, Gran Mendoza y Gran Buenos Aires», desde las cuales la droga «baja como pasta base». A diferencia de la producción que se hace en Chapare, Bolivia, los procesos en nuestro país son más precarios.
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«Cuando cocinas y metés la pasta, quedan residuos pegados en la olla. Ese residuo, como cuando vos cocinas una comida y te queda en el recipiente una costra, vos la sacas, lo moles, lo mezclas con talco, tiza, veneno y haces el paco». Incluso, revela que para «rellenar» el producto a veces hasta se utilizan «veneno para ratas» que no contengan efectos mortales, y aseguran que el consumidor vuelva a comprar.
Además, esclarece algunos conceptos y devela las consecuencias de su consumo: «El paco se hace con el residuo de la pasta base. Tiene efectos brutales. Genera adicción total«.
Por otro lado, Mansilla repara en los efectos que tienen en los menores de edad las drogas como el tabaco o el alcohol, a las que acceden de manera ilegal: «Hay un montón de pibes de 12, 13 o 14 años que terminan volcados y dados vuelta con ese tipo de sustancia. A la sustancia legal hay que darle énfasis, observarla, ver cómo se trata«.
Según el Ministerio de Salud de la Nación, «el consumo de alcohol puede causar lesiones intencionales, suicidio y violencia interpersonal puede generar lesiones no intencionales, siniestros viales, ahogamientos, quemaduras y caídas». Paradójicamente, en la última lista actualizada del programa «Precios Cuidados» en el AMBA, se incluyen hasta 17 variedades de cerveza, cinco de fernet y una botella de champagne.
Jorge también estimula «campañas de concientización con gente calificada en institutos terciarios» acerca del consumo de drogas en las escuelas y centros deportivos «para poner a la gente en autos acerca de los riesgos que significa consumir droga».
Gabriela Sosa, directora ejecutiva de MuMaLa, resalta la falta de estadísticas sobre el impacto de los consumos en la población en general «y menos aún en la población LGBTIQ+«.
Las (otras) víctimas de la droga envenenada
Fernanda se lamenta la falta de oportunidades laborales que pueden llegar a tener los vecinos y vecinas de «Puerta 8» por la «mala fama» reproducida desde los asesinatos: «Si vas a ir a una entrevista y llegas a decir que sos de ahí posiblemente no quedes por lo mediático alrededor de esto. La estigmatización y criminalización sobre el consumo aleja a esto cada vez más de una posible salida«.
«La semana pasada armamos un esquema de guardias por si volvía a pasar porque siguió pasando. De hecho, el fin de semana internamos cinco compañeros. Como fueron todos varones, armamos un grupo los martes donde están el psicólogo y el profe, y convocamos a los chicos que tenían el alta, a los que venían haciendo el tratamiento en la casa, y a los que sabíamos que estaban por ahí dando vueltas. Funcionó muy bien, vinieron siete varones. Se da un almuerzo los martes y los jueves pusimos todo el mismo día. La idea es armar actividades donde puedan estar la mayor cantidad de tiempo en la casa», añadió. Y revela una anécdota: «Uno de los pibes que tiene el alta que tiene 19 años. Desde el lunes está en la casa, viene a jugar a la compu y está todo el tiempo ahí».
Asimismo, cuenta que planean un trabajo más a largo plazo para los familiares de las víctimas: «Hicimos un grupo que va a empezar la semana que viene. Sn las que estuvieron acompañando todo este tiempo y las que estuvieron todo el fin de semana. Se da el factor común que la mayoría son mujeres. y justo nosotros el viernes tenemos un circulo de mujeres».
Por último, explica que son «aproximadamente 10 personas de la zona» a las que están asistiendo, y vienen haciendo «jornadas en la plaza y puerta por puerta» para ver si encuentran más personas que hayan atravesado la situación, se enteren que estamos y se puedan acercar o saber que cuentan con un espacio». Al mismo tiempo, explica que el trabajo de la organización es en articulación con el hospital local, para que los pacientes externados puedan ponerse en contacto con la casa del pueblo para seguir el proceso de rehabilitación.
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