Delicada situación en la Bonaerense: 20 policías se suicidaron en lo que va del año

El promedio en los últimos años es de 35 suicidios por año. Los uniformados caídos en acto de servicio, en cambio, son 10 por año. Silencio en el Ministerio de Seguridad, y preocupación creciente en la tropa en toda la provincia.
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Créditos: Bonaerense
Por: Josefina López Mac Kenzie

Veinte policías de la provincia de Buenos Aires se quitaron la vida desde que empezó el año, en menos de seis meses. La situación es grave en la fuerza que conducen los comisarios generales Daniel “Fino” García y Jorge Figini. El malestar es cada vez más inquietante dentro de la tropa y en el Ministerio de Seguridad, aunque ninguna autoridad hable del tema en público.

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Los policías bonaerenses mueren más por suicidios que en actos de servicio. Así como suena. Entre 2016 y 2021, murieron en total 48 policías caídos en acto de servicio (un promedio de 10 casos por año). Mientras que, en el mismo periodo, hubo en total 176 suicidios (un promedio de 35 por año). Fueron 39 en 2016; 30 en 2017, 31 en 2018, 32 en 2019; 18 en 2020; y 26 en 2021. En lo que va de 2022, menos de seis meses, ya se suicidaron 20 policías.

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El patrón general de los suicidios en la Bonaerense se da con el arma reglamentaria y cuando los policías están de franco. En segundo lugar, están los casos ocurridos después de cometer un crimen, principalmente se trata de un femicidio donde la víctima también es policía de esta fuerza.  En algunas zonas de la provincia la situación es muy singular. En General Alvarado, por ejemplo, hubo cuatro suicidios en poco más de un año. Y tres fueron en el mismo destacamento. Sin embargo, el Ministerio de Seguridad no llegó allí con ninguna actividad para sensibilizar sobre el tema y contener a quienes tenían que seguir trabajando, llenos de interrogantes y con sentimientos de culpa por no haber advertido el problema. Todo siguió como si nada, en la vorágine diaria.

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Pero hay casos constantemente en todos los partidos. El último se conoció este martes y ocurrió en Azul. El anterior fue el 8 de junio en San Miguel y la víctima fue una chica de 19 años. “Claramente algo está fallando. No tenía ni un año en Policía. Demasiado cerca del test psicológico que la habilitó a ser policía”, dice sobre este caso una fuente calificada de adentro de la Policía Bonaerense que sigue de cerca este tema.

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Esta chica estaba asignada a trabajar en la “UTOI” (Unidad Táctica de Operaciones Inmediatas) en La Matanza, “Puente 12”, donde el ministro Sergio Berni armó un ministerio paralelo al palacio de Seguridad de La Plata. La UTOI es un grupo pensado para actuar en conflictos emergentes y en las llamadas “zonas calientes” del mapa del delito (el Conurbano), con gran despliegue operativo. El régimen y el trato a los policías en ese ámbito, se sabe, son extremadamente desgastantes. Y el nivel de conflicto social también. Quizá no sea el destino ideal para un agente recién egresado, sin adaptación alguna en un destino previo más sencillo.

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La especialidad UTOI se creó en la gestión del ministro Cristian Ritondo, pero es también la predilecta de esta gestión. A tal punto, que este año, a los cadetes que querían incorporarse a la Bonaerense se les informaba que solo los iban a convocar si elegían hacer el curso de UTOI y trabajar en eso al menos tres años ahí; caso contrario, tenían que esperar alguna otra convocatoria. Esto último, de cualquier forma, aplica por ley para todos: un policía joven que quiere dejar antes de los tres años debe devolver la plata que se supone que el Estado gastó en su formación. Para muchos, esto es una mochila de angustia.

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LA ESTRATEGIA DEL SILENCIO

En las fuerzas federales los suicidios son mucho menos masivos. Aun así, el ministerio de Seguridad de la Nación tiene un Programa de abordaje integral del suicidio, y es público. Lo mismo ocurre en Santa Fe, donde hubo un total de 23 suicidios en un periodo de cinco años, y existe un Programa de Abordaje Integral de Prevención del Suicidio en la Policía, que trabaja en los ejes elementales: prevención, asistencia y vigilancia, y monitoreo de datos epidemiológicos. En cambio, en la Bonaerense, donde hay 35 casos en promedio por año, la estrategia es el silencio, fiel a la regla no escrita que dice: cuanto más grave la cosa, más se la calla.

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Nadie habla en público de este aspecto de la Bonaerense, una especie de gran olla a presión donde la gente piensa mil veces antes de pedir ayuda psicológica o psiquiátrica, porque esto les puede “bajar las horas” adicionales. O temen pasar “por locos”. O cargar con el estigma de no ser “héroes”. O temen ser trasladados de la noche a la mañana a cientos de kilómetros de sus familiares, a modo de castigo.

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Decenas de policías consultados para esta nota porque tuvieron un compañero o una compañera de trabajo que se suicidó dijeron que en la institución a la que entraron por vocación o por necesidad económica se sienten frustrados. Que son “un pedazo de carne”. “Un número”. Repiten: “Acá no sos una persona”.

La Bonaerense tiene unos 93 mil efectivos, de los cuales 82.000 conviven con un arma de fuego y se exponen a la violencia todos los días. Pero la institución no tiene una política de salud mental que piense en ellos y por ende, en el resto de la sociedad a la que deben cuidar.  No hay espacio para lo emocional en la fuerza de Seguridad más numerosa del país. En el Ministerio funciona en secreto una mesa de salud mental, pero ésta se reunió apenas dos veces en un año que lleva 20 suicidios. Por otro lado, hay disponibles decenas de policías que son psicólogas, pero están trabajando de cualquier otra cosa. En tercer lugar, desde la cuarentena existe una línea telefónica para que los policías que se sienten angustiados puedan llamar de forma confidencial. La línea está a cargo del comisario mayor y médico psiquiatra Sebastián Laborde, pero se trata de un área prácticamente sin estructura, y lo que es peor: en las comisarías de la provincia nadie la conoce, porque la institución no la difunde. Finalmente, para completar el cuadro, en algunos municipios renunciaron todos los psicólogos de la cartilla de IOMA –por dificultades para cobrar– y entonces ningún policía que necesite ayuda puede pagar un profesional particular.

Pero hay tanta preocupación que se están creando redes externas para estudiar el fenómeno. Diversos actores vienen creando bases de datos de casos y haciendo talleres de sensibilización virtuales y presenciales. La Red Argentina de Suicidología, que coordina desde la costa atlántica un ex negociador del grupo Halcón, Jorge Scalzo, es solo un ejemplo de estos actores que recogieron el guante olvidado por el Estado.

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Todas las cifras citadas en esta nota surgen de una investigación de Borderperiodismo, hecha con una base de datos propia de partes urgente (PU) policiales, relevamiento de medios y entrevistas a familiares (los nombres de las víctimas y sus historias se preservan por respeto a su intimidad). Los mismos datos administra la cúpula de la Policía Bonaerense, aunque se mantiene reticente a entregarlos formalmente. Se trata de un tema muy incómodo, que no le permite a la gestión mostrar nada bueno. Por el contrario, la obligaría a sumergirse con valentía en una reflexión bastante más compleja que lanzar spots con cifras estridentes de supuestos nuevos cadetes incorporados por año.

La nota Suicidios: la tragedia silenciosa de la policía bonaerense, que dio inicio a esta investigación en 2021, generó decenas de contactos de policías con interés y necesidad de hablar del tema y aportar información. También lo hicieron psiquiatras y docentes de institutos policiales. Todos coinciden en algo: hay demasiados casos y demasiada indolencia de la institución.

La cuestión de los fallecidos en acto de servicio tiene otro peso simbólico, naturalmente. Este año, en mayo, la Bonaerense inauguró un Memorial en honor a estas víctimas a lo largo de toda la historia de la fuerza. El último caído se produjo en estos días: es el sargento Hernán Alberto Coll, muerto a tiros durante un allanamiento organizado para atrapar a un hombre con pedido de captura. De este caso sobresalen dos ascectos. El primero, es que según fuentes calificadas con acceso a las primeras pericias, los impactos de bala que presenta la víctima hacen inferir que no llevana chaleco antibalas. Y el segundo, es la poca presencia del componente político del Ministerio que hubo en el entierro, en Luján. Berni está de viaje en Sudán, adonde fue a probar unos drones que Axel Kicillof prometió comprar para hacer patrullaje rural.

 

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